CARTA DE HERNÁN CORTÉS
AL EMPERADOR CARLOS V. TENUXTITAN, DE ESTA NUEVA ESPAÑA. 15 DE OCTUBRE DE 1525.
Esta
carta debería de tener como subtítulo “Confesiones de la realidad” pues en ella
confiesa Cortés, lo que no podía decir públicamente sobre los mexicanos y de la real situación que guardaba la realidad. Da cuenta de la
calidad de los españoles en México, sus vicios, su ambición desbordada y el
daño que harían e hicieron a los naturales. El temor fundado de saber que los
mexicanos junto con los demás pueblos eran guerreros hábiles y con la
inteligencia muy aguda y que bastaría un solo descuido para que los españoles
cayeran ante su fuerza no dejaba Cortés descansar y tomar toda clase de
medidas. Esto fue tanto como un presagio de lo que pasaría trescientos años después.
Y, la valentía y buen pensamiento de los mexicanos se ha tratado de sepultar
por siempre. Cortés tiene un pensamiento burócrata pues mientras aquí se
señorea, ante Carlos V se muestra harto zalameroso hasta la náusea. Este
comportamiento se ve hoy día entre los burócratas mexicanos que, hacia el público
se muestran altaneros pero hacia sus jefes son de los más indignos como
personas. Bien. Paso a redactar una parte de dicha carta, el tercer párrafo.
“Cuanto
a o en este capítulo contenido digo muy poderoso señor, que la contratación y
comercio de los españoles con los naturales de estas partes sería sin comparación
dañosa: porque dándose lugar a que libremente la hubiese, los naturales recibirían
muy conocido daño, y se les harían muchos robos, fuerzas y otras vejaciones;
porque con estar prohibido y castigarse con mucha seguridad que ningún español
salga de los pueblos que están en nombre de vuestra majestad poblados, para ir
a los de los indios ni a otra parte alguna sin especial licencia y mandado, se
hacen tantos males que aunque en otra cosa yo y las justicias que tengo puestas
no nos ocupásemos, no se podrá acabar de evitar, por ser la tierra, como es,
tan larga; y si todos los españoles que en estas partes están y a ella vienen
fuesen frailes, o su principal intención fuese la conversión de estas gentes,
bien creo yo que su conversación con ellas sería muy provechosa: más que como
esto sea al revés, al revés ha de ser el efecto, que obrare; porque es notorio
que la más de la gente española que acá pasa, son de baja manera, fuertes y
viciosos, de diversos vicios y pecados; y si a estos tales se les diese libre
licencia de se andar por los pueblos de los indios, antes por nuestros pecados
se convertirían ellos a sus vicios que los atraerían a virtud, y sería mucho
inconveniente para su conversión; porque oyendo los sermones de los religiosos
y personas que en esto entienden, que por ellos les prohíben los vicios y
pecados; y aconsejan el uso de las virtudes, y viendo las obras de éstos que en
su conversación anduviesen ser contrarias
a lo que de nuestra santa fe se les predica, sería tenerlo por cosa de
burla, y creer que las palabras que los religiosos y personas buenas que en
esto entienden, les dijesen eran por causa de su interés u no a efecto de la salvación
de sus almas; y demás de esto haciéndoles agravios, seria causa que no pudiéndolos
sufrir se rebelasen; y como ya más diestros de nuestras cosas podrían buscar
muchos géneros de armas contra las nuestras para se defender, y ofender, que
tienen para esto asaz habilidad y como sean gentes sinnúmero, y nosotros en su comparación
meaja, muy brevemente nos acabarían”[1].
Es
muy revelador lo que en su interior meditaba Cortés, bien sabía que la santa fe
en la realidad no tenia de santa más que la palabrería y los españoles habían de
inyectar su veneno en los naturales hasta llevarlos al vicio. Los pueblos
degeneraron en su fuerza física y mental. Les fue chupado el vigor a través de la
santurronería de quinta mientras en la realidad se saqueaba la riqueza como
verdaderos vampiros.
Justamente
lo que Cortés, temía pasó y durante todo el virreinato no habrá paz para los
españoles que a lo más, siempre andaban en las intrigas entre ellos y en lucha
constante por el poder. Y, no sólo temían a los pueblos naturales sino también a
los llamados negros hasta que el sometimiento se fue haciendo gradualmente insoportable
y los mexicanos ya duchos en las cosas de los españoles terminaron con el poder
político en vigencia.
Finalmente,
cada quien saque sus propias conclusiones sobre la realidad mexicana aunque Cortés
quería que fuera la Nueva España y que afortunadamente no cuajó. Si bien la
mexicanidad se formó de forma gradual y no como un hecho espontáneo ni natural
pues fue menester tomar conciencia y trabajar en su creación.
[1] Cortés,
Hernán. Cartas de Relación.
México. 2005. Editorial Porrúa. Colección “Sepan
Cuantos…”. Pág. 264.
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