No
se puede poner en tela de duda la valentía de los un poco menos de mil
españoles que estuvieron en la caída de México-Tenochtitlán pues la sola travesía
de mar ya representaba una gama de peligros. Imaginemos ingresar a tierras
desconocidas con todos sus peligros y aun así seguirse internando sin saber que
les puede esperar; eso es valor y en esos tiempos hubo muchos españoles
valerosos que se aventuraron a navegar con todos en contra.
Bernal
Díaz del Castillo no es la excepción; es valeroso como el que más. Tiene además
a favor haber estado en muchas de las batallas y en los momentos en que se planeó
la caída de la capital del imperio mexica. Por si esto fuera poco, escribió como
ocurrieron los hechos desde su punto de vista que es muy valioso. Díaz del Castillo confiesa
que no es letrado pero eso no es obstáculo para bien ponderar el esfuerzo que
realizó al escribir su obra. Ahora bien, escribe su obra como reacción a la
obra de Francisco López de Gómara que atribuía toda la gloria de la conquista a
Hernán Cortés y, que él consideraba que también todos los demás españoles tenían
su cuota de gloria en ello.
Historia
verdadera de la conquista de la Nueva España es invaluable por su narración de
los hechos; no se le puede regatear su valor. Sin embargo, hay que tratar de
entender las razones por las cuales los escritores dan a la luz pública sus
obras. Por primero de cuentas, son seres humanos con todas las pasiones
inherentes a la especie y no pueden escapar a las mismas.
¿Cómo
se debería sentir Bernal Díaz después de la conquista?. Satisfecho en general pero incómodo por la
falta de méritos reconocidos. Esto se sabe por las propias manifestaciones de él,
mismo en su obra. En busca de ese reconocimiento escribió su obra como la
verdadera y las otras con menos exactitud y en buena medida tiene razón pues
el, estuvo en los lugares de los hechos y participó directamente en muchos de
ellos e investigó en los que estuvo ausente. Vivía orgulloso y celoso.
Ahora
bien, una forma de engrandecer los hechos es engrandecer al enemigo o las cual
cualidades propias disminuyendo las ajenas según convenga y esto no debe de
levantar protestas porque así ha sido y seguirá siendo. Tan solo hay que ver
cuando narra la multitud de escuadrones mexicanos enfrenta como un noble
hidalgo predecesor del Quijote.
Sin
lugar a dudas, para Díaz del Castillo todos los españoles que participaron en
la conquista de Tenochtitlán merecen justo reconocimiento pero no los aliados
de los pueblos que participaron en la misma. De las tres capitanías que creo Cortés,
no da más que ocho mil tlaxcaltecas a cada una de ellas con lo que contradice
al propio Cortés que da como cifra de naturales 75 mil. Por otro lado, trata a
los tlaxcaltecas más como estorbos que como guerreros valiosos a la causa. Esto dice:
“Dejemos
de hablar más de ello y digamos que a cada capitán se le dio las instrucciones
de lo que les era mandado. Y como no habíamos de partir para otro día por la
mañana y porque no tuviésemos más embarazo en el camino, enviamos adelante todas
las capitanías de Tlaxcala hasta llegar a tierra de mexicanos; y yendo que iban
los tlaxcaltecas descuidados con su capitán Chichimecatecle y otros capitanes
con sus gentes, no vieron que iba Xicotenga el Mozo que era capitán general de
ello, y preguntando y pesquisando Chichimecatecle que se había hecho, adonde había
quedado, alcanzaron a saber que se había vuelto aquella noche encubiertamente
para Tlaxcala, y que iba a tomar por fuerza el cacicazgo y vasallos y tierras
del mismo Chichimecatecle, y las causa para ello decían los tlaxcaltecas tenia
era que como Xicotenga el Mozo vio ir los capitanes de Tlaxcala a la guerra,
especialmente a Chichimecatecle, que no tendría contradictores, porque no tenía
temor de su padre Xicotenga el Ciego, que como padre le ayudaría, y nuestro
amigo Masescaci ya era muerto, y quien temía era a Chichimecatecle; y también dijeron,
que siempre conocieron a Xicotenga no tener voluntad de ir a la guerra de México,
porque le oían decir muchas veces que todos nosotros y ellos habíamos de morir
en ella”[1].
En
otro pasaje de plano considera a los tlaxcaltecas unos estorbos. Aquí la narración
de los hechos:
“…y
de esta manera estuvimos peleando con ellos obra de una hora; y tanta prisa nos
daban, que no nos podíamos sustentar contra ellos; y aun vimos que venían por
otras partes una gran flota de canoas atajarnos los pasos para tomarnos las
espaldas. Y conociendo esto nuestros capitanes y todos nuestros soldados
apercibimos que nuestros amigos los tlaxcaltecas que llevábamos nos embarazaban
mucho la calzada, que se saliesen fuera, porque en el agua vista cosa es que no
pueden pelar, acordamos que con buen concierto retraernos y no pasar más
adelante”[2].
Puede
ser que en el ardor de la batalla y las circunstancias apremiantes a Bernal Díaz
les reproche a los tlaxcaltecas que los hechos no fueran como se esperaba pero
cuando esto escribió ya había pasado todo esto y ya debería haber pensado mejor
lo pasado. Se sabe que los mexicanos con todo su poderío nunca pudieron vencer
a los tlaxcaltecas que tenían menores recursos territoriales, humanos y de toda
especie. Si de algo tenemos noticia es del valor de los tlaxcaltecas, no
corresponde lo que escribe Díaz del Castillo.
Puede
ser que los españoles ya señoreando ya también sobre los tlaxcaltecas no quisiera
dar lo que él, pedía reconocimiento en la caída de la capital del imperio. Y,
es incontrovertible que sin la ayuda de los tlaxcaltecas, huejotzincas,
cholultecas y demás aliados los españoles no hubieran podido nunca vencer a los
mexicanos. Los entendidos convendrán en esto. Ciertamente la nobleza
tlaxcalteca se vio beneficiada por la corona, no así el pueblo llano que quedó
sujeta al pago de tributos.
En
este punto, Bernal Díaz, es parcial y mal agradecido con sus salvadores y
quienes verdaderamente vencieron a los mexicanos, los tlaxcaltecas,
huejotzincas, cholultecas y demás aliados; sin ellos no se hubiera salvado y no
hubiera contado su historia. Como ya dije no se trata de minimizar el valor en
todo lo que hizo cada uno de los españoles en la conquista pero tampoco se debe
creer inocentemente lo que cuentan cuando a todas luces es inverosímil hasta
llegara lo quijotesco.
Que
cada uno de los que esto lea y analice saque sus propias conclusiones sobre lo
escrito y analizado aquí. No se debe tratar de otra cosa que de esclarecer los
hechos sin minimizar la participación de cada uno de los que en ella
intervinieron hasta donde la razón de la posibilidad con base en la imparcialidad
y libre de ideologías.
[1] Díaz
del Castillo, Bernal. Historia Verdadera de la Nueva España. Tomo II.
México. 1979. Editorial Promexa Editores. Página 42.
[2] Díaz
del Castillo, Bernal. Historia Verdadera de la Nueva España. Tomo II.
México. 1979. Editorial Promexa Editores. Página 44.
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