El
sistema político en México ha permeado sus corrupción hacia todos lados; no es
casual que los demás ámbitos estén tan contaminados al punto de no poder
realizar sus fines. Así, el sistema educativo se ha politizado tanto desde el
gobierno que los maestros se han distraído de su quehacer y se han volcado como
reacción hacia la política. No es raro ver a maestros como diputados locales o
federales o usando a los pocos pero corruptos sindicatos para hacer política. Esto
pasa en todas las instituciones públicas. El Seguro Social es otra institución
atrapada en la corrupción y así se puede ir dando una larga lista de
instituciones que siguen la misma suerte.
Por
si esto fuera poco Pemex es el botín particular del sindicato petrolero o mejor
dicho de su cúpula sindical. El robo llamado hormiga por la gran mayoría de
trabajadores es monstruoso e imparable en las condiciones actuales.
La
grave pobreza y el suelo movedizo sobre los cuales el pueblo vive hacen que
tengan una sola idea salir de ese suelo inestable y obtener la seguridad de
tener un poco de dinero para no pertenecer a esos condenados del sistema: los
pobres sin remedio.
Aquellos
que tienen la buena fortuna de estudiar y sortear toda la tortura que significa
la enseñanza académica solo tienen una idea: un título y con él, salir a burlar
al público con mil tecnicismo pero sin ninguna profundidad. La mayoría de
profesionistas se conforman con acostumbrarse a tratar con funcionarios
públicos y toda la fauna similar y sentir la palmada del colega como una
bienvenida que cierra casi todas las posibilidades de aspirar a otros cielos y
otras alturas aún más duras. Si no se puede sacarle jugo a una carrera
universitaria siempre queda el camino de la política. Allí encaminan sus pasos
los más ambiciosos porque saben que es una tierra donde el botín público está a
disposición de aquellos que tengan menos escrúpulos y sea un dechado de
pillerías, traiciones, alianzas sin rendir cuentas al pueblo. La impunidad
política es el principal mal de los mexicanos, mientras no se corrija este mal
los demás seguirán la misma suerte.
No
bien llega un gobernante a la presidencia federal o a la gubernatura de un
estado para que despliegue toda una retahíla de mensajes mediáticos de
pulcritud, de trabajo, de honestidad, probidad y todo lo que se le pueda
ocurrir. Sin embargo, durante todos sus sexenios se les señalan los malos
manejos sobre todo lo público pero como impera la impunidad capotean todo
señalamiento y denuncia. No bien se han terminado sus administraciones se destapan
todas sus trapacerías que duran públicamente vivas más que sus propios
sexenios. Pero no les importa ya que no hay leyes ni voluntad para castigar a
los malos políticos que con gran cinismo declaran un día si y el otro también
sus inocencia en lugar de estar declarando ante el Ministerio Publico.
Estas
dos cosas, la mediocridad de la llamada clase media y el mal sistema político,
se combinan a las mil maravillas para mantener el resto del cuerpo estatal en
inacción, en plena modorra.
En
resumidas cuentas, el pueblo mexicano es superficial debido a la psicología
colectiva de buscar a como dé lugar lo meramente material. Es bien sabido que
generalmente el pueblo tiene una concepción de la realidad y la clase dominante
y la gobernante otro tipo de concepción, ya Netzahualcóyotl se había dado
perfecta cuenta de que los ritos, costumbres y maneras de ser del pueblo eran
de menor calidad que las que tenía la clase dominante. Por ello recomendaba a
sus hijos observar en público las costumbres y ritos del pueblo pero les
aconsejaba que de manera privada las repudiaran. En el México actual no pasa
ello. Los burgueses no han sabido liderar al pueblo. No se trata de que sirvan
al pueblo sino que cumpliendo sus intereses privados cumplan con su destino de
liderazgo. No es tal el caso mexicano. Los burgueses se han dedicado a
corromper al gobierno y enceguecidos por la ambición desmedida se han puesto
como única meta ser declarados entre los más ricos del mundo teniendo sus
empresas los perores servicios en telefonía, televisión y demás rubros que
tocan. Ahora bien, ese dinero que ostentan no es el producto del trabajo e
inventiva sino de la gran corrupción imperante en lo político. Carlos Slim,
Emilio Azcárraga, Salinas Pliego y todos los ricos mexicanos han logrado amasar
sus fortunas por la complicidad y corrupción de los políticos que prácticamente
les han dado a precio de venta de cochera las empresas públicas que ostentan
así como las concesiones a modo de monopolios.
Esta
es la base de la psicología reinante entre los mexicanos: lograr el éxito
material sin que lo demás importe. No es posible negar la importancia que
representa el dinero en el sistema capitalista pero por eso mismo, el
pensamiento profundo y una visión radicalmente diferente a la común debería
gestarse. ¡Qué días aquellos en los que la nobleza azteca se imponía así misma
la más dura moral, las más duras pruebas y salían a lucir su hombría, su
nobleza!. Hoy todo eso es muy escaso y los políticos y ricos, enfermos de poder
que solo alcanzan, con tranzas con malas artes y bajo todo engaño posible se
pavonean como si no estuvieran con ello mismo mostrando su debilidad, su
profunda torpeza e ignorancia.
Póngase
el caso actual de Peña Nieto, el dinero gastado a espaldas de la sociedad, para
corromper al pueblo y contra toda legalidad, moralidad y ética lo hizo llegar a
la presidencia de la Republica. ¿Cómo va a poder imponer la legalidad una
pandilla de traidores a la Patria?. Porque corromper al pueblo es traición a la
Patria. ¿Cómo va a ser posible la profundidad cuando se prefieren las malas
artes al bien común, a la justicia, al imperio de la Ley?. Es imposible que un
grupo de alumnos de muy aventajados de Og Mandino aderezados de puro
pragmatismo puedan liderar a un pueblo?. Esto es imposible ya de suyo esto es
imponer la psicología de “el que no tranza no avanza” es corromper más al
pueblo. Esa psicología baratísima que al final termina por no solo no servir
sino por mantener al pueblo en la corrupción.
Es
imperioso que el pueblo en su conjunto haga un esfuerzo y aun el sacrificio de
hincar los pies en la tierra y detener la corrupción institucionalizada y ve
cuáles son sus prioridades más profundas y sus finalidades las lejanas y
viables. No más psicologías relativistas sobre la forma de lograr el pleno
desarrollo de la nación mexicana ni más la práctica de anti valores impulsados
por la burguesía mexicana, brabucona pero sin verdaderas agallas. En lugar de
sentir admiración por los burgueses mexicanos deberíamos sentir un intenso
rubor por sus actos y hechos totalmente repudiables.
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