Se
terminó en definitiva, este primero de julio de dos mil dieciocho, de manera
estrepitosa el régimen presidencial emanado de la revolución mexicana de 1910, y
sobre el cual se empoderó el partido único de Estado, el Partido Revolucionario
Institucional (PRI) desde sus antecedentes el Partido Nacional Revolucionario (PNR)
y el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), siempre tuvieron la idea de
canalizar los ideales de la revolución para cautivar al pueblo hasta someterlo
a una dictadura sui generis, a la mexicana; que ya no podía ser unipersonal
como la de Porfirio Díaz y que lo lograron.
Los
dos anteriores intentos de catalizar la revolución mexicana no cuajaron quizá porque
eran intentos preparatorios, de ensayo y error o no tuvieron su momento adecuado.
Sin embargo, logrado el poder político lo único que tenían que hacer las cúpulas
priistas era estar en el juego político de la sucesión del presidente de la república
de forma permanente.
El
presidente alcanzó un poder inmenso, tanto por la vía de la constitución, de
las leyes secundarias que le otorgaban amplias facultades para la administración
tanto como jefe del partido. Esto volvió al primer mandatario (el que recibe órdenes)
en todo lo contario (el que ordena por medio del poder político soberano), sin
que los órganos legislativo o judicial pudieran ser un dique a los deseos del órgano
ejecutivo. No hay duda que era un poder unipersonal que si bien duraba seis años
tiene todos los rasgos de dictatorial pues designaba a todos los servidores públicos
importantes de los tres órganos de gobierno así como en sus tres niveles. Pues
bien, esa forma presidencial es la que se ha terminado sin que haya manera de
revivirla.
El
nuevo régimen está iniciando su conformación y hay algunos símbolos hacia donde
quiere transitar pero esto no se podrá hacer de manera inmediata pues la
empresa no es poca y los obstáculos, lo mismo. Se tendrá que asegurar que el partido
Morena tenga el poder político de la federación y en los otros dos niveles de
gobierno durante por lo menos 24 años para poder construir ese régimen.
Se
dice que se está ya en un nuevo Presidencialismo. El presidente electo tendrá que
discernir y actuar en consecuencia. El nuevo régimen en su inicio le es
menester un presidente fuerte con un Congreso General que lo secunde en la creación
del nuevo régimen y con los ciudadanos dando su respaldo al gobierno. El pueblo
de México debe tener cuidado de no permitir un nuevo Presidencialismo pues no
se habrá avanzado hacia la democracia sino retrocedido políticamente. Siempre está
latente el peligro de que, a los políticos en el poder se les desborde la ambición
y se corrompan. Eso es incontrovertible. En consecuencia, se debe evitar este obstáculo
con leyes severas pues de otra manera no se podrá remediar este mal que por
tantas décadas a lacerado al Estado mexicano. A la par de las leyes se debe
imponer la independencia a los órganos de impartición de justicia para que las
penas sean efectivas y no una mera ilusión.
Si
en realidad el cambio de régimen va a transitar hacia la democracia dos
factores se tienen que dar; el primero, es terminar con los vestigios del régimen
anterior. Es sabido que desde la antigüedad quien o quienes llegan al poder
borran con posibles herederos. Lo hicieron los griegos, los romanos, los
franceses contra la nobleza, los rusos con los zares. Los casos en los que no
se desmantela el anterior régimen se paga caro; tal y como le sucedió a Francisco
I. Madrero con la caída de la dictadura de Porfirio Díaz, pues quedó intacto y,
con la contrarrevolución encabezada por Félix Díaz, Bernardo Reyes y Manuel Mondragón
entre otros para derrocar a Madero, lo que lograron y mataron a todos los que
les impedían tomar el poder. El viejo régimen debe ser desmantelado y hasta
ahora va bien pues no ha corrido sangre por ello. El segundo factor y que es el
más importante es mantenerse en la democracia, la libertad, un marco legal
justo hacia todos; en suma, evitar en lo posible la corrupción y la impunidad institucional
que ha imperado hasta ahora.
Ahora
bien, hay que distinguir entre el viejo Presidencialismo y el supuesto
Presidencialismo actual con el gobierno electo; es inevitable. El viejo
Presidencialismo tiene sus bases en la imposición de un sistema político totalitario
que no admitía disensos de palabra o de hecho. Existía toda una armadura que protegía el régimen
político; tres grandes sectores sociales, el campesino, el obrero y el popular que
controlaban todo el pueblo. Por si esto no fuera suficiente se tenía a
sindicatos, centrales obreras y campesinas, instituciones afines al Partido
Revolucionario Institucional que era el garante de la estabilidad forzada y la
continuidad del Presidencialismo. Finalmente, se tenían a las fuerzas armadas,
la fuerza del Estado para impedir la democratización. A los disidentes se les tenían
reservadas las cárceles y en especial Lecumberri.
Para
terminar los vestigios del viejo régimen es necesario que el presidente sea
fuerte, que el Congreso General sea de mayoría partidista afín y que el pueblo participe
activamente en el mismo rubro. Esto hará ver que existe el mismo
Presidencialismo pero si el gobierno se mantiene democrático salvara la situación.
Sin embargo, hay una radical diferencia entre el antiguo régimen y el que se está
creando; el segundo recibe su fuerza de la ciudadanía libre y consciente que
bien puede retírasela o perderla el gobierno electo por corromperse, tener
excesos u otra forma torcida de política democrática.
En
resumen, no se puede hablar de un Nuevo Presidencialismo porque el presidente
electo ni siquiera ha tomado posesión de su encargo. No se deben lanzarse
vaticinios sobre la realidad futura porque esta se presentara según transcurra
el tiempo, es decir, a su tiempo. Tampoco debe espantarse a los ciudadanos con
hechos catastróficos pues hasta ahora todo lo que se ha dicho en contra del
gobierno electo ha sido con el afán de mermar su legitimidad y, legalidad y así
obstaculizar su trabajo. Todos los factores que confluyen para la creación del
nuevo régimen no permiten ver la forma total ni el fondo más que en pinceladas.
Es tiempo de espera, no demasiada y se verá.
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