El
panismo en algún momento de la historia política de México, se condujo con ética
y una moral acorde a sus declaraciones. Pero tan luego llegaron al poder político
se mostraron como una turba sedienta de placeres mundanos, sedienta de vanidad,
sedienta de dinero publica para fines privados. En resumen, se corrompieron y
se pusieron los ropajes del priismo que les quedó a la medida. Tuvieron doce
años para hacer una transición política del Presidencialismo hacia la democracia.
Desafortunadamente para el Estado mexicano se envilecieron al grado de sentirse
iluminados para imponer su moral religiosa a través del “Reino de Dios en la
Tierra”. Abandonaron la política, en buena medida, para dedicarse a la corrupción
mientras cantaban bellos salmos y oraciones.
Tan
ocupados estaban en las privatizaciones y en la rapiña sobre el Estado mexicano
que nunca lograron percibir los anhelos del pueblo mexicano. Siguieron actuando
como si la realidad se debería ajustar a sus delirios y no a ella misma. El
resultado fue que se vieron avasallados por la decisión del pueblo a ser meros
comparsas de Morena aunque remolones. Han sido relegados a montar una ola que
los dejará varados en playas desiertas. ¿Quién en su sano juicio está dispuesto
a seguir oyendo las palabras huecas del panismo?, creo que únicamente los despistados.
Los
panistas tienen un error fundamental, creerse enviados del Dios católico,
creerse cultos, sabios y prudentes cuando dan muestra publica de tener una educación
muy paupérrima y una doble y hasta triple moral. Basta con oír a Vicente Fox, a
Felipe Calderón, a Diego Fernández de Cevallos o, a Gustavo Madero para darse
cabal cuenta que usan, en todo momento, un lenguaje muy similar lleno de
improperios (y no se trata de mojigatería), muy básico carente de toda
disciplina que requiere la Ciencia Política. Es una vergüenza escuchar sus
expresiones que corresponden más a bares y cantinas que los recintos
legislativos, los estudios de televisión, foros, entrevistas de todo tipo en
radio y televisión. Con todo el reclamo central es su falta de ideas. No tienen
la mínima idea de lo que es el Estado en general y menos las circunstancias políticas,
económicas y sociales por las que transita la nación mexicana. Son lerdos con ínfulas
de sabedores.
Los
panistas son tan ciegos a sus fatales errores que no tienen tiempo de
reflexionar y recomponerse. Han desplazado a la llorona en todo el territorio
nacional y un día si y el otro también lanzan análisis y profecías dignas del
Apocalipsis. Por doquier ven males y signos del fin de los tiempos. No hay tales.
Los panistas han enloquecido por haber perdido el poder público con el que pretendían
hacer una dinastía moral y llenarse los bolsillos de dinero público. Todavía
resuena el “¡Animo, Montana!, ¡Lo que dura, dura!, de aquellos gloriosos días en
los que se reunían los legisladores panistas para simular que iban a reuniones
para bien legislar mientas se daban la gran vida con dinero público con
prostitutas y ríos de alcohol y váyase a saber qué cosas más. En fin, el
panismo en el poder fue el canto de las sirenas, el vuelo de una golondrina y
la mordedura viperina al erario.
Hoy,
los panistas se quejan amargamente día y noche de su lamentable situación y
quieren endosar esa factura al pueblo, aunque no lo digan y han enfocado sus
diatribas contra el gobierno en turno como si ellos mismos no fueran los responsables
y culpables de su actual situación. Con su gritería y trompetería vuelven sombría
la vida. Son incorregibles.
Ahora
bien, los críticos de este gobierno (y, es legal y legítimo que se critique a
este gobierno), son los que quedaron sin poder político y los que quedaron en
calidad de minoría. Estos sujetos tejedores todos los días nos anuncian el Fin
del Mundo; y sin embargo, se sigue viendo a Fox, Calderón, Madero, Fernández de
Cevallos y la mayoría de críticos de este gobierno bien alimentados (imagino
que hasta nutriólogos tienen), bien vestidos, con todos los bienes y servicios
que tienen menester; es decir, tienen su vida perfectamente arreglada con el
dinero público. Les debería dar vergüenza decir que luchan por el pueblo y para
el pueblo cuando ha sido todo lo contrario, han traicionado al pueblo una y mil
veces. Prueba de ello, lo fueron las elecciones de uno de julio de dos mil
dieciocho.
Los
panistas deberían preocuparse y ocuparse de recomponerse, siempre hace falta
una oposición fuerte y no una que sirva únicamente para rounds de sombra muy
sin sabor. Pero creo que el histerismo colectivo les impide volver a la cordura
y seguirán con sus conductas insanas y sus discursos de odio. Hay una muy mala
noticia para ellos, el pueblo ya se dio plena cuenta de quienes actúan en
contra de sus intereses y de cómo remediar esos males en las urnas. Mucho me
temo que no les alcanzara el tiempo, los recursos humanos, los recursos
materiales para llegar fortalecidos a las siguientes elecciones de 2021, que ya
están a la vuelta de la esquina.
Los
panistas como mexicanos tienen todo el derecho a criticar este gobierno pues
esto es sano para todos, pero no tienen derecho a dividir, a mal expresarse, a
confundir los cotilleos, las intrigas, las mentiras con la política. La política
es la consecución del poder y su conservación básicamente, pero entre más política
de calidad se haga mejor le vendrá al pueblo y en ese sentido deberían serenarse
y la consecución del poder por el poder y en beneficio de sus intereses
particulares.
En
resumen, los panistas deberían educarse a un buen nivel y no únicamente ostentar
grados y títulos inútiles pues siendo muy lucidores se ven opacados cuando
malamente expresan sus ideas descabelladas. Segundo, deberían serenarse, con
tanta trompetería y gritería confunden todo y causan falsas alarmas. Tercero, deberían
dedicarse a la política de manera profesional y no con el desparpajo que los
caracteriza y ello conlleva a separar lo religioso de lo público. Cuarto,
abandonar la corrupción y la impunidad como medio de vida. Quinto, buscarse un
trabajo cuando no tengan puesto público.
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