El
Partido Revolucionario Institucional, nació como una necesidad inmediata de control
político sobre todo el pueblo mexicano por parte de los líderes militares revolucionarios
que quedaron con vida. Para ello, se apropió de todos los ideales de la revolución
y de todos los órganos, instituciones y símbolos patrios. Para fines de los
años treintas del siglo XX, ya controlaba casi todo y lo poco que quedaba no tenía
mucha importancia.
A
la par del control político, se hizo del control económico y social. Los tres
grandes sectores (obrero, campesino y popular), aglutinaban a todo el pueblo y ejercían
un control férreo a través de los sindicatos, centrales obreras, organizaciones
campesinas, caciques y todo tipo de instituciones públicas y de partido. El PRI
lo era todo y en su cúspide estaba el presidente en turno que tenía un poder
casi absoluto.
Hablar
del PRI y del gobierno en sus años dorados son sinónimos. No se sabe dónde
empieza el partido y dónde el gobierno. El partido creció bajo el ala poderosa del
gobierno, mismo que no permitía la disidencia o la competencia de otro u otros
partidos. La fuerza del Estado en todas sus vertientes estaba al servicio del
PRI-Gobierno para no permitir la existencia de disidentes. No es extraño que el
Derecho sirviera como instrumento de control férreo sobre la población y las cárceles
como lugares de expiación de pecados convertidos en delitos. La prueba reina
tanto en el Derecho Penal como en el Civil lo era la “confesión”. A confesión de
parte, se relevaban a las partes de probar. La confesión era una cuasi
sentencia.
Es
evidente que, el respeto a las garantías individuales era nulo no se diga a los
derechos humanos que por cierto no existían en el texto constitucional pues es
hasta el año de 1990 que se crea la Comisión Nacional de Derechos Humanos en México.
El Estado mexicano hacia el exterior se acorazó contra las críticas por tanta
barbarie a través de la Doctrina Estrada (1930), que manifiesta que México no
se pronuncia en contra o a favor sobre la legalidad o legitimidad de un
gobierno extranjero y con base en esto tampoco permitía que los Estados
extranjeros se pronunciaran contra el Estado mexicano. Se evitaba toda injerencia
extranjera.
El
poder casi absoluto del Estado permitió al PRI, vivir una bonanza muy larga que
ni siquiera tuvo el Partido Comunista en cualquier parte del mundo, incluyendo
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Y, ese control y aislamiento
casi absolutos llevo al partido a cometer toda clase de excesos en todos los ámbitos
de la vida pública y privada del pueblo mexicano.
La
crítica periodística era muy poca y la que había o se alineaba o desaparecía.
La Secretaria de Gobernación era el Santo Oficio de lo que se podía ver, oír,
leer o hablar en todos los medios de comunicación en todo el territorio
nacional. Y, sin critica libre adiós a la esperanza de democracia pues es
evidente que no existía la democracia. Un partido por más que aglutine a casi
todo el pueblo en tres grandes no puede ser democrático pues representa a una mayoría
sin voluntad y sin opciones.
Un
hecho, lograron los priistas con esta concentración del poder político en el
presidente: la unidad artificial del Estado mexicano. Todo caminaba según la
voluntad del presidente en turno bajo la mirada y conducción de la cúpula partidaria.
Desde fuera, todo parecía estar en armonía, pero los seres humanos tienen una
tendencia, un impulso natural a buscar la libertad y la justicia y a la larga
esos dos rubros iban a ser los puntos por los que se iniciaría la caída de este
régimen.
La
lucha ha sido larga y cruenta para los partidos de oposición y en especial los
de izquierda que han sufrido persecuciones, desapariciones, encarcelamientos y
muertos por miles. Si 1968 fue el inicio del despertar de la consciencia
individual y colectiva, el año de 1988, se puede simbolizar como el año del
principio de fin del totalitarismo priista. A todos los dirigentes y militantes
de la oposición de las izquierdas se les debe un justo y merecido homenaje por
su determinación aun a costa de sus vidas de cambiar el sistema político con
todas sus consecuencias.
Con
la perdida de la presidencia de la república, en el año 2000 se abre un periodo
de incertidumbre de 12 años en las que el Partido Acción Nacional gobernó con
el sistema presidencial con su sello particular de mezclar su moral (doble o
triple según convenía) con la política, esto llevó al Presidencialismo a otro
grado de agotamiento. Para cuando el PRI vuelve a ganar las elecciones en 2012,
el terreno que volvía a pisar ya olía por todos lados a apertura, mundialización,
globalización, escrutinio foráneo, redes sociales sin control, democracia y un
repudio general por la corrupción y el pasado ominoso. No lo entendieron los
priistas y creyeron que, el régimen podía seguir funcionando. Con todo, el fin
para lo que fue creado el instituto político, había desaparecido. No había más
Presidencialismo, este había perdido los monopolios de dirigir la política, la economía,
el periodismo y las ideas y conducta del pueblo. La Doctrina Estrada fue hecha
añicos.
En
el campo de Derecho, se eliminó la prueba “confesional”, tanto en el ámbito penal
como en el civil. El Derecho se había vuelto científico y había que probar las
declaraciones (anteriormente confesiones), por todos los medios para que no
quedara duda o esta fuera mínima en los procesos legales. Las sentencias
variaron y como consecuencia, las tesis y la jurisprudencia iniciaron
lentamente una metamorfosis hacia la legalidad dinámica contra la estática de
ilegalidad anterior. Esto no significa que no se cometan errores y muchas veces
graves, pero por lo manos hay un cambio de paradigma. Únicamente en el mundo
ideal no puede haber errores, pero es muy cándido.
Hoy,
el PRI, no solo no tiene rumbo sino razón de ser, ese Estado mexicano liderado por
un presidente en turno bajo el régimen Presidencial se ha ido, ha desparecido.
Un síntoma de ello son las críticas que se pueden hacer presidente y hasta las
ofensas sin represalias más que las que se hacen por fanáticos en la realidad
real o la realidad virtual. Antes eso era impensable siquiera.
El
PRI, ha perdido tres veces la presidencia de la república, ha perdido el rumbo y
su razón de existir; ya el doctor José Narro ha advertido que muchos de sus
militantes están pensando seriamente someterse a la voluntad del presidente y
esto puede ser cierto o no, pero si refleja lo dicho en líneas anteriores. No
hay fe verdadera en que el instituto, se recupere; únicamente los ingenuos pueden
creer esto. Tienen las elecciones de 2021, que van a poner a prueba a los
priistas y creo sinceramente que no van a pasar la misma. Para el 2024 con
estas perspectivas reales se ve muy difícil que puedan llegar fortalecidos más
bien más disminuidos. La vez anterior tardaron 12 años en regresar al poder
presidencial, pero dudo mucho que aguanten otros 12 o 18 años como partido
competitivo.
Sin
el presupuesto público en sus manos y de manera discrecional, sin militantes
como antaño, sin fe, sin dejar las prácticas fraudulentas y con una división interna
virulenta el escenario es más claro por la decadencia sin remedio del partido, que,
una renovación o una refundación. La existencia del PRI, es tanto como si
existieran los dinosaurios. ¿Quién o quienes en su sano juicio creerían en ello
ante las evidencias devastadoras?
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