viernes, 31 de enero de 2014

EL ESTADO COMO FUENTE DE BARBARIE



El Estado mexicano sintió y resiente su raquítica salud en todos los ámbitos de la vida. Esto ha sido a causa de la barbarie aún más profunda del pueblo en todos los rubros. Claro el pueblo no tiene la mínima idea de su lamentable estado. El norte se jacta de estar por encima del resto de la nación mexicana y sin embargo, de allí nos proviene la barbarie en grandes causes. La barbarie más notoria está en la música y todo lo que ella rodea y sustenta (falta de buen gusto, gestos, poses, actitudes, pobreza material e intelectual entre otros), y que ha sido resultado del abandono del gobierno de sus funciones más elementales: seguridad pública por los tres órdenes de gobierno, generación de empleos, salud pública, educación y demás rubros públicos. Bajo estas condiciones la delincuencia se señoreo sobre la población y le impuso sus gustos particulares de vida y gustos. Los corridos y la música de banda y toda clase de malas hierbas crecieron en el arte y como selva tupida sepultaron el arte superior incipiente. En todo momento de la historia existe un arte popular, vulgar, bárbaro, pero desde hace por lo menos tres décadas se ha venido profundizado en todos los rincones de la vida de los mexicanos, al punto de la glorificación. Por doquier se ha regado este arte como aceite usado que todo lo contamina. Se puede ver como hasta la clase media ha sido conquistada por este arte popular. No hay día en el cual no se tenga noticia de este arte musical en todos los medios de comunicación y la gente que podría salvarse de esta contaminación por no sentir que esta contra el pueblo se ha unido a tal barbarie.

No tengo cosa laguna contra este arte en su existencia marginal pero ya instalado en la opinión publica esto es el desastre. Se abandona la fuerza, la salud, el buen gusto por la barbarie. Se han impuesto los colores chillantes, los sombreros, las botas, los cinturones, las chamarras de cuero, las actitudes y gestos llenos de estúpido orgullo. La nación mexicana es culpable de aceptar semejante calamidad. Con todo, no solo no ha habido una enérgica acción para sacudir a la nación mexicana de este éxtasis musical bastardo sino que la mayoría, todos a una, han estado dándole la santa bendición y mimándolo para que siga vigente.

Que no se sienta la tremenda culpa por este crimen es síntoma de la imbecilidad instalada tanto en los gobernantes como en el pueblo. Es sabido que a determinado pueblo le corresponde determinado gobierno. De un pueblo bárbaro no puede corresponderle gobernantes racionales, prudentes, sabios en su quehacer sino estúpidos e imbéciles. Cosa tal que se puede constatar de momento a momento en México. Esta flaqueza, esta salud raquítica tanto del pueblo mexicano, en general, como del gobierno debe empezar a curarse por todos los flancos. Véase como la enfermedad de estos dos componentes del Estado (gobierno y pueblo), tienen sus efectos nocivos sobre el tercer elemento del Estado (el territorio) y todo lo que sobre el existe fuera de lo humano (recursos naturales, minerales, la fauna, la pesca, toda clase de industrias, el agro, etc. El débil en lugar de bien administrar mal vende lo propio para que otros encaren la dificultosa tarea de producir bienes y servicios. 


lunes, 27 de enero de 2014

PUEBLA, LA CIUDAD DE LAS IDEAS

 
La ciudad de Puebla es una ciudad mezcla de lo viejo, de lo tradicional, de conservadurismo con lo nuevo, la ciencia, el arte, la libertad; también es una mezcolanza de la opulencia con la miseria. No hay un lugar más propicio para la pobreza como la calle diez poniente desde la cinco norte hasta la cinco de mayo, en el mero Centro histórico de la ciudad. En este tramo de calle esta resumida toda la pobreza es como un muestrario bien definido y rico de todas las latitudes de la ciudad de Puebla y másallá. Prácticamente no hay uno solo hueco de negocios improvisados. Se aprovecha cada palmo de banquetas para vender los artículos imaginables. Los vendedores ambulantes suben al transporte público ofreciendo artículos a toda vista de mala calidad. La pobreza obliga a consumirlos. En la calle el transporte se hace pesado todos quieren levantar al mayor número de pasajeros posibles. La gente pulula en ambas aceras comprando trozo de pizza, pescado frito, chicles, pan y toda clase de productos. La higiene es mínima. Se puede ver la pobreza en todos sus matices. La música popular se oye a todos volumen. Los negocios formales conviven con los informales. La venta de imágenes religiosas es abundante. En tan corto espacio se tiene un porcentaje alto de estos negocios. Todo bulle populosamente. Casi en la esquina de la diez poniente y cinco de mayo, a unos metros de la plaza San Luis esta un hombre campesino ya adaptado a la gran ciudad. Mira hacia todos lados. Nervioso. En las manos tiene una serpiente de unos cuarenta centímetros de color verde, juega con ella sin quitar la vista a su alrededor. Sobre una caja de madera están cuatro tortugas que se mueven sin cesar en una tina mediana con algo de agua. Dos jóvenes le hacen la plática pero él es un órgano receptor que abarca la conversación y los detalles que le interesan.

Todo esto es puro dinamismo. Mujeres jóvenes cuecen panecillos aquí y allá,  en comales de lata; muchachos tienen puestos improvisados y ofrecen películas clonadas y aun de más baja calidad. A decir verdad se venden muchas cosas falsificadas. El transito corre de poniente a oriente. La acera más populosa es la que da al sur. La tarde cae cálida. Los motores rugen y los pitidos de desesperación se multiplican. No hay un solo oficial de tránsito para desahogar el embotellamiento. En el corazón de la ciudad viven los olvidados. Un buen pulso de que la política económica funciona tal y como lo predican los gobernantes debería tomarse aquí.

Puebla fue hace poco la Ciudad de las Ideas. Que mejor idea sería que no se diera la espalda a este tramo de calle y aquí se midiera el agua a los camotes en el rubro de pobreza. 


LA TEOLOGÍA COMO BASE DE LA POLÍTICA PÚBLICA




El fracaso del panismo en sus administraciones sexenales tiene su base en el querer implementar el Reino de Dios en la Tierra, es decir, querer dirigir la cosa pública mediante la religión. Esto hubiera sido posible en naciones netamente primitivas en donde no hay separación entre el Estado civil y el Estado teológico, tales como las que existían en la antigüedad y hoy, entre naciones de medio oriente. Los mexicanos tenemos, se quiera o no, se acepte o no, una tradición liberal. Todo el siglo XIX y hasta ahora no son más que matices de liberalismo. Tanto en lo político como en lo económico somos liberales y esa es una cosa inevitable. Quien no vea esto o no acepte esto estará radicalmente miope. Quisiéramos ser de otro corte pero no hemos podido por diversas razones que no tocaré en estas líneas.  Claro que Benito Juárez fue liberal pero también nacionalista. El nacionalismo quizá sea uno de los males psicológicos y fíjense bien solo eso porque en la realidad somos consumistas, es decir, liberales económicos hasta el tuétano.  Existe pues una discrepancia entre lo que se piensa y lo que se hace.

El liberalismo económico es inevitable aunque nos pongamos ceñudos y biliosos. Tenemos que lidiar con semejante problema. Admiramos los estándares de bienestar que han logrado naciones europeas y las dos allende le Rio Bravo pero nos negamos a aceptar el liberalismo económico en nuestro suelo, en nuestra casa. El priismo nos trajo ese extranjero y le dio ya carta de legalidad.Ahora bien, este problema es menor cuando volteamos la mirada a la política mexicana. Es allí donde se encuentra el nido de los mayores males mexicanos, no hay punto en donde no viva fuerte y a sus anchas la corrupción. El liberalismo económico no podemos cambiarlo, de momento, la corrupción gubernamental sí. Pero para ello se necesita que surja un nuevo tipo de mexicano que sienta la necesidad de tomar la política en serio sin importar a qué partido pertenezca.

