Es
verdad que Joaquín Loera Guzmán debe y es considerado como un delincuente pero más allá de la ley
(la cual Peña Nieto se ha cansado de quebrantar y nosotros padecido casi apáticamente),
están los hechos. Mientras el primero, es considerado por el propio gobierno
federal como un empresario exitoso; el segundo, es un pragmático entreguista de
lo público a los dueños del gran capital privado. En una nación como la mexicana donde todo lo
que debería tomarse en serio se toma en broma y se prefiere la simulación, no
tendría cosa alguna de raro ni de malo quitar a Peña Nieto de la presidencia y
poner a Joaquín Loera como presidente pero ahora si bajo el control del Estado,
es decir, de la Ley.
Es
increíble como el gobierno trazó (cuando no creo) un perfil casi de genio de
las finanzas de Joaquín Loera para
contratarlo con el gobierno federal y vestirse así, Peña Nieto en un caballero
de la justicia. No obstante lo anterior, quizás no se dieron cuenta que también
se podía hacer el contraste entre el ignorante Peña Nieto y el casi genio que
perfilaron del Chapo. El primero con su profunda ignorancia e irresponsabilidad
concede lo que los capitalistas le ordenan; el segundo, como un genio de la
administración conquista mercados en medio mundo. Un mundo, el de Peña débil y
apocado y el otro, el del Chapo, imperialista. Ambos modos de proceder deben
ser puestos en la balanza y desecharse.
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