miