Voy
a explicarles a los politólogos, a los periodistas y a todos los que no
entienden este momento político las dos razones principales por las cuales Andrés
Manuel López Obrador, tiene ese poder sin para que tantos políticos ambicionan.
Conversábamos el día de ayer (26/04/2019), Benjamín Ortiz Flores (Una cabeza
clara), y su servidor sobre este tema y los seres humanos extraordinarios y los
valores hasta que caímos en la persona de López Obrador. ¿Qué tiene este hombre
que les falta al resto?.
Los
políticos en el viejo régimen no necesitaban la legalidad para gobernar por la
sencilla razón de haber sido, en general, un régimen de la legalidad simulada;
su símbolo lo fue el sistema penal, donde la prueba reina descansaba en una única
prueba, la confesional, obtenida esta se relevaba a las partes de todas las demás.
Por eso, la tortura en todas sus formas imaginables e inimaginables era la
constante. Un síntoma de haber cambiado las circunstancias y la caída del régimen,
lo constituye el nuevo sistema penal oral adversarial. Que los abogados estén en
igualdad de condiciones respecto a los fiscales es una gran ventaja y que lo
declarado ante las autoridades tengan condiciones de respeto a los derechos más
elementales es ni más ni menos que la legalidad. Y, entrar al camino de la
legalidad con un derecho científico significa un cambio radical de ser del
Estado mexicano. No digo que esto sea suficiente ni perfecto para retomar el
camino de la buena convivencia e impartición de justicia que es la base de lo primero,
pero si un buen inicio que se debería no abandonar sino profundizar. Queda
mucho por hacer.
Bien,
la legalidad fue lo que se impuso a pesar de los pesares en las elecciones del
uno de julio del dos mil dieciocho. Se había intentado que ya no hubiera frades
electorales que eran la base del régimen Presidencial, es decir, la ilegalidad
campeaba. A todos nos pilló el resultado electoral, incluido al propio al ahora
presidente. Dentro del régimen se venía gestando un cambio insospechado que yo entreví
y que esta manifestado plenamente en mi obra “El Fin del Estado Moderno en México”
“El Fin de la División de Poderes”, (Publicada antes de las elecciones), pero
sinceramente no preví la magnitud de los hechos.
Antes
que legal este cambio fue moral y de allí devino en legal. Los electores cambiaron
su moralidad secreta e interiormente hasta el momento decisivo y con su moral
nueva obligaron a los funcionarios públicos a ser legales. Fue asombroso ver
salir al Consejero Presidente del Instituto Nacional electoral, para dar la
buena nueva de tener como virtual ganador a López Obrador. Ese momento fue devastador
para los viejos políticos que regenteaban al Estado mexicano, se les había acabado
el Estado como negocio, como forma de vida. No lo podían creer, pero ante la
realidad tuvieron que salir los dos candidatos a aceptar su derrota. Con ese
acto se avanzaba en la legalidad y se abandonaba la ilegalidad.
Es
esta convicción popular de legalidad uno de los sustentos de Obrador. Puede
decirse lo que quieran y gusten, pero todos los anteriores presidentes tenían cuestionada
su legalidad. Gobernaron sin que el pueblo Ese fue siempre su talón de Aquiles.
En cada ocasión que, por lo menos, los tres ex-presidentes anteriores al actual
quieren alegar algo en su favor, el pueblo les echa en cara su ilegalidad. Se podía
gobernar con la fuerza del Estado, pero sin pueblo y sin este el régimen más
temprano que tarde caería. Los políticos del viejo régimen no vieron que libre
el pueblo de sus ataduras pondría todo patas arriba.
Claro
que se puede alegar que, todo en el régimen Presidencial era legal y lo era,
pero sin democracia, sin una legalidad general sino impuesta por una élite política.
La nueva legalidad no significa que los problemas estén resueltos, pero es un
reinicio de las viejas luchas de los liberales demócratas (Eso da para un análisis
largo y profundo), y encaminan al Estado por un nuevo derrotero que particular
y concretamente no se sabe a cuál puerto llegará, pero si navega en los mares
de la democracia no puede menos que, pretender llegar a un puerto en donde este la bandera con la palabra democracia. Pero este no es un hecho futuro seguro
sin el trabajo y obra de gobierno y pueblo.
La
otra base del gobierno actual es la legitimidad. Y, la legitimidad, a
diferencia de la legalidad que es el procedimiento, es el sustantivo íntimo de
reconocer al gobernante como el portador de esa mágica facultad concedida por
el pueblo de ser el indicado para gobernar. Esa aceptación intima es lo que le
da a Obrador esa coraza impenetrable contra sus enemigos. El pueblo está
dispuesto a pasarle por alto algunos errores no graves y que la oposición se
encarga de magnificar en la mayoría de los casos (otros no son pasables como
los asesinatos ni masacres), y quizá haya aquí un dejo de venganza contra los
representantes de la oposición.
Que
el pueblo esté dispuesto a corear lo que hace el nuevo gobierno y haga polvo a
la oposición es fruto de la legitimidad. Incluso, la mayoría de gobernados están
dispuestos a pagar un alto precio si con ello se sacuden los viejos ropajes del
anterior régimen político. ¡Qué tiempos!. Y, esto no se detendrá, esto se verá
en las próximas elecciones.
Se
dice que el pueblo, las masas cuando intervienen únicamente lo hacen
violentamente y se tiene el caso mexicano en donde para terminar con lo viejo
el pueblo no intervino violentamente en lo material sino íntimamente y en las
urnas. La soberanía del pueblo se vio ejercida de manera brutal, pero sin
sangre. Esto es síntoma de madurez del pueblo. ¡Abrazos no balazos!, ha dicho
el presidente.
La
legalidad y la legitimidad, los dos elementos centrales del poder son el
monopolio que ahora detente el actual presidente. Los políticos oficialistas
nunca les importaron el pueblo más allá del discurso, esto lo sabían y lo saben
los electores y pusieron orden inicial a tanta corrupción, tanta ilegalidad e
ilegitimidad. Y, precisamente ahí radica todo. Si los políticos quieren ganar
deben ganarse primero al pueblo siendo demócratas, legales, legítimos y libres
de corrupción en la medida de la realidad. Ese es el mandato de las pasadas
elecciones.
La
jornada es larga y peligrosa pero el pueblo encontró el camino hacia la
democracia. Habrá sin sabores, amarguras, decepciones, frustraciones y todo lo
que conlleva la vida, pero la nación debe ver la gama del horizonte sin perder
la fe sobre sí mismo y sin desmayar construir en todo momento lo positivo; lo negativo
siempre nos acompañará irremediablemente. Pocos extranjeros saben que metafóricamente
el pueblo mexicano, siendo pluricultural es, una nación de corazón alegre. Los políticos,
en su mayoría lerdos dan al traste con la creatividad de la nación mexicana.
El
pueblo mexicano en más de un siglo ha padecido una dictadura personal (la de
Porfirio Díaz) y la dictadura de un partido único de Estado (la del Partido
Revolucionario Institucional), y ha salido fortalecido y a pesar de todo hay alegría
en medio de todos los peligros cotidianos. Por ahora es momento de pensar el
futuro, querer el futuro y construirlo en los términos posibles de esta Aldea
Global. Gloria y larga vida al pueblo mexicano al cual pertenezco.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario