Hacer
una crítica o análisis definitivo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador,
a escasos seis meses es un error que se entiende por todos los intereses políticos,
económicos y sociales se han trastocado; con todo, esto se debe valorar de
manera parcial para seguir sumando los siguientes juicios hasta que se complete
el ciclo. La mayoría de las declaraciones, aun las de los profesionales, no son
más que, gritería y trompetería que no abona a la claridad sino a la confusión.
Las redes sociales se han convertido en el nuevo Foro romano, en donde se
sacrifica la serenidad a favor de lo vulgar. Cualquiera juzga sin tener la mínima
calidad profesional, la practica o conocimiento de la causa. Imaginen
periodistas escribiendo a destajo sobre política y, a partidarios políticos caminando
sobre su propia doxa, cosa de locos.
La
oposición está verdaderamente anclada en una debilidad lastimosa que, no hace
otra cosa que dejarse llevar por la impotencia y pedir lo que no va a suceder,
la renuncia del actual presidente de la república. Para ello, hace falta mucho más
que, las solicitudes que hacen. Si se tiene en cuenta que la oposición es la combinación
de políticos de diversos partidos que no mucho tiempo atrás estuvieron en el
poder, se puede concluir que son co-responsables del actual estado lamentable
en que se encuentra el Estado mexicano.
Vicente
Fox y Felipe Calderón, como titulares del órgano ejecutivo federal, tienen
sendas sentencias reprobatorias, tanto a nivel técnico como a nivel popular. Dolidos
por su fracaso de imponer el “Reino de Dios en la Tierra”, es decir, unir el
Estado Eclesiástico y el Estado Laico, para siempre fue un rotundo fracaso y
esta, es la base para que todos los días hagan públicamente, mediante tuits, su
furia desencadenada que se pierde en desiertos infinitos. Pierden toda cordura
y dignidad con sus, francamente, vulgares y descabelladas opiniones, siendo que
son la causa de las actuales circunstancias políticas, económicas y sociales;
eso sin contar con su correspondiente corrupción e impunidad.
Todo
esto, vuelve las circunstancias, un símil de la mítica Torre de Babel. No hay reconciliación
posible entre las partes; esto no será obstáculo para que se transite hacia un
nuevo régimen político, económico y social que no está predeterminado de manera
alguna. Esto será un proceso que se ira tejiendo, construyendo por todos, ya
sea por acción o por omisión, lo mismo da. Las fuerzas desatadas están trabajando
sin descanso y darán su resultado todavía sin figura completa; únicamente se puede
prefigurar entre la niebla con estas limitaciones.
Una
profecía si se puede hacer, el viejo régimen político ha caído para no
levantarse nunca más. El Partido Revolucionario Institucional y
Presidencialismo fueron creados en el seno del Estado, crecieron y florecieron,
el primero como tierra fértil que cuidara al segundo con toda una coraza bien
diseñada para que durara largamente y esto se cumplió. Pero nunca tuvo la característica
de ser democrático, es decir, de estar hecho para la contienda con otros
partidos políticos. El poder político y económico le venían de la estructura
gubernamental; existía una correspondencia univoca, el partido abastecía de políticos
al Estado y este, nutria al partido con dinero. Por si esto fuera poco, habían sindicatos
obreros, campesinos, centrales obreras; en resumen todo el Estado tenía una teleología,
la conservación del régimen totalitarista. Esto se ha esfumado en un porcentaje
que ya no le alcanza al Partido Revolucionario para regresar al poder; todo
apunta hacia su extinción.
Si
la complicidad entre el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Acción
Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), fue ampliamente
derrotada por los votantes y la sociedad mexicana es de esperarse que no les
sea rentable una nueva asociación partidaria pues esa ideología que tuvo como símbolo
“El Pacto por México”, ha quedado inviable, es como un anatema que gravita aun
sobre estos tres partidos. En consecuencia, el PAN y el PRD deben intentar
sobrevivir en las siguientes elecciones para poder recomponerse porque en caso
contrario, el PRD desaparecerá y el P]AN quedará aún más maltrecho.
Evidentemente esto no conviene a la vida política democrática. La oposición,
una buena oposición es necesaria para la democracia. Se corre el riesgo de un
nuevo presidencialismo y un nuevo totalitarismo que en el mismo contexto no se
ve todavía siniestro pero el riesgo tampoco se disipa.
Del
lado del Movimiento de Regeneración Nacional, debe (si quiere una verdadera transformación),
terminar de estructurarse y profesionalizar a sus militantes pues no obstante
el triunfo, no le alcanza para lograr su objetivo, terminar con el régimen
presidencialista e imponer la democracia. La abigarrada composición en sus
cuadros es ambigua; los políticos que se han sumado, en la mayoría son
impresentables y, no es que no se vea la necesidad pragmática de sumarlos para
el triunfo, pero ese es su talón de Aquiles.
Otro
de los puntos flacos que tiene Morena, lo es la inmadurez y hasta la ignorancia
casi absoluta de muchos de sus funcionarios. Si estos no maduran o se esfuerzan
por lograr ser parte activa del gobierno el mismo, ira perdiendo la fe popular
y ya hay síntomas de ello. Es claro que, por puro pragmatismo López Obrador ha
permitido que su gobierno se nutra de políticos de los más diversos partidos
con lo que la ideología ha quedado de lado y la ciencia política ni se diga.
En
resumen, tanto la oposición debe volverse una oposición de por lo menos buena
calidad; Morena debe terminar de conformarse, imponer una ideología y formar
cuadros políticos de verdadera naturaleza propia y de alta calidad, el gobierno
le corresponde elevar su eficiencia y el pueblo seguir vigilante para que,
entre todos se dé como resultado un nuevo régimen político democrático como
base del nuevo Estado mexicano.
Si
así lo hicieren, estarán todos los actores políticos (incluyendo a los
empresarios), con su responsabilidad histórica. En caso contrario, se volverá a
repetir lo que han sido las tres anteriores Transformaciones, triunfos a medias
y a costos incalculables. De lo que se trata pues es transitar de las
circunstancias caóticas de mítica Torre de Babel hacia la construcción de un
nuevo régimen político donde ningún sector quede excluido.
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