El triunfo de Andrés Manuel López Obrador es
de suma importancia porque después de 34 años de Neoliberalismo se hace una
pausa, esto no significa que se vaya a pasar al Socialismo ni mucho menos al
Comunismo que tanto espanta a la derecha de todo el mundo. Es una alto para los
señores del libre mercado para reflexionar sobre los efectos nocivos en la economía
de los mexicanos y en especial a los más pobres. Claro no se puede esperar otra
cosa que una reorganización de las trasnacionales para no dejar el control al
gobierno de México.
También
significa el fin de la dictadura del partido único de Estado, el Partido
Revolucionario Institucional y una lección tanto para el Partido Acción
nacional, el Partido de la Revolución Democrática como el resto de los
partidos. Únicamente quienes tienen la conciencia de lo que fue este régimen saben
lo funesto que fue y las victimas que lo padecieron nunca olvidaran los delitos
que cometían los gobernantes para decir que se hacía justicia.
Se
inicia una nueva república democrática, dándoles libertad a los ciudadanos para
decidir en el rubro público. Pero lo central está en dos ámbitos estrechamente
ligados; el primero, es el combate a la corrupción en el gobierno que está
unida a las grandes empresas privadas; el segundo, la separación del Estado del
poder económico. Si esto se logra se podrá lidiar con la corrupción pues
gobierno y trasnacionales contribuían sincronizadamente para hacerse de los
bienes nacionales sin mucho problema y con toda la protección de la corrupción que
mediaba en las privatizaciones. Esto es tanto como la separación del Estado
Civil del Estado Eclesiástico con Benito Juárez.
El
triunfo de Andrés Manuel, también significa el fin de un régimen totalitarista
que uso la fuerza del Estado para someter al pueblo de México. En este periodo
se desterró a la justicia, a la libertad, a la democracia y todos los elementos
que sirven para que los seres humanos se desarrollaran en su plenitud. La ciudadanía
estuvo en su mínima expresión. Los beneficios económicos fueron destinados para
los círculos cercanos al poder y después se extendió a los grandes empresarios
que amasaron fortunas enormes hasta escalar al número uno del mundo en haber
acumulado más dinero.
Si
el Derecho en México tenía como fin la protección del régimen político y
consideraba a los imputados como culpables; se espera que ahora el mismo sirva
para la impartición de justicia, para el sano convivio entre los mexicanos que
francamente se ve difícil. Ahora bien, el Derecho ahora debe servir para el
desarrollo del pueblo en general y no únicamente para los que tengan dinero. No
más constitucionalismo protector de los más poderosos.
En
lo social se abren las expectativas de mejorar la vida de los mexicanos más
pobres que no debe estar en contraposición de la existencia de ricos pero que
las fortunas no se hagan en detrimento del pueblo mexicano. La riqueza no se
debe acumular de manera ilimitada pues se crean ricos teniendo leyes a modo que
esto legal pero que no por eso crean problemas. Es inaceptable que unos vivan
entre el lujo excesivo y la mayoría viva en la pobreza. El pueblo en general
debe volverse disciplinado para lograr las metas en lo posible pues se debe
tener en cuenta el mundo del deber ser y el del ser; y hay que estar en la
realidad. No se podrán conquistar todas y cada una de las metas pero si adelantar
el trabajo lo más que se pueda. Nunca más un gobierno paternalista ni un pueblo
esperando milagros sino creador en lo económico, lo político, lo social, lo artístico
y en lo filosófico por lo menos.
En
lo exterior, es de esperarse las reacciones de la derecha que no se quedará de
brazos cruzados pues sienten que se les quitan las oportunidades de hacerse
ricos con los bienes nacionales. Con todo, si el gobierno de López Obrador sale
airoso en su empresa será modelo para otros gobiernos.
Por
lo pronto hay que esperar la reacción de la derecha nacional e internacional así
como de los poderosos económicamente que seguramente no estarán felices de que
se acaben las privatizaciones llenas de corrupción. Y, como se sabe en política
nunca se gana todo ni lo ganado nunca es para siempre.
Se
ha terminado la larga espera y se inicia una empresa que no se sabe en que terminara
ni cuánto tiempo llevará. Si todo esto representa el triunfo de López Obrador, no
se sabe que simbolizará el fin de su gobierno. Las circunstancias son muy diferentes
a las que han estado otros gobiernos o el pueblo como con la separación del
Estado laico del religioso pero este misterio se ira develando conforme los
actores políticos en su conjunto construyan el nuevo régimen.