Esto además de vivir en las cabezas de ese nuevo tipo de mexicano debe llevarse a cabo sin miramientos. El panismo sintió ya los efectos de los dogmas, es decir, de la irracionalidad. Creían ingenuamente que con llegar al poder político nacional con la ayuda del Dios cristiano todo iba a funcionar a las mil maravillas. Sin embargo, la vida pública no puede ser llevada con rezos, signos, gestos teatrales ni con la frivolidad con que Vicente Fox y Felipe Calderón llevaron sus respectivas administraciones. Fox nunca se dio cuenta de que la política necesitaba seriedad y todo su sexenio fue una colección de disparates. Calderón advirtió no se podía con puro voluntarismo religioso cargar con los enormes problemas que suponen la administración pública. Total que sus gobiernos fueron un desastre total.

Los priistas son todo menos son todo menos tontos, pusieron todas sus malas artes políticas para ganar y lo hicieron. Ello obligó a los panistas a re-pensar su situación y llegaron a la sana decisión de volverse liberales y reformaron los estatutos de su partido. Rechazaron la imposición, se volvieron indóciles de manera pública para con sus dirigentes. Los panistas conservadores pusieron el grito en el cielo. La chusma había entrado por la puerta trasera y tomado el poder del partido. La razón tan odiada entre los conservadores como un ventarrón les había sacudido hasta la medula. Esto traerá sus consecuencias. Desde el do mil doce se les hizo evidente que no se podía sostener un gobierno en México con base en los dogmas teológicos. Fox y Calderón dieron muestras públicas de entreverar la política y la teología de manera torpe y hasta ridícula. Esto caló hondo en la juventud panista que de plano reprobó tales prácticas.  Fox es un torrente inagotable de estulticia. No hay día en que no desvaríe; Calderón no hay día que no se siga creyendo presidente, ambos cargan con el descredito de su partido y de sus malas administraciones. Los mexicanos queramos o no somos liberales. Lo importante es el grado de liberalismo y la forma de encarar la corrupción e imponer un verdadero Estado de Derecho que alcance a los gobernantes y políticos.

domingo, 26 de enero de 2014

PANCHO VILLA





La persona de Francisco Villa suscita juicios encontrados tanto en el extranjero como en México, tanto entre intelectuales de todo tipo como entre la gente común y corriente. Las dos posiciones encontradas son, por un lado, la ponderación más alta para quienes le tienen la simpatía más amplia y la denostación para los contrarios. Esto ha sido así dado a que se le enjuicia desde los hechos brutos. Incluso el gran Martin Luis Guzmán quien lo conoció personalmente lo juzga de no menos de un matón de siete suelas. Los estadounidenses de más allá del rio Bravo tienen el mismo concepto. Esto es comprensible dado a que Villa y sus seguidores han sido los únicos que han tenido el atrevimiento de invadir el suelo gringo y hacerse “justicia” por su propia mano. No obstante, de haber entrado a territorio mexicano el general Pershing con casi veinte mil soldados bien armados y apoyados por aviones nunca lo pudieron atrapar. Esto tendrá sus consecuencias vitales. Arrojará luz a lo que expondré.

