sábado, 27 de abril de 2019

LEGALIDAD Y LEGITIMIDAD




Voy a explicarles a los politólogos, a los periodistas y a todos los que no entienden este momento político las dos razones principales por las cuales Andrés Manuel López Obrador, tiene ese poder sin para que tantos políticos ambicionan. Conversábamos el día de ayer (26/04/2019), Benjamín Ortiz Flores (Una cabeza clara), y su servidor sobre este tema y los seres humanos extraordinarios y los valores hasta que caímos en la persona de López Obrador. ¿Qué tiene este hombre que les falta al resto?.

Los políticos en el viejo régimen no necesitaban la legalidad para gobernar por la sencilla razón de haber sido, en general, un régimen de la legalidad simulada; su símbolo lo fue el sistema penal, donde la prueba reina descansaba en una única prueba, la confesional, obtenida esta se relevaba a las partes de todas las demás. Por eso, la tortura en todas sus formas imaginables e inimaginables era la constante. Un síntoma de haber cambiado las circunstancias y la caída del régimen, lo constituye el nuevo sistema penal oral adversarial. Que los abogados estén en igualdad de condiciones respecto a los fiscales es una gran ventaja y que lo declarado ante las autoridades tengan condiciones de respeto a los derechos más elementales es ni más ni menos que la legalidad. Y, entrar al camino de la legalidad con un derecho científico significa un cambio radical de ser del Estado mexicano. No digo que esto sea suficiente ni perfecto para retomar el camino de la buena convivencia e impartición de justicia que es la base de lo primero, pero si un buen inicio que se debería no abandonar sino profundizar. Queda mucho por hacer.

Bien, la legalidad fue lo que se impuso a pesar de los pesares en las elecciones del uno de julio del dos mil dieciocho. Se había intentado que ya no hubiera frades electorales que eran la base del régimen Presidencial, es decir, la ilegalidad campeaba. A todos nos pilló el resultado electoral, incluido al propio al ahora presidente. Dentro del régimen se venía gestando un cambio insospechado que yo entreví y que esta manifestado plenamente en mi obra “El Fin del Estado Moderno en México” “El Fin de la División de Poderes”, (Publicada antes de las elecciones), pero sinceramente no preví la magnitud de los hechos.

Antes que legal este cambio fue moral y de allí devino en legal. Los electores cambiaron su moralidad secreta e interiormente hasta el momento decisivo y con su moral nueva obligaron a los funcionarios públicos a ser legales. Fue asombroso ver salir al Consejero Presidente del Instituto Nacional electoral, para dar la buena nueva de tener como virtual ganador a López Obrador. Ese momento fue devastador para los viejos políticos que regenteaban al Estado mexicano, se les había acabado el Estado como negocio, como forma de vida. No lo podían creer, pero ante la realidad tuvieron que salir los dos candidatos a aceptar su derrota. Con ese acto se avanzaba en la legalidad y se abandonaba la ilegalidad.

Es esta convicción popular de legalidad uno de los sustentos de Obrador. Puede decirse lo que quieran y gusten, pero todos los anteriores presidentes tenían cuestionada su legalidad. Gobernaron sin que el pueblo Ese fue siempre su talón de Aquiles. En cada ocasión que, por lo menos, los tres ex-presidentes anteriores al actual quieren alegar algo en su favor, el pueblo les echa en cara su ilegalidad. Se podía gobernar con la fuerza del Estado, pero sin pueblo y sin este el régimen más temprano que tarde caería. Los políticos del viejo régimen no vieron que libre el pueblo de sus ataduras pondría todo patas arriba.

Claro que se puede alegar que, todo en el régimen Presidencial era legal y lo era, pero sin democracia, sin una legalidad general sino impuesta por una élite política. La nueva legalidad no significa que los problemas estén resueltos, pero es un reinicio de las viejas luchas de los liberales demócratas (Eso da para un análisis largo y profundo), y encaminan al Estado por un nuevo derrotero que particular y concretamente no se sabe a cuál puerto llegará, pero si navega en los mares de la democracia no puede menos que, pretender llegar a un puerto en donde este la bandera con la palabra democracia. Pero este no es un hecho futuro seguro sin el trabajo y obra de gobierno y pueblo.

La otra base del gobierno actual es la legitimidad. Y, la legitimidad, a diferencia de la legalidad que es el procedimiento, es el sustantivo íntimo de reconocer al gobernante como el portador de esa mágica facultad concedida por el pueblo de ser el indicado para gobernar. Esa aceptación intima es lo que le da a Obrador esa coraza impenetrable contra sus enemigos. El pueblo está dispuesto a pasarle por alto algunos errores no graves y que la oposición se encarga de magnificar en la mayoría de los casos (otros no son pasables como los asesinatos ni masacres), y quizá haya aquí un dejo de venganza contra los representantes de la oposición.

Que el pueblo esté dispuesto a corear lo que hace el nuevo gobierno y haga polvo a la oposición es fruto de la legitimidad. Incluso, la mayoría de gobernados están dispuestos a pagar un alto precio si con ello se sacuden los viejos ropajes del anterior régimen político. ¡Qué tiempos!. Y, esto no se detendrá, esto se verá en las próximas elecciones.

Se dice que el pueblo, las masas cuando intervienen únicamente lo hacen violentamente y se tiene el caso mexicano en donde para terminar con lo viejo el pueblo no intervino violentamente en lo material sino íntimamente y en las urnas. La soberanía del pueblo se vio ejercida de manera brutal, pero sin sangre. Esto es síntoma de madurez del pueblo. ¡Abrazos no balazos!, ha dicho el presidente.

La legalidad y la legitimidad, los dos elementos centrales del poder son el monopolio que ahora detente el actual presidente. Los políticos oficialistas nunca les importaron el pueblo más allá del discurso, esto lo sabían y lo saben los electores y pusieron orden inicial a tanta corrupción, tanta ilegalidad e ilegitimidad. Y, precisamente ahí radica todo. Si los políticos quieren ganar deben ganarse primero al pueblo siendo demócratas, legales, legítimos y libres de corrupción en la medida de la realidad. Ese es el mandato de las pasadas elecciones.

La jornada es larga y peligrosa pero el pueblo encontró el camino hacia la democracia. Habrá sin sabores, amarguras, decepciones, frustraciones y todo lo que conlleva la vida, pero la nación debe ver la gama del horizonte sin perder la fe sobre sí mismo y sin desmayar construir en todo momento lo positivo; lo negativo siempre nos acompañará irremediablemente. Pocos extranjeros saben que metafóricamente el pueblo mexicano, siendo pluricultural es, una nación de corazón alegre. Los políticos, en su mayoría lerdos dan al traste con la creatividad de la nación mexicana.

El pueblo mexicano en más de un siglo ha padecido una dictadura personal (la de Porfirio Díaz) y la dictadura de un partido único de Estado (la del Partido Revolucionario Institucional), y ha salido fortalecido y a pesar de todo hay alegría en medio de todos los peligros cotidianos. Por ahora es momento de pensar el futuro, querer el futuro y construirlo en los términos posibles de esta Aldea Global. Gloria y larga vida al pueblo mexicano al cual pertenezco.  



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