El
sistema político mexicano desde los años sesentas del siglo XX, mostraba su
totalitarismo a través de la fuerza, pero también su decadencia moral. Podría
pensarse que, lo moral no tiene que ver con la política pues son áreas distintas
del saber, pero esto es falso porque el ser humano es una unidad hecha de
diferentes impulsos, creencias falsas o verdaderas, es una unidad compleja.
La
ambición desmedida de los gobernantes priistas se desbordo pues no había un
dique que pudiera contener el despliegue de esa ambición desde el partido único
de Estado como del gobierno emanado de ese instituto político y que prácticamente
eran una unidad dividida únicamente en lo formal pues en la realidad actuaban
bajo concierto y protegidos por las leyes que ellos mismos imponían y en primera
y última instancia sostenidos por la fuerza del Estado.
No
se crea que a los propios priistas no les calo honda su propia corrupción e
impunidad. Miguel de la Madrid Hurtado presidente de 1982-1988, ofreció una “Renovación
Moral”, misma que quedó como una buena intención pues nunca llevo a cabo
acciones en contra de la corrupción sino actos mediáticos como el encarcelamiento
de Arturo Durazo Moreno y el de Jorge Díaz Serrano. Esta pre-ocupación, pero
nunca ocupación de combatir a la corrupción y su correlato la impunidad fueron
un par de elementos que fueron minando mortalmente a los políticos mexicanos
del Partido Revolucionario Institucional y con la mundialización de la economía
y la globalización de los pueblos se estaba preparando la caída del
Presidencialismo.
A
pesar de la decadencia moral de los políticos mexicanos, el pueblo ede3 México
no estaba preparado para darse un gobierno bueno o malo por sí mismo. El miedo
a las izquierdas llevaba al paroxismo tanto a priistas como a panistas y
contaminaban con ese mismo miedo al pueblo mexicano. Una sola salida quedaba,
votar en contra del Partido Revolucionario Institucional y que quedara el
Partido Acción Nacional como garante de la continuidad del sistema político, económico
y social con la esperanza si no de una renovación moral a lo menos de una baja
en la corrupción e impunidad.
Si
los panistas hubieran logrado contener sus ansias de poder público por el poder
público, su corrupción e impunidad hubieran logrado imponer un nuevo sistema político,
pero en los 12 años que duraron el poder contribuyeron con su decadencia al
quiebre definitivo del régimen que heredaron. Son bien conocidos sus excesos,
sus traiciones al pueblo, su corrupción sin medida como para volverlos a
contar. Y, esta es una loza sepulcral que ignoraron en las elecciones del 1 de
julio de 2018. Ciegos y soberbios ante sus propias responsabilidades y
culpabilidades creyeron que podrían volver a gobernar al Estado mexicano. La
historia es otra y bien conocida. Sin embargo, siguen sin aceptar sus
responsabilidades y culpabilidades pasadas y presentes y actúan como si no
hubieran sido los responsables y culpables de la quiebra moral del Estado mexicano.
Es
cierto que la decadencia venía desde décadas atrás, pero los panistas ni
supieron ni pudieron con la responsabilidad de frenar la corrupción y la
impunidad. Por el contrario, se envolvieron en las mismas y se lanzaron al vacío
esperando vanamente caer sin romperse o sufrir daño alguno. No se dieron cuenta
que la sociedad estaba cambiando vertiginosamente y que en ello les iba su
destino.
La
moral panista como se ha visto es una moral formal pero que no aplican en la
realidad. Ávidos de poder político y económico, los panistas se lanzaron a la
rapiña publica sin ningún recato pensando que iban a durar por lo menos de 20 a
30 años en el poder. No fue así y hoy sufren las consecuencias y se engañan a sí
mismos con cuentos infantiles sin ningún sustento real. Confunden el cotilleo,
las intrigas, las descalificaciones, las mentiras con la política misma, la
verdadera política que les daría una esperanza de conseguir volver no ya al
poder sino a comenzar a tener credibilidad ante la ciudadanía. Vienen las
elecciones del 2021 y esa será otra prueba de fuego tanto para priistas como
para los panistas. Si verdaderamente no hacen buena política estarán en serio
riesgo de caer en las votaciones.
El
panismo debe aceptar que en sus manos se llegó al quiebre moral total con
resultados desastrosos porque enarbolaban la moral católica que los hacia
engañar al pueblo y lucir como una esperanza de evitar mayor decadencia. No fue
así, ya estando en el poder político lo utilizaron para llenarse los bolsillos
y las cuentas bancarias de dinero público y atesorar vienen inmuebles y muebles
de manera escandalosa. Compitieron con los priistas la deshonrosa calidad de corrupción.
El resultado fue un desastre para todos.
La
privatización llevada a cabo por los priistas y panistas llevó al Estado
mexicano a su desmantelamiento, a su debilidad más profunda. Y, esa
responsabilidad y culpabilidad, por lo menos moral, deben aceptarla para su
propia sanación y la de los demás. Ahora bien, se debe acotar esa responsabilidad
a los estrictamente correspondiente porque no es licito ni moral
responsabilizar y culpar de lo que ya no les corresponde.
El
Estado mexicano, el gobierno y el pueblo necesitan una oposición fuerte, democrática,
clara en sus metas y en sus procedimientos y para ello se debe preparar el
panismo. Lo que resta del perredismo y del priismo desaparecerá gradualmente no
así el conservadurismo que es propio de un pueblo tan dado a ser religioso, aunque
moralmente torcido. En efecto, el panismo late en una buena parte del pueblo
mexicano no así el priismo que ya no tiene un fin pues su fin era ser el
partido único de Estado y eso se terminó. Por su parte el perredismo, tan
profundamente disminuido, se ira integrando a Morena pues su fin de cambiar de régimen
político lo abandonó y lo retomo Morena.
Por
el momento, no se ve como la oposición haga mella significativa al nuevo
sistema político que va dando tumbos (eso es normal en una transición), pero
que no se detiene. Esto, no es obra de una sola persona simbolizada en el
presidente de la república y aquí, estriba la ceguera dela oposición, sino de
una buena parte del pueblo que, dio claras señales de lo que no quería y de lo
que si quiere.
La
última vez que el pueblo llano participo en una transición lo hizo en la revolución
de 1910, contra la dictadura personal de Porfirio Díaz, pero ese triunfo le fue
arrebatado para construir una dictadura de un partido único de Estado. El
pueblo debe estar vigilante y actuante para observar los errores, corregirlos
con acciones políticas, en las urnas y por todos los medios que estén a su
alcance como su soberanía activa.
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