En México una buena parte de la población tiene fervor por la figura de Villa y esto es una desmesura ya que con esto se le quita lo humano, es decir, lo fundamental para juzgar a Villa y se le coloca ya sin vida como mero ídolo de facciones rígidas que no dicen cosa alguna que nos lleve a ponderarlo. Sus detractores lo minimizan cuando no lo insultan. No lo bajan de cuatrero, matón y cosas similares. Sin embargo, el enigma no queda resuelto en su parte medular. A Villa se le debe juzgardesde el vitalismo como lo que fue: persona. ¡Y que persona!. Para los griegos personaje significaba “sonar a través de” (per sonare), ¡y vaya que lo que fue Villa sonó y sigue sonando!.¿Por qué se le debe juzgar desde su vida vital?, eso en respuesta  a que es lo medular, lo fundamental lo demás es accesorio y no se debe ni puede juzgar como hasta hora a la gente desde por su periferia sino justo en lo que en su tuétano, su corazón. Si a Villa se le considera un delincuente eso es mera especulación o verdad banal ya que no existe sentencia o proceso que nos lleve a tal conclusión. Los hechos que se le atribuyen y que no niego a pesar de su autoría no son en todo caso significantes para conocer al hombre.

Si fue y sigue siendo un ídolo eso le quita lo fundamental en su vida y solo sirve para la historia oficial. Esta nos presenta un ser descarnado, hueco y dúctil para los días festivos y como pasto de las multitudes y si fue un simple matón esto tampoco nos arroja luz sobre su ser. ¿Cómo pudo un hombre simple dirigir a todo un ejército, al más importante en las más importantes batallas de la revolución mexicana?, ¿Cómo después de la revolución estando en la hacienda del Canutillo, seguía siendo temido?. Aquí se ve toda la manquedad de las perspectivas idolatras y denigrantes, simplemente no pueden explicar estos fenómenos.

Se ha ponderado a las personas desde sus meros hechos como lo más significativo y sin perder su valor tales hechos estos son meros efectos, emanaciones de la personalidad de los actores. Villa como todos los hombres y mujeres se les debe juzgar desde su vida misma y con base en los valores vitales. Una vida decadente, débil, enferma es evidente que no debe ni puede ser tomada como un valor positivo. En cambio una vida plena, llena de fuerza de coraje, de valor y salud nos indica el valor positivo de la vida. Solo desde los valores positivos se pueden entender las hazañas cometidas por Villa; si hubiera sido un débil, un decadente  le hubiera sido imposible desplegar toda su fuerza, toda su astucia, todo su genio militar. Fíjense bien que esto es lo vital y no la educación académica que no se pude desdeñar pero es solo un agregado a la vida y no l vida misma. Si para vivir de manera sana y fuerte las Universidades serian el gimnasio de la vida. Sin embargo, a los seres humanos no solo no recolectan más animosidad y se vuelven más esforzados sino que el sistema educativo los domestica y les cercena la jovialidad y la espontaneidad. Se va a las Universidades a obtener títulos para darse cierto tonito de sabihondez pero no a volverse más sanos y fuertes.  A mí me basta poner un pie en una Universidad para ver un hospital lleno de pacientes con las caras largas y sombrías, aunque sonrían cómicamente.

Entre los que conocieron personalmente a Villa estaban personas con grados académicos de licenciatura. Leídos y escribidos como suele decir nuestra gente. Ahora bien, si estas personas hubieran sido superiores por su conocimiento, fácilmente hubieran superado y quitado a Villa del centro del mando y lo hubieran relegado a la periferia como simple accesorio. Despojados los actores de los accesorios se les puede ver en toda su desnudez pero también en su valoración. No hay duda que los actores de la revolución quisieran o no desplegaron todas sus energías en uno u otro sentido. Pero en esos momentos llenos de peligro y siempre tensos de poco servía la educación, era la fuerza vital, el genio guerrero, la salud, la valentía, la astucia los que eran menester para avanzar entre la muerte circundando la vida. No es que los valores culturales estuvieran ni fueran menos valiosos como después se mostró. Terminada la revolución la cultura se volcó a mostrarnos desde diversas perspectivas lo que había sido la revolución. Sin embargo, allí, con Villa encontramos los más altos valores vitales. Sobre sus espaldas recayó el peso de haber dirigido a la imparable y temible División del Norte a la cual los mexicanos debemos cosas provechosas. Imaginemos los momentos de peligro y de toma de decisiones en manos de un hombre sin temple, sin fuerza y sin el valor de Villa. Hubiera sido un desastre. Ante la brutalidad de la sangre, de la muerte sin piedad se deben tener nervios de acero, casi literalmente pero más por la responsabilidad histórica de las consecuencias de tales hechos y actos. Como todo lo humano en su plena vitalidad vemos que en cada batalla Villa desplegó todo su valor y genio para lograr vencer.

