El
Apocalipsis puede ser un cuento largo de rendición de cuentas de la especie
humana para con su creador. Sin embargo, puede ser paradójico pero a los
miembros del Partido Revolucionario Institucional les llego su Apocalipsis, sin
que siquiera los sospecharan pero ni de lejos. La sorpresa fue tal que aún no
salen de su estupor; se les ve deambulando por los más oscuros rincones
mascullando una vigencia y poder que se les evaporó en las manos.
El
PRI tenía un solo fin como movimiento dictador, el control total de la política
mexicana; esa era su meta principal, su fin y sentido de ser. A lo largo de un
poco más de setenta años la maquinaria de Estado funcionó a las mil maravillas
a pesar de todos los intentos de democratizar la política y la vida pública de
los mexicanos. La coraza tejida alrededor del partido único de Estado era
impenetrable a simple vista y fueron necesarios los factores externos para que
los internos pudieran horadar los centros nerviosos del régimen presidencial.
Sin la orden de privatizar del Fondo Monetario Internacional no hubiera sido
posible el cambio de régimen y es que, a cada grado mayor de privatización de
lo público el poder presidencial se diluía y no pusieron cuidado de subsanar
esa carencia. Las trasnacionales se apropiaron de ese poder al punto de dictar
el rumbo de la legalidad constitucional para dar la apariencia de justicia,
legalidad y legitimidad.
A
la par de la pérdida del control económico a través de la rectoría de la economía
se iba gestando la parcialización del poder político. En su mayor auge el
Presidencialismo era el que dictaba casi toda la vida pública del Estado
mexicano. No había puesto importante que el presidente en turno no decidiera
sin oposición genuina y eficaz. Pero con la formación y surgimiento de más
partidos políticos se fue desgajando ese poder político de una manera gradual e
imperceptible para los más sagaces políticos oficialistas. El regreso del PRI a
la presidencia de la república con Enrique Peña Nieto fue una ilusión óptica
que dejo mudos a todos. Se creía que las elecciones del uno de julio de dos mil
dieciocho iban a ser un mero trámite que se podía salvar con el dispendio de los
bienes públicos hacia dichas elecciones. La realidad fue muy diferente.
Hay
otros factores externos e internos que explican la caída del régimen y que
deben ser explorados con exactitud y profundidad para explicar lo que hasta
ahora no se han podido explicar. Entre otros factores externos se encuentran la
mundialización de la economía y la globalización de las ideas a través de las
redes sociales. La toma de conciencia de una aldea global fue y es tan importante
pues puso a los seres humanos cara a cara y que los mismos tomaran conciencia
de sus carencias políticas y de todo tipo y el dolor de unos era un eco de los
otros. Se vio como el poder político tenía las mismas raíces de corrupción en
todo el mundo y se inició un descreimiento sobre los hombres y mujeres del
poder.
Los
factores internos son más o menos conocidos y no están en contraposición con
los externos sino que son sus complementos, sus efectos o sus correlatos. Con
la pérdida de sus dos principales puntales, el monopolio del manejo del poder económico
y del político la muralla del Presidencialismo se fue desmoronando al punto de poder
seguir minando el poder del presidente en turno hasta su desacralización y pase
al mundo ordinario. Y, en se mundo ordinario los presidentes no sabían y no
saben conducirse. Les hace falta la pompa, los ritos, la ilusión óptica de
seres superiores.
Un
punto que no se ha tocado lo suficiente es el del cambio de forma de pensar. El
factor psicológico es tan importante, básico para el derrumbamiento del Presidencialismo.
Hay frases vergonzosas que reflejan la compenetración del régimen en la psique
colectiva. “El PRI roba pero deja robar”, únicamente que no se quería aceptar
que de tanta corrupción y merma de los público un buen día se tenía que pagar
la factura en diverso ámbitos y en lo político más.
Este hecho inmaterial pero no por eso inexistente tiene su efecto en los hechos reales pues es primigenio el convencimiento de la situación exterior para actuar en consecuencia. Esto fue en grados crecientes hasta que logro romper el antiguo convencimiento sobre el regimen político priista tan rígido que los miembros mas importantes del PRI nunca pudieron leer correctamente los actos y hechos de la democracia y quedaron pasmados, sin reaccionar y esto se debe a que este partido nunca estuvo diseñado para el cambio, para mutar a la par de las nuevas circunstancias reales y psíquicas.
Este hecho inmaterial pero no por eso inexistente tiene su efecto en los hechos reales pues es primigenio el convencimiento de la situación exterior para actuar en consecuencia. Esto fue en grados crecientes hasta que logro romper el antiguo convencimiento sobre el regimen político priista tan rígido que los miembros mas importantes del PRI nunca pudieron leer correctamente los actos y hechos de la democracia y quedaron pasmados, sin reaccionar y esto se debe a que este partido nunca estuvo diseñado para el cambio, para mutar a la par de las nuevas circunstancias reales y psíquicas.
Por otro lado, el
Estado mexicano era empresario pues tenía cientos y cientos de empresas que
daban trabajo a millones de mexicanos. “Vivir fuera del presupuesto es vivir en
el error”, reza otra frase desvergonzada y acuñada por el cinismo de la
burocracia ordinaria. Con todo, los recursos de todo tipo no son inacabables.
Con la privatización de las empresas públicas se fueron perdiendo los votos corporativistas
y la fe en el presidente hasta que se perdió toda la lealtad al régimen político.
El
agotamiento del régimen político-económico y social fue gradual. La toma de
conciencia de que el Presidencialismo ya no respondía a las demandas de la población
y que esta iba gradualmente también cambiando se instaló en la psique de los
mexicanos hasta que un buen día decidieron ejercer lo que se les había negado
su voto libre. Qué maravilla. Una nueva era se abrió para la vida del pueblo
sin que los antiguos todopoderosos políticos puedan hacer algo al respecto. El PRI ha llegado a su fin por lo menos como actor principal de la política mexicana.
Esa
conciencia dormida despertó y actuó y con ello abriendo la caja de Pandora que arrasó
con todo lo viejo y tradicionalista. Se está en la búsqueda de un nuevo credo político
que tenga sentido para los mexicanos, que dé respuesta a las nuevas
circunstancias y demandas a la vida pública de los mexicanos. No hay duda. Como
toda ruptura estos momentos son de rispidez irreconciliable. Está por un lado
la euforia de los ganadores y la rabia de los perdedores, ambos rodeados de niebla,
de incertidumbre. Quien haya analizado las tres Transformaciones anteriores
sabe los peligros a que en estos momentos se enfrenta el pueblo de México. La
moneda está en aire y no se sabe de qué lado caerá hasta pasado veinte o
treinta años a lo menos.
El
matrimonio político que existía entre el Partido Revolucionario Institucional y
el pueblo de México se terminó y muchos saben que pasa cuando un matrimonio se
termina. Simple y sencillamente no se puede remediar ya. El partido único de
Estado perdió su sentido y fin totalitarista al desmembrarse como lo hiciera el
rey Cleómenes “El Loco”, en la antigua Esparta. Ya el PRI no tiene un pueblo
que someter ni los medios. A cada intento de buena fe incluso, se llega a
batallas encarnizadas en que ninguna de las partes da tregua ni cede terreno. Eso,
aunque los saben los priistas y panistas se niegan a aceptarlo esperando lo que
nunca llegará, una reconciliación. Se terminó. Y, a cada intento de regreso al poder el
pueblo responderá con un rotundo no y combatirá a estos políticos de viejo
cuño. Una noche oscura, un nuevo amanecer se ciernen en la política mexicana. Euforia,
rabia, niebla alrededor. El Apocalipsis ha llegado; todo se terminó. Es la hora
del juicio final.
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