Aún
tengo en mente la gran borrachera priista de hace unos días, por la celebración
de los flamantes 85 años de ese partido. Pero, no es el partido lo que ahora me
ocupa sino Peña Nieto. La soberbia que tiene entreverada en todo su ser junto
con el ejercito de aduladores no lo dejan ver (aunque creo que de todos modos
le sería imposible darse cuenta de la realidad) sus limitaciones intelectuales,
físicas y morales. Se le ha olvidado quien es. Sin embargo, toda borrachera
tiene sus consecuencias.
Se
dice que Jerjes lloró al ver su enorme ejército y darse cuenta de que en cien
años todo sería solo polvo. Por un
momento la soberbia cedió el paso a un rayo de razón, iluminándolo sobre
el destino del ser humano. Ahora bien, Jerjes no era un ser humano de pensamiento
profundo pero si había sido entrenado para gobernar. La vida dura y difícil le
fue impuesta hasta estar preparado para mandar. Aun así, nunca se está lo
suficientemente preparado para la vida, su amplia gama de circunstancias
impensadas se presentan de pronto y no se puede escapar a lo inesperado. Si a
esto se le agrega la nube de aduladores y malos consejeros la cosa se agrava.
Jerjes, quizá, no hubiera ido a la guerra contra Grecia si no hubiera oído a
Mardonio y en cambio hubiera seguido los planes de atacar a Egipto.
Peña
Nieto vive embriagado de poder. Nunca imagino que con todas las limitaciones
físicas, intelectuales y morales pudiera escalar hasta la más alta
magistratura. Paso a paso se fue abriendo paso al poder; mejor, dicho, paso a
paso le abrieron camino y lo protegieron para obtener sus intereses los viejos
priistas. Les salió a pedir de boca. No obstante, Peña Nieto se equivoca de
medio a medio. El poder público es pasajero y a lo más que puede aspirar es a
una vejez entre algodones por la jugosa pensión inmerecida pero prevista por la
Ley. Los cinco años que le restan pasaran para él, como un suspiro y cuando
menos lo piense se verá en una jaula de oro ambulante. Los que ahora lo adulan
se irán a adular al nuevo presidente. Aristóteles señalo que para vivir en la
soledad se requiere ser Dios o bestia. Nietzsche puso un tercer caso: ser filósofo.
Dos de estas opciones le están negadas a Peña Nieto.
Es
bien sabido que en la vida humana existe el conocimiento vulgar y el
pensamiento elevado. El primero está mediatizado casi exclusivamente por los
sentidos. No hay conciencia. Es por eso que los pueblos son fácilmente
engañados. Por el contrario, el pensamiento elevado, no deja ser guiado por las
percepciones pero no las deja de lado. De esta manera se contraponen la vida
mayormente sensitiva contra la vida unida al pensamiento racional.
Peña
Nieto presiente sus limitaciones, casi las toca; son como demonios que a cada
rato lo engañan y le tienden trampas. No es una sorpresa que a cada rato y de
manera continua se equivoque. Este mundo para él, esta cubierto de velos que se
le multiplican al infinito. Por ello es adicto al pragmatismo. No necesita
lidiar con conceptos, con abstracciones. Su mundo es sencillísimo, hasta los
mínimos detalles le son limados para que no tropiece con los obstáculos
mundanos. Se siente de maravilla cuando sus aduladores le dicen que es el
mesías esperado del priismo. No sabe que ya muchos mesías de mayor calidad han
pasado por el puesto que ahora ocupa. Se hace la ilusión de ser él, quien ha
devuelto al poder al priismo. Se equivoca, es un sistema podrido, una sociedad
apática, un numero de circunstancias las que han permitido llegar hasta donde
ahora esta.
Dentro
de un poco menos de cinco años bajara el telón y por un momento se dará cuenta
de la verdad. El ejército de aduladores que lo llaman “Señor presidente” se
habrá ido. Tiene el futuro chato, insípido, vulgar. ¿Qué hará dar clases en una
Universidad de los Estados Unidos de Norteamérica?, ¿será llamado para ocupar
un puesto del Banco Mundial?, ¿la Organización de las Naciones Unidas estará
interesada en que dirija alguna de sus dependencias?, ¿se volverá conferencista
o escribirá sus memorias?. Seguramente al darse cuenta del fin del sueño,
llorará tal y como lloró Jerjes.
En
virtud de sus notorias deficiencias y la realidad“le brindo esta profecía, allá
por la madrugada despertara llorando y dirá no es cierto, solo estoy soñando…”.
Esos
priistas no tienen par, abusan de las limitaciones de Peña Nieto. Lo engañan
como quien engaña a un niño, a un ciego; claro, Peña Nieto, no es Cesar
Augusto. El tiempo avanza, tic tac, tic tac.
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