Toda la época posterior a la revolución mexicana siente y resiente la falta deverdaderos hombresde valor. Solo aquí y allá se van germinando inconscientemente tales hombres, floreciendo aisladamente en un pueblo lleno de potencia. Claro ha habido y hay señoritos remilgados que se hinchan los bolsillos de dinero pero propiamente no son hombres de vitalidad. Son como lo dijo el ínclito Javier Lozano cada uno de ellos sin excepción “El Payaso de la Cachetada”. Artistas de Televisa de o de Tv Azteca pero no mujeres y hombres vitales. Cuanta falta nos hacen.

Bien, en la escala de valores de los mexicanos priva el mal gusto por la figura del crucificado, es decir, valores de decadencia, el gusto por la “humildad”, entendida como la condición más baja de la salud, de la fuerza, de la voluntad de vivir en plenitud. Este gusto viene del cristianismo. Con el cristianismo se enfermaron a los pueblos sanos, fuertes, valientes de lo que ahora es México. Ese es el crimen que no se les puede perdonar a los teólogos. Todo su quehacer está dirigido a enfermar lo que es grande. Por eso es una rareza que surjan hombres como Villa y más raro es que se le bien pondere. La tarea de la nación mexicana debería ser la producción de seres humanos bien constituidos física y mentalmente con valores fuertes. Pero, no hasta ahora se han generado señoritos remilgados. ¡Que tiempos , que costumbres!.


viernes, 24 de enero de 2014

EL PAYASO DE LAS CACHETADAS





La nobleza es la vida individual que se eleva por si misma desarrollando hasta su plenitud las potencias latentes en cada ser humano. La fuerza, la inteligencia, la salud en sus dos vertientes, la voluntad y todo aquello que estando en estado germinal pasa a ser. Para usar los términos de Aristóteles diría que es pasar de la potencia al acto. En los seres humanos no hay duda que por genética se heredan determinadas potencias que con el crecimiento pueden llegar a desarrollarse a plenitud hasta elevar a los humanos a la condición más poderosa en todos los sentidos, a la condición más sabia, hermosa, saludable o cualesquiera otra que corresponda.

La nobleza no es una condición delegada por divinidad alguna sino la más humana de las condiciones vitales del ser humano. Sostener lo contrario es pura chabacanería ridícula. La nobleza heredada es la pedantería estúpida que alzan los retoños atrofiados de la verdadera nobleza, la primera es por derecho la segunda, es primero de hecho y después alcanza su derecho que hereda a sus vástagos. De allí proviene esa cosa chata de la alcurnia, que no es otra cosa que el mal gusto petrificado en cada gesto mecánico, falto de espontaneidad.

Sobre este terreno se mueve el panismo, en una supuesta nobleza heredada. Los panistas les gusta hasta la saciedad separarse de las masas debido a su alcurnia, ese vejestorio mal oliente de cadáver de siglos. Para ellos existen dos clases: los panistas que es decir, los conservadores y el pueblo ignorante, carente de verdaderos derechos. Los que deben dictar los derechos y obsequiarlos y sostener el Reino de Dios en la Tierra son ellos, los panistas. Es un rasgo distintivo de los conservadores creer que existen por derecho divino y que los demás existen para obedecerlos en sus designios. El derecho divino al que aluden es infalible por su propia naturaleza. A estas alturas de la historia eso es ya signo de extravío, su Dios está bien muerto.

Décadas de recato y de alcurnia panistas fueron puestas a prueba desde hace mucho tiempo pero concretamente desde el año dos mil en que los panistas llegaron al poder presidencial. Dicen que los pueblos no se equivocan y eso se vio refutado hasta por doble partida; la primera con Fox, ese hombre mezcla de bonachería, de estulticia e infantilismo; la segunda, con Calderón, compuesto por una irracionalidad rabiosa y una alcurnia miope; ambos con el fondo teológico absoluto como seguro contra todos los males del mundo. Doce años duro la locura. Ante la incapacidad y corrupción de estas dos administraciones vino la desilusión. En las elecciones del dos mil doce “José fina diferente”,fue indiferente para los votantes y el pueblo retrocedió hacia tierras conocidas; hacia el priismo: “Roban pero dejan robar”. Una oleada de conservadurismo, de tradición priista se adueñó del escenario político.

Los viejos panistas se lamentaban entre bastidores de la derrota aplastante que sufrieron pero, poco podían hacer. Las nuevas oleadas de panistas habían infestado al partido. Pronto la lucha por el control del Partido Acción Nacional, los iba a confrontar. Dos facciones se disputan el poder, los calderonistas y los maderistas. La vieja alcurnia solo acertaba a menear la cabeza desaprobatoriamente. Ya el señorito remilgado de German Martínez había presentido la catástrofe que se les avecinaba. Anunciaba con gestos y gritos que el Partido Acción Nacional se perredizaba o que es lo mismo, que las viejas estructuras rígidas de controlpolítico hacia el interior de su partido se rompían inexorablemente.

En el ser humano pulsan todo tipo conocido de virtude4s y de vicios. Los verdaderos nobles superan en medidas diferentes los vicios para mostrar su plenitud. Los panistas creían falsamente estar hechos de una materia noble. “La nobleza obliga”, pero no obliga de manera abstracta sino particular. En los dos sexenios panistas se vio claramente que el endeble barniz, no de la nobleza, sino de la ridícula alcurnia se resquebrajaba por todos lados. La corrupción, el nepotismo, la injusticia, la banalidad y toda clase de tonterías lo verificaban vívidamente cada día de los dos gobiernos panistas.

Se fue creando un estercolero como escenario del circo panista. Los panistas mostraron que en ellos laten las pasiones más bajas al punto de no poder controlar sus deseos de aniquilarse entre sí sin importarles las consecuencias. Corrupción, traiciones, uso indebido del poder y toda clase de bajezas salieron a relucir en la fea batalla. La lucha por el control del partido llego al punto más alto cuando Javier Lozano llamó a Gustavo  Madero “El Payaso de las Cachetadas”. El aludido aulló de coraje y Lozano de júbilo, sin que se dieran cuenta del irremediable vicio generalizado que habían escenificado. Al pronto el pueblo vio la verdad, la supuesta nobleza heredada, era una maldición. La alcurnia se desgarró hasta caer en su propio fango para no volver a salir de allí. El panismo quedo allí en plena plaza pública, solo, avejentado, mordiéndose el corazón con el puñal ensangrentado de todos los panistas presentes. El juego había acabado. El viejo y ridículo mito del derecho divino, de la nobleza, de la alcurnia había sido acuchillado por sus propios herederos. Avergonzados se retiraron sin quitarse los disfraces de payasos, sí, todos, desde hace mucho habían llevado en la piel el estigma del Payaso de las Cachetadas. ¿Quién volverá a creer en semejante mentira del derecho divino?. Los panistas han sentido por fin la libertad humana y les ha pesado. En la intimidad se rascan la piel y con asco y horror ven que esta se desgarra y de la llaga sale putrefacción pestilente. Lo racional seria que reconocieran que solo son otros tantos humanos pero les gusta vivir entre mitos, volverán a su bizqueo y a su vieja retórica.  La función debe continuar. Allá, en el fondo nebuloso hay largas filas de camerinos, se oye un lacónico toc, toc, en una de las puertas, primera llamada.  El viejo rotulo cascado y de mal gusto reza: “El payaso de las Cachetadas”.