La
persona de Francisco Villa suscita juicios encontrados tanto en el extranjero
como en México, tanto entre intelectuales de todo tipo como entre la gente
común y corriente. Las dos posiciones encontradas son, por un lado, la
ponderación más alta para quienes le tienen la simpatía más amplia y la
denostación para los contrarios. Esto ha sido así dado a que se le enjuicia
desde los hechos brutos. Incluso el gran Martin Luis Guzmán quien lo conoció
personalmente lo juzga de no menos de un matón de siete suelas. Los
estadounidenses de más allá del rio Bravo tienen el mismo concepto. Esto es
comprensible dado a que Villa y sus seguidores han sido los únicos que han
tenido el atrevimiento de invadir el suelo gringo y hacerse “justicia” por su
propia mano. No obstante, de haber entrado a territorio mexicano el general
Pershing con casi veinte mil soldados bien armados y apoyados por aviones nunca
lo pudieron atrapar. Esto tendrá sus consecuencias vitales. Arrojará luz a lo
que expondré.
En
México una buena parte de la población tiene fervor por la figura de Villa y
esto es una desmesura ya que con esto se le quita lo humano, es decir, lo
fundamental para juzgar a Villa y se le coloca ya sin vida como mero ídolo de
facciones rígidas que no dicen cosa alguna que nos lleve a ponderarlo. Sus
detractores lo minimizan cuando no lo insultan. No lo bajan de cuatrero, matón
y cosas similares. Sin embargo, el enigma no queda resuelto en su parte
medular. A Villa se le debe juzgardesde el vitalismo como lo que fue: persona. ¡Y
que persona!. Para los griegos personaje significaba “sonar a través de” (per
sonare), ¡y vaya que lo que fue Villa sonó y sigue sonando!.¿Por qué se le debe
juzgar desde su vida vital?, eso en respuesta
a que es lo medular, lo fundamental lo demás es accesorio y no se debe
ni puede juzgar como hasta hora a la gente desde por su periferia sino justo en
lo que en su tuétano, su corazón. Si a Villa se le considera un delincuente eso
es mera especulación o verdad banal ya que no existe sentencia o proceso que
nos lleve a tal conclusión. Los hechos que se le atribuyen y que no niego a
pesar de su autoría no son en todo caso significantes para conocer al hombre.
Si
fue y sigue siendo un ídolo eso le quita lo fundamental en su vida y solo sirve
para la historia oficial. Esta nos presenta un ser descarnado, hueco y dúctil
para los días festivos y como pasto de las multitudes y si fue un simple matón
esto tampoco nos arroja luz sobre su ser. ¿Cómo pudo un hombre simple dirigir a
todo un ejército, al más importante en las más importantes batallas de la
revolución mexicana?, ¿Cómo después de la revolución estando en la hacienda del
Canutillo, seguía siendo temido?. Aquí se ve toda la manquedad de las
perspectivas idolatras y denigrantes, simplemente no pueden explicar estos
fenómenos.
Se
ha ponderado a las personas desde sus meros hechos como lo más significativo y
sin perder su valor tales hechos estos son meros efectos, emanaciones de la
personalidad de los actores. Villa como todos los hombres y mujeres se les debe
juzgar desde su vida misma y con base en los valores vitales. Una vida
decadente, débil, enferma es evidente que no debe ni puede ser tomada como un
valor positivo. En cambio una vida plena, llena de fuerza de coraje, de valor y
salud nos indica el valor positivo de la vida. Solo desde los valores positivos
se pueden entender las hazañas cometidas por Villa; si hubiera sido un débil,
un decadente le hubiera sido imposible
desplegar toda su fuerza, toda su astucia, todo su genio militar. Fíjense bien
que esto es lo vital y no la educación académica que no se pude desdeñar pero
es solo un agregado a la vida y no l vida misma. Si para vivir de manera sana y
fuerte las Universidades serian el gimnasio de la vida. Sin embargo, a los
seres humanos no solo no recolectan más animosidad y se vuelven más esforzados
sino que el sistema educativo los domestica y les cercena la jovialidad y la
espontaneidad. Se va a las Universidades a obtener títulos para darse cierto
tonito de sabihondez pero no a volverse más sanos y fuertes. A mí me basta poner un pie en una Universidad
para ver un hospital lleno de pacientes con las caras largas y sombrías, aunque
sonrían cómicamente.
Entre
los que conocieron personalmente a Villa estaban personas con grados académicos
de licenciatura. Leídos y escribidos como suele decir nuestra gente. Ahora
bien, si estas personas hubieran sido superiores por su conocimiento,
fácilmente hubieran superado y quitado a Villa del centro del mando y lo
hubieran relegado a la periferia como simple accesorio. Despojados los actores
de los accesorios se les puede ver en toda su desnudez pero también en su
valoración. No hay duda que los actores de la revolución quisieran o no
desplegaron todas sus energías en uno u otro sentido. Pero en esos momentos
llenos de peligro y siempre tensos de poco servía la educación, era la fuerza
vital, el genio guerrero, la salud, la valentía, la astucia los que eran
menester para avanzar entre la muerte circundando la vida. No es que los
valores culturales estuvieran ni fueran menos valiosos como después se mostró.
Terminada la revolución la cultura se volcó a mostrarnos desde diversas
perspectivas lo que había sido la revolución. Sin embargo, allí, con Villa
encontramos los más altos valores vitales. Sobre sus espaldas recayó el peso de
haber dirigido a la imparable y temible División del Norte a la cual los
mexicanos debemos cosas provechosas. Imaginemos los momentos de peligro y de
toma de decisiones en manos de un hombre sin temple, sin fuerza y sin el valor
de Villa. Hubiera sido un desastre. Ante la brutalidad de la sangre, de la
muerte sin piedad se deben tener nervios de acero, casi literalmente pero más
por la responsabilidad histórica de las consecuencias de tales hechos y actos. Como
todo lo humano en su plena vitalidad vemos que en cada batalla Villa desplegó
todo su valor y genio para lograr vencer.
Toda
la época posterior a la revolución mexicana siente y resiente la falta deverdaderos
hombresde valor. Solo aquí y allá se van germinando inconscientemente tales
hombres, floreciendo aisladamente en un pueblo lleno de potencia. Claro ha
habido y hay señoritos remilgados que se hinchan los bolsillos de dinero pero
propiamente no son hombres de vitalidad. Son como lo dijo el ínclito Javier
Lozano cada uno de ellos sin excepción “El Payaso de la Cachetada”. Artistas de
Televisa de o de Tv Azteca pero no mujeres y hombres vitales. Cuanta falta nos
hacen.
Bien,
en la escala de valores de los mexicanos priva el mal gusto por la figura del
crucificado, es decir, valores de decadencia, el gusto por la “humildad”,
entendida como la condición más baja de la salud, de la fuerza, de la voluntad
de vivir en plenitud. Este gusto viene del cristianismo. Con el cristianismo se
enfermaron a los pueblos sanos, fuertes, valientes de lo que ahora es México.
Ese es el crimen que no se les puede perdonar a los teólogos. Todo su quehacer
está dirigido a enfermar lo que es grande. Por eso es una rareza que surjan
hombres como Villa y más raro es que se le bien pondere. La tarea de la nación
mexicana debería ser la producción de seres humanos bien constituidos física y
mentalmente con valores fuertes. Pero, no hasta ahora se han generado señoritos
remilgados. ¡Que tiempos , que costumbres!.