Ya
ha pasado mucho tiempo desde que, Heráclito nos advirtió que todo cambiaba
desde el punto de vista filosófico. Y,
es muy interesante ser testigo y participe de cambio de una época a otra. Esto
es muy difícil percibirlo en una vida incluso en diversas generaciones.
Imaginen
cuantas generaciones nacieron y vivieron en el mismo régimen priista desde 1929
hasta el año dos mil. 71 generaciones justas. No había un pensamiento distinto
al oficial y menos formas de vida diferentes a la impuesta al régimen. Bien se podía
ver que todo era árido debido a la forma uniforme que imponía el priismo.
Ahora
bien, dentro del sistema político priista se gestaba el cambio aunque no se percibía.
El cambio que está en marcha en estos precisos momentos es diferente es un fenómeno,
en su sentido filosófico y esto, nos lleva a Immanuel Kant, quien pone el fenómeno
en contraposición al noúmeno que es como es la realidad independientemente de
nuestra experiencia mientras que el fenómeno es como percibimos la realidad a través
de nuestros sentidos.
En
efecto, no únicamente percibimos este tipo de cambio político, de todo un
estado que ha degenerado y que obliga a que la velocidad del cambio se acelere
de tal forma que sea percibido por todos aquellos que tengan la intención de
percibir.
El
régimen priista se acabó, lo terminaron los ciudadanos, los partidos de oposición,
la apertura del Estado mexicano al libre comercio, el acceso al internet y el
propio gobierno con su corrupción y la privatización de lo público. Esto puede
sonar paradójico el gobierno haya participado activamente al cambio de régimen pero
así es.
Muchos
atribuyen este cambio principalmente al hartazgo; si bien el hartazgo, es una consecuencia
de la imparable corrupción del gobierno no es la principal causa sino un
efecto. La corrupción en grados indignantes ya estaba suelta desde los años 80
del siglo pasado y se ha extendido hasta nuestros días y durante este tiempo no
se resquebrajo el sistema; esto ocurrió de manera gradual en la medida en que
el Estado mexicano se fue haciendo débil y la corrupción se hacía más evidente
y sintomática del régimen.
El
Estado moderno mexicano en la era priista se diseñó para ser cerrado, sin críticas
desde fuera y por supuesto desde adentro era totalitarista y usaba la violencia
legítima y legal para mantener ese orden rígido pero también usaba la violencia
fuera de la ley para desaparecer a los disidentes o para encarcelarlos. Hasta
hace treinta años era “normal”, que las personas imputadas por algún delito
fueran aprehendidas sin orden judicial. La práctica diaria era que los acusados
eran culpables hasta que se demostrara lo contrario y campeaba la fabricación de
delitos con ese sistema acusatorio inquisitorio.
Hoy,
no cambiado del todo esta concepción de vida y muchos añoran ese pasado
oprobioso ya por ignorancia, por no saber lidiar con la libertad incipiente
pues requiere obligaciones civiles, por no convenirle a sus intereses de toda índole
o por ser parte de esa corrupción estatal. Bien, les tengo una mal anoticia, no
se podrá volver a ese Estado pues no sirve a los intereses de los dueños de las
grandes trasnacionales.
Es
evidente que los dueños de las grandes trasnacionales debilitaron al Estado
mexicano (Gobierno, población y territorio), hasta tenerlo a su disposición para
poder imponer leyes a su favor desde la Constitución General y en las normas
secundarias. Están nerviosos, preocupados porque los movimientos sociales no
pueden controlarlos del todo y un cambio que no quieran los pune con los pelos
de punta.
Es
interesante ver y constatar como una buena parte del pueblo mexicano y de
manera heterogénea ha tomado consciencia y es precisamente esa consciencia la
que mueve a muchos para dirigir ese cambio del sistema político e dirección contraria
a lo que desean; hacia el continuismo en las figuras de Ricardo Anaya o José
Antonio Meade o, incluso en la versión más espantosa de Vicente Fox, Jaime Rodríguez
Calderón, al autollamado “Bronco”. Esta participación del pueblo en el cambio
troca todos los planes de los dueños de las grandes trasnacionales y sus cómplices
en el gobierno. Se les va el negocio. Es por ello que Enrique Peña Nieto, en la
desesperación a blindado sus reformas privatizadoras.
El
tiempo avanza inexorable y el cambio político lo mismo el resultado es de pronóstico
reservado. No basta con estar en primeras filas de este espectáculo sino de ser
actor de reparto si se quiere pero ejercitar la acción política que cada quien
crea conveniente. Ser persona[1]
para que se oigan todas las voces.
[1]
Persona era la máscara que usaban los actores griegos en las tragedias y
significa zona a través de. Con el tiempo se llamó personas a los seres humanos.
Se dice que todos somos actores en la vida y asumimos diversos personajes. En este
sentido escribo la palabra persona.