Nuestra
vida descansa sobre todo un sistema de creencias y, esto es muy significativo
para entender la realidad, nuestra realidad particular pero también la general.
Y, hoy estamos en un cambio de paradigmas., nos hemos vuelto incrédulos de todo
al grado de que los conservadores gritan desaforadamente que se acercan tiempos
apocalípticos. No hay tal. Otra etapa más de la vida, de la realidad.
Se
ha dicho hasta la saciedad que el inicio de la búsqueda de la verdad es la duda
en todas sus variantes, pero tal parece que en México lo que menos se quiere es
saber la verdad; se quiere fama, dinero, grados académicos o puestos públicos, pero
no la verdad. Ahí tenemos el “Talón de Aquiles” del pueblo mexicano, la
ignorancia, la fuente de todos los males nacionales. Y, no se crea que las
llamadas elites sociales más altas son sabihondas al tipo de Nezahualcóyotl, en
realidad son las más ignorantes entre los ignorantes. Únicamente tienen una fe
ciega en el libre mercado, son ávidas de los lujos excesivos y se han vuelto huecas,
vacías de todo contenido sustantivo realmente germinal de lo bueno, de lo
fuerte, son, en resumen, decadentes.
Bien,
si la duda es el inicio de la búsqueda de la verdad, debemos preguntarnos ¿Por
qué en este pasado inmediato de 2018, el pueblo mexicano en buena medida voto
por lo impensable, la llamada izquierda?. Las respuestas que dan nuestros “intelectuales”,
son tan inocentes, tan simplonas que harían sonrojar hasta la médula, a un buen
pensante. No es como se imaginan estos líderes de opinión que únicamente hay un
hartazgo social surgido de los excesos del partido, alguna vez, único de
Estado. Hace 30 años, 24, 18, 12, 6 eran los priistas, junto con el Partido Acción
Nacional, corruptos en exceso y protegidos por un pacto de impunidad tanto
legal como sistémico y durante esos periodos no puedo darse la transición política
a pesar de la alternancia en el año 2000, pues siguió (con variantes), vigente
el Presidencialismo, aunque decadentes. Los panistas no supieron entender el
momento histórico y por consiguiente no pudieron aprovechar su momento. No
tuvieron la oportunidad real de ser la vía del cambio, su conservadurismo y su parentesco
con el priismo los hundió.
Hay,
factores o elementos tanto internos como externos que permitieron el quiebre
definitivo del régimen Presidencial. El PRI, nació teniendo como fin ser el
nutriente de funcionarios del Estado mexicano en todos sus ámbitos y niveles;
ese y no otro era su fin, y de ello dependía su existencia, pero eso se terminó.
El Estado mexicano tenía la rectoría de la economía, pero con las
privatizaciones esa facultad quedó en la formalidad constitucional, pero se trasladó
a las trasnacionales de manera fáctica. Otro
monopolio que tenía el ejecutivo federal era la de ser el mandamás en la política,
pero gradualmente ese rubro se fue diluyendo como efecto del surgimiento de
diversos partidos políticos. El monopolio político se fracciono y se volvió polvo
en las manos del presidente de la república. Un dique más a la democracia lo
era la Secretaria de Gobernación, dependiente claro del presidente en turno,
pues era ni más ni menos que el Santo Oficio de lo que se podía publicar o no
por la prensa y por si esto fuera poco hasta el arte era censurado.
Este
totalitarismo se fue minando poco a poco hasta que explotó brutalmente el uno
de julio de dos mil dieciocho. Cayó el telón de una puesta en escena y la opinión
publica dio un giro de 180 grados. El totalitarismo presidencial creo toda una ideología
y practica basada en los anhelos revolucionarios, aunque en la realidad era una
“Dictadura blanda”, que se adaptaba a los cambios, pero siempre manteniendo el
control social. Tenía pues un sistema de creencias que lo mantenía vigente. Véase
en el calendario todos los días de fiesta oficiales y los días de fiesta
religiosos y se verá como estas festividades no son otra cosa que tradiciones
en las que se creía a pie juntillas. Mucho de estos ha pasado a la historia. Otro
echo externo, la caída del Muro de Berlín iba a traer como consecuencia la
perdida de la fe en el comunismo y en el socialismo a través de la caída del
socialismo real. El Neoliberalismo sin oposición se lanzaría a la conquista del
mundo hasta donde dieran sus fuerzas y casi lo logran.
Las
expresiones vulgares y comunes en el sistema Presidencial y priista no son más
que símbolos de la fe, en la creencia en el régimen. “Vivir fuera del presupuesto
es vivir en el error”, “El PRI roba, pero deja robar” y “Papá gobierno”. Claramente
se ve como existía una complicidad entre partido, gobierno y pueblo que impedía
la democracia. “La corrupción somos todos”, y de allí la necesidad de una “Renovación
moral” que bullía en las cabezas de los gobiernos corruptos que por lo mismo
nunca hacían lo correspondiente para remediar este mal. Hubo la necesidad de
que el pueblo saliera de la “caverna”, platónica y viera por sí mismo la
realidad y no sus sombras. Las privatizaciones contribuyeron con su cuota de
desaliento a la caída del régimen. Mientras más privatizaba el gobierno en
turno más desempleados se creaban, mismos que ya no vivían del presupuesto y
con ello su fe en el priismo se diluía.
Doce
años de gobiernos panistas acrecentaron el descreimiento y la desconfianza en
el régimen. El panismo vendió su pasado moral pero inmediatamente que llegó al
gobierno se vio que, en la práctica esto no era más que el continuismo del
priismo, pues hicieron suya la corrupción y la impunidad, el dúo que tiene
anclado el pueblo mexicano en la debilidad. Al panismo se le debe agradecer, a
pesar de todo, de llevar hasta su punto de quiebre al sistema político mexicano.
El
presidente en turno, Enrique Peña Nieto, lerdo hasta el tuétano también contribuyó
a la caída del régimen priista con su enorme torpeza, aunque lo vendieran como
el “Salvador de México”, resultó el sepulturero de su propio régimen sin proponérselo.
La corrupción y la impunidad son los símbolos de su gobierno. En su sexenio se
dio el punto casi final de las privatizaciones y con ello se dejó desnudo al
pueblo de todos los derechos que medianamente había conquistado bajo el mismo
sistema político priista. La educación privada, la seguridad hecha un desastre,
el campo abandonado casi por completo y la vida toda, en franca zozobra. El
PRI, que había vivido como pez en el agua fue sacado a la arena de la
competencia igualitaria en lo legal, pero con un descreimiento casi total. El
resultado no podía ser otro que la derrota. Un pez fuera del agua no tiene
oportunidad de vida, sus agallas son para vivir en el agua.
Esa
creencia general, se trasladó en la imagen de un caudillo, un mesías como lo
diaria Enrique Krauze, claro este tipo de definiciones están torcidas,
contaminadas por el pensamiento errado de Thomas Carlyle. Andrés Manuel López
Obrador ni es caudillo ni mesías sino un hombre en el que se han depositado los
anhelos de una buena parte del pueblo mexicano y tiene todas las virtudes y
defectos de la especie humana. No será el salvador ni lograra cambiar al Estado
mexicano, esa es una tarea general que compete como ya se vio al pueblo. Morena
se ha vuelto la guarida de lo más bajo, incluso del priismo, pero paradójicamente
el pueblo en buena medida cree en este partido y su líder moral. Los que creen
que el priismo original puede volver a gobernar se engañan. El crédito de confianza lo mal gastaron y no
hay forma de que lo vuelvan a obtener. El amplio puente de confianza que había entre
el partido único de Estado está destruido, fuera de servicio.