Uno
de los fines de la Filosofía o mejor dicho de los filósofos es pensar los
hechos y buscar la verdad. No es una tarea fácil pues dentro de una
civilización concreta se nace ya con una determinada realidad hecha y dada como
base de la vida colectiva e individual. Es natural que el Estado tenga como fin
dar una versión oficial de la historia en donde se desarrollan todos los demás
subsistemas como la familia, el sistema educativo, lo social, cultural y todos
los demás ámbitos que se encuentran sujetos en buena medida a lo que el Estado
quiere. Por ello, no es raro que se viva en una realidad construida de mitos,
de una historia cercenada, mutilada y hasta tergiversada desde el inicio para lograr
el control social.
La
conquista de México-Tenochtitlan y su imperio más que una conquista fue una
revolución de los pueblos sometidos por los mexicas y que supo aprovechar bien
Hernán Cortés y los españoles que lo acompañaban. No se trata de quitar o
mermar la valentía de los españoles ni los esfuerzos que hicieron o torcer los
hechos sino de todo lo contrario, de sacar a la luz los hechos que se omiten
para el pueblo en general.
Es
de vital importancia conocer los hechos históricos en su forma más acabada para
poder darse una idea clara del pasado del pueblo mexicano y no dejar que se
imponga una historia general que impida conocer los hechos básicos,
fundamentales o una historia oficial que molde sin remedio la historia a su
conveniencia.
Hay
varias razones para ocultar o minimizar los hechos y actos de los pueblos que
se levantaron en franca guerra contra los mexicas: Su dominación y uso por un
lado y el engrandecimiento artificial de los españoles. Para ello, se usa la
ideología teológica, la ideología de la superioridad, el uso legítimo de la
guerra y de la civilización de los naturales. Claro, todo ello es torcido y
tendencioso.
Bajo
la aparente grandeza impoluta de los españoles siempre laten las más bajas
pasiones; ahí se tiene a Hernán Cortés siempre indagando sobre las riquezas y
Bernal Díaz del Castillo en todo momento quejándose amargamente de recibir poco
de lo ganado y de las mujeres viejas que le tocaban. El vicio es la constante
en lo que se llama la conquista de México. El mismo Cortés se queja ante su
cesárea majestad, a la cual le besa cien mil beses los pies, de los españoles
que están ya en México con todos sus vicios y del peligro de contaminación de
los naturales.
Repito,
los españoles no llegaban a 1000 antes de la conquista y nunca fueron más de
estos pero siempre se llevan los laureles como actores principales como si
fueran súper hombres que con su sola presencia sembraran el terror entre los
mexicanos. La verdad es muy distinta y nos la hacen saber tanto Cortés como Díaz
del Castillo muy a su pesar en las correspondientes obras que cada uno escribió
y que en muchas ocasiones están en franca oposición pues el segundo se queja de
que el primero se lleva casi todo el reconocimiento, las gananciales, los
títulos y favores mientras el, y el resto las migajas.
Imaginen
la desproporción de lo que se piensa que mil españoles lograron dominar un
pueblo guerrero por excelencia que había conquistado un imperio que llegaba
hasta Guatemala desde los límites con el reino de Michoacán y de costa a costa
sin conocer al mismo y sin tener aliados. Es de locura y de risa. Perdón pero
así es.
El
eje central de Cortés es quedar bien con su cesárea majestad y recoger la mayor
parte de riqueza y fama; a través de la dominación total de los pueblos
prehispánicos. La religión es una forma de dominación que se impuso a través de
todos los métodos aun los más bárbaros como si el Dios cristiano fuera mejor
que Huitzilopochtli. La supremacía teológica.
La
superioridad de la raza (aunque solo exista una especie, la humana), pues se
dijo que los españoles eran superiores en todo a los pueblos naturales de lo
que hoy es México. ¿Mejores en qué y para qué?. Otra mentira más que se impuso
y que operó eficientemente a favor de los españoles.
El
derecho de guerra justa para imponer a los naturales de lo que hoy es México
una forma social de ser, de pensar, de actuar, de someterse y de ser siervos de
la corona española pues con sólo negarse a reconocer esta superioridad basad en
el aristotelismo de que lo mejor debe mandar es suficiente para someterlos a
través de la guerra.
Se
usaron muchas otras formas ideológicas de dominación y es trabajo de los
mexicanos no creer o mejor dicho descreer en semejantes ideologías para
entender que se pertenece no a una raza sino a la única sola especia, la humana
y que es deber particular y general insertarse en ese contexto mundial sin
creer ser más ni menos.
Entender
el pasado es mirarse a los ojos y reconocerse con las raíces más profundas del
ser mexicanos como provenientes de una pluriculturalidad y un pasado glorioso
con desastres pero perteneciente de manera legal y legítima al pueblo de México
y que no tiene que ser vergonzoso pues estas contradicciones pueden ser
superadas sin ninguna duda.
La
descolonización de los mexicanos debe empezar por las ideas, por la mentalidad
y por la risa franca de volverse a encontrar en el punto que se corta la
historia con el entierro del cuerpo de Cuauhtémoc y que ya se ha hecho pero que
es menester volver una y otra vez para abrevar del pasado en la construcción
del presente y no tan presente. Y, ese volver no tiene que ser nostálgico ni de
dolor sino con la firme convicción de que se es solamente un momento aquí en la
tierra y que por eso mismo se tiene la responsabilidad de hacerlo mejor en tan
corto tiempo.
Una
realidad hecha de mentiras nunca será buena como no lo ha sido el régimen
político actual y que pongo como ejemplo de lo que no se debe hacer. La lucha
es constante pero vivificante en toda la extensión de la palabra y vital en su
forma más radical.
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