Cuando
se creía que ya no se podía corromper más la República mexicana Enrique Peña
Nieto mostró que es tonto en todo lo positivo pero un experto en la corrupción,
poniendo como Procuradora de la Republica a Arely Gómez y como Ministro de la
suprema Corte de Justicia de la Nación a
Eduardo Medina Mora, ambos cuestionados; la primera por sus nexos evidentes con
Televisa, a través de su hermano Leopoldo Gómez y, el segundo, por su desempeño
en el cargo de Procurador de la Republica y como espía del gobierno al estar
como Director de CISEN. Ambos puestos, claves, el primero por su importancia en
el combate contra la delincuencia y que al depender del presidente de la República
queda como mera personera del mismo y como fiel sirviente en la impartición de
justicia. Que no nos asombre si la persecución política se intensifica. El
segundo, es clave para el control de la Suprema Corte de Justicia. Un hombre sin experiencia alguna en la impartición
de justicia al más alto nivel no puede ser otra cosa que una pesada carga a la
hora de interpretar la Constitución General pero muy valioso a la hora de
defender los intereses de Peña Nieto y del Partido Revolucionario
Institucional.
La
corrupción y la impunidad se promueven desde el Ejecutivo Federal. Este es un
gobierno cínico y de simulaciones. En cada viaje al extranjero se visten con
las galas de la retórica y todo, en México, es democracia, seguridad, justicia,
bienestar, trabajo intenso mientras que hacia dentro todo es todo lo contrario.
Y, no puede ser de otro modo, la genética priista está compuesta de estos dos elementos:
corrupción e impunidad coronados de cinismo.
El
nuevo Estado híper moderno mexicano ha liberado al gobierno de la
responsabilidad social, es decir, ya no existen verdaderos programas sociales que
traten y erradiquen la miseria, que traten sobre la educación o pongan el
derecho más fundamental de todos al alcance de los más pobres y necesitados: el
derecho a la alimentación. Ahora bien, si el gobierno en sus tres niveles esta
ya al servicio de las grandes trasnacionales y de sí mismo, se debe hacer un
rediseño del Estado mexicano y acotar las enormes facultades que tiene el
presidente y que sea el pueblo quien disponga en lo fundamental, dejando la aplicación
al gobierno, bajo una vigilancia estrecha y permanente. En efecto, el Neo
presidencialismo de Peña Nieto se distingue primariamente del presidencialismo
anterior, en los fines. El presidencialismo del viejo PRI estaban encaminados a
mantener el poder y el control absolutos en la política, el nuevo PRI (que es
el viejo PRI), tiene como fines acatar, legitimar y legalizar la privatización de
lo público a favor de las grandes trasnacionales y usar la violencia llamada
legitima del Estado (la represión y la cárcel), para imponer a toda costa sin
importar las consecuencias la voluntad de los dueños del dinero.
Así
las cosas, los altos cargos públicos en la Suprema Corte de Justicia de la Nación
ya no deben ser propuestos por el
presidente de la Republica (el corruptor número uno de la misma), sino ser
propuestos por académicos, estudiosos independientes, periodistas desvinculados
del poder político y económico, instituciones superiores de educación,
organizaciones no gubernamentales y en general por el pueblo, a efecto de no
depender del jefe del Ejecutivo Federal y actuar como meros empleados suyos.
La
independencia del órgano judicial se debe hacer realidad y no como en el
presidencialismo una extensión más del órgano Ejecutivo Federal y como ahora,
una alianza subordinada entre Peña Nieto y el más ilustre ignorante de los
Ministros Medina Mora. Lo que se juega no es un simple puesto sino la profunda corrupción
de la República y la impunidad de los gobernantes y políticos en turno desde
hace, a lo menos cuarenta años (hace cuarenta años viven del erario y ahí vienen
sus retoños), o la sanidad de la nación mexicana, de los órganos de gobierno,
las instituciones y organismos de todo tipo y en especial de la vida tan
deteriorada que han dejado estos malos gobiernos. Los corruptos dominan la política
y la economía, dejando a millones en la pobreza y, en vez de solucionar los
problemas de fondo corrompen más la Republica y endurecen las leyes para los desposeídos,
los pobres, los ignorantes que ávidos de alimentos y oportunidades protestan.
Esta es la democracia que se pregona en el extranjero pero que no aparece en al
escenario nacional mexicano.
Los
Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación deben ser electos por
votos directos a propuesta de los ya mencionados en líneas anteriores y ser calificados
en los rubros de idoneidad, rectitud, independencia, intelecto y práctica y
todos aquellos que sean necesarios para el desempeño de sus facultades. Deben
estar sujetos a los derechos consagrados en el artículo 35 constitucional de
ser votados con relación al artículo 39 constitucional que señala los alcances
de la soberanía nacional del pueblo mexicano.
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