lunes, 6 de mayo de 2019

LA MARCHA DEL SILENCIO UN ESPECTÁCULO MORAL





Este domingo cinco de mayo se realizó la llamada “Marcha del Silencio”, sin que fuera tal pues los que ocurrieron a la misma, hablaron hasta que se cansaron durante toda la jornada. Pero esto es lo de menos. Lo realmente interesante es saber el fondo de este espectáculo-viacrucis. Vimos la forma pero no el fondo de esta puesta en escena. Voy a contarles el fondo desde otro punto de vista que no es el político sino el moral.

Es preciso que se aborde desde el punto de vista moral la marcha porque es su fondo. Los conservadores tienen una moral particular como la tienen los liberales. La moral de los conservadores parte de la idea de Dios (Únicamente idea pues no se puede comprobar su existencia), como el creador de todo lo que existe materialmente. Con todo, este mundo es corrupto y se debe buscar la auténtica felicidad en el otro mundo, es decir, el Edén, donde todo es dicha y felicidad eternas.

Ahora bien, no por ser este mundo corrupto, malo y despreciable se debe dejar de intentar a lo menos ser, en la medida de lo posible feliz, con arreglo a la Biblia. En efecto, del Génesis surge el modelo de familia, los ejemplos a seguir, las sanciones divinas y en el Apocalipsis esta ya decretada la destrucción de este mundo malo. Bien, este es por lo pronto el campo de acción de los conservadores, de los religiosos que viven según los dogmas bíblicos o divinos. Quebrantar estas leyes es vivir en el pecado y el destino es el  infierno por toda la eternidad. En consecuencia, se debe construir en todo momento “El Reino de Dios en la Tierra”, a pesar de la existencia del Estado laico, este se debe moldear a este sin importar que se llegue a la irracionalidad. Esta moral es inamovible.

En contraposición se tiene a los liberales con una moral basada en la racionalidad y en todo momento se debe de ir corrigiendo según los científicos hacen la ciencia y los técnicos aplican esos conocimientos a la realidad de la vida. Esta moralidad es cambiante y por pura necesidad entrará de continuo en franca oposición y lucha contra la moralidad religiosa. Los liberales apelan a vivir de acuerdo a la realidad material sin que esté exento de valores, su justificación metafísica pero ya no basada en la idea de Dios.

Los conservadores de continuo entrarán en conflicto consigo mismos al tratar de imponer su moral por sobre el Derecho, es decir, sobre el Estado y no hay forma de salvar estas contradicciones pues tienen su centro en el ente metafísico. Los liberales tienen sus contradicciones pero que no están basadas en la religión sino en cuanto son seres humanos con límites y pasiones.

Los conservadores mexicanos salieron a marchar no por las injusticias, la violación a los derechos humanos ni el mal gobierno actual como lo dicen ellos sino porque fueron echados de su endeble Edén terrenal pero al fin suyo, donde tenían como fin primario hacer que ese “Reino de Dios en la Tierra” se hiciera realidad. En todo momento hay personas de este rubro que se sienten realmente llamados por la divinidad para cumplir objetivos específicos, según sea la capacidad y la actividad en que se desempeñe cada cual. Los propios Vicente Fox y Felipe Calderón en diversas ocasiones han manifestado públicamente haber sentido ese llamado celestial. A los liberales les parecen extravíos, alucinaciones pero a los que sienten ese llamado entre más irracional les parece más verdadero. Les parece el camino único de la vida y no hay forma de sacarlos de este estado mental.

Haber perdido el poder político puso a los conservadores en francos delirios de todo tipo y rabiosos como lo son, no pudieron callar sino todo lo contrario. Pero este espectáculo y sus excesos tienen su origen en el infierno mental en que fueron arrojados ni más ni menos que, por sus irreconciliables enemigos, los liberales. Abortos, matrimonios entre personas del mismo sexo, prostitución, educación libre de moral y no ser ellos los que gobiernen es el equivalente a la perdición en el infierno y se les hace que, a los que llaman de “Izquierda”, son su diablos atormentadores dirigidos por el mismo Satanás entronado en la silla presidencial. Por lo menos si hubieran sido los priistas los que hubieran ganado no estarían tan tristes, tan enojados y rabiosos; con ellos bien pueden pactar que se abran anchas puertas y ventanales para a lo menos poder respirar. Pero estos socialistas son obra satánica.

Imaginemos por un momento la hipotética posibilidad de que el actual presidente renunciara a su moralidad y, a su terquedad de vivir en un Estado laico. De pronto, los panistas quedarían incrédulos pero si constatan que es cierto creerían en un milagro divino y saldrían a marchar jubilosos como lo hicieron (Dicen), en Jericó, ciudad que cayó a los siete días de estarle dando vueltas siete sacerdotes y dando gran trompetería con los cuernos que llevaban. Quizá los líderes panistas representen a los sacerdotes y las marchas simbolicen las vueltas a esta nueva Jericó que debe caer por mandato divino y por la alianza existente entre estos elegidos y Dios.

Si esto sucediera los panistas no verían a Andrés Manuel López Obrador ya como un enemigo sino como un converso de la mano divina. Y, entonces, por un instante, todos los mexicanos caerían de rodillas hermanados por este hecho extraordinario siempre y cuando se reconociera la superioridad de los elegidos, obvio los conservadores. Claro, esto es una bonita ilusión. La realidad es otra.

La realidad es que los conservadores se sienten arrojados de lo que por derecho superior deberían tener, la dirección del pueblo bruto y de los pecadores liberales. Estas marchas, antes que políticas, antes que lucha por lo jurídico, por la justicia, por el bienestar común son manifestaciones, emanaciones de su moral religiosa. Su infierno no es material sino moral. Para los panistas México como Venezuela son auténticas sucursales del infierno. Simplemente no deberían existir.

Las marchas también significan que los conservadores han fallado en su encargo de moralizar, si no es posible volver bueno al resto por lo menos dirigirlos lo mejor posible y este sentido sienten culpas que deben expiar públicamente en un espectáculo ridículo para los espectadores pero un auténtico viacrucis donde están dispuestos a ser humillados con tal de salir libres de esta falla. Porque para los panistas mientras más absurda es su conducta resulta más verdadera y auténtica.

Con los conservadores religiosos únicamente se puede coincidir en la irracionalidad nunca en la racionalidad. Si se usa la razón se tiene ya, de inmediato a los panistas como enemigos sin más trámite. Ser racional es ser contrario a ser conservador y viceversa.

Una penúltima observación. El derecho a mandar no es terrenal sino un derecho divino y hay señales para los elegidos y el método es la eugenesia (buen nacimiento), pues esto trae ventajas mentales y físicas para la vida y dentro de las mismas para mandar a los demás. Por estos prejuicios los conservadores repudian el aborto (Dios da la vida y es el único que puede quitarla), el matrimonio entre personas del mismo sexo (Va en contra del modelo de familia bíblico), la prostitución (Trae enfermedades venéreas, aunque hay tolerancia), la educación laica (Va contra la moral cristiana), entre otros dogmas y, en consecuencia prefieren a los que tienen la piel blanca, presumen la alcurnia, los buenos modales, la educación y por sobre todo su moral. Los que no estén dentro de este rango son el pueblo, el vulgo decadente que no puede señorear sino obedecer.



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