Parecería
que los mexicanos nos dirigimos a la velocidad de un tren bala hacia la
democracia, la justicia, la libertad… a la salud plena del Estado mexicano,
según las palabras del Gobierno Federal y de la cupula priista en particular. Ojala
y eso fuera cierto. No se debe estar en contra de un gobierno por puro
subjetivismo, por prejuicio o por pura ideologia. Las bases para saber si vamos o no en la dirección correcta deben
estar fincadas en la realidad. Y, la realidad nos grita agudamente que nos pasa
lo que a Alicia en el País de las Maravillas. La pequeña corría y corría y no
avanzaba un céntimo de distancia. Esa es la ilusión óptica-mental que tratan,
el gobierno y los priistas, de incubar en la mente de los mexicanos. No hay
cosa más falsa que esa frase ampulosa y general “mover a México”. ¿Mover para qué?, ¿hacia dónde?,
¿por quién o por quienes? ¿con que fines?. Eso no se ha dicho ni de manera
incipiente, entre muchas otras cosas.
Los
priistas han terminado con la sana distancia entre el partido y el gobierno y
ha re-inaugurado un periodo perverso de fusión entre el Partido Revolucionario
Institucional (¿desde cuándo las revoluciones son instituidas?) con el
gobierno. No se puede distinguir entre el partido y el gobierno. Cosa mala.
Todo el Priato inmediato anterior es prueba irrefutable de tal perversión. Ingenuamente
los priistas creen que pueden volver a imponer el presidencialismo vetusto en México.
La sociedad ya cambio, los priistas no.
Fue
patética la forma y ridículamente nostálgico (con sueños de autoritarismo) el
fondo de la conmemoración priista. Peña Nieto ilusoriamente cree que el PRI que por el momento encabeza sobrevivirá a su sexenio administrativo-gerencial. Basta con ver el
cementerio del olvido, la vergüenza y la condena general donde han caido los intentos por perpetuarse en el poder; esto nos da la pauta para darse cuenta de
lo chabacano que esta el presidente de México, al creer que es el redentor del
viejo sistema. En el mismo acto, impúdicamente Cesar Camacho, se entregó en
cuerpo y alma a Peña Nieto, tratando de revivir las caducas y ridículas formas
del partido único. Eso no volverá a suceder. Embriagados del poder pasajero y
prestado no se dan cuenta que a pesar de todo, ni uno de los diversos intentos
que ha habido en México por la re-elección, todos han fracasado y sus actores
viven como verdaderos cadáveres andantes, sombras de sus sombras. Claro está,
que aunque han caído del Olimpo y ya no tienen ni el diezmo de poder que
tenían, como cuando fungían como presidentes, esto no les quita el feo fervor inútil
de seguir siendo los actores principales. ¡Que pálidos y que patéticos se
tornan los expresidentes!.Antes de llegar al gobierno federal, los futuros
presidentes, son desiertos y paramos a lo más. Después de terminado su sexenio
siguen siendo desiertos y paramos pero aún más secos, más lerdos, más torvos,
menos productivos y por el contrario, se vuelven ridículamente insoportables;
por doquier meten la lengua y la mano, afeando y echando, todo lo que tocan, a
perder. Es como si les cayera la
maldición inversa del rey Midas. Todo lo que tocan lo hacen…
Al
parecer, esto lo entendió muy bien Zedillo. Por eso, prefirió morir en el
ostracismo, en un lecho olvidado de dólares. Zedillo, queriendo huir del
repudio nacional, se tornó un mal recuerdo, un inquilino de oficinas frías y de
fina gritería que acalle los lamentos y oculte la sangre derramada en su
sexenio. Es de risa verlos luchar por llegar a lo más alto en busca de la
gloria eterna y se encuentran que les toca la paga del Diablo, es decir, ningún
solo bien, solo la condena nacional. La lepra les caería mejor que la sentencia
definitiva e inapelable del pueblo.
La
nación mexicana, me atrevo a decir, está limitada en casi todo, menos para
combatir a los que, como Carlos Salinas, trataron de perpetuarse en el poder.
Si este fracasó, el presidencialismo ridículo y ñango que añora Peña Nieto, también
caerá. Ni siquiera sospechan que bajo sus pies y por todos lados los cambios se
aceleran, impidiendo la vuelta atrás. No se puede volver a la Edad Media, de la
misma manera no se puede volver al Priato, aunque la ilusión óptica, por la
cercanía en el tiempo, les haga ver que es posible, y embriagados por la
melancolía lancen al viento su bravuconada.
¿Qué
tirano ha visto su caída o la imposibilidad de sus locos desvaríos?, ninguno.
Cuando los priistas despertaron el dinosaurio ya no estaba ahí. Solo los
paleontólogos miraban los restos de una vida hecha cenizas. El priismo no
volverá a ser nunca lo que fue. Tal y como poéticamente lo pronostica Gustavo
Adolfo Bécquer. “Volverán las oscuras golondrinas…Volverán las tupidas
madreselvas de tu jardín sus tapias a escalar. Y otra vez a la tarde, aun mas
hermosas, sus flores se abrirán; pero aquellas cuajadas de rocío, cuyas gotas mirábamos
temblar y caer como lagrimas del dia…esas…¡no volverán!.
Allí
está el pueblo, por lo menos lo mejor del mismo, construyendo las bases del
futuro y combatiendo a los pragmáticos y a los conservadores. El tiempo no es
renovable y ni siquiera se puede redimir. No importa cuántas rabietas y
pataletas den los priistas ni siquiera hay moneda que pueda comprar la vuelta
atrás; así como no se puede comprar la inteligencia; a lo más se puede
malamente invertir en la obtención de un título, incluso comprarlo. Pero la
inteligencia, se tiene o no. En este segundo caso están los priistas, empezando
por su flamante dueño en turno; Peña Nieto. Chava Flores conocía el lado flaco
de los mexicanos de ayer e inevitablemente los de hoy. Alegremente cantaba “¿A
que le tiras cuando sueñas mexicano?”, misma pregunta que les lanzo a los
priistas…con la seguridad de que ninguno es capaz de atrapar una sola verdad. El
pragmatismo priista no conoce de profundidades ni de alturas sino solo del
avance reptante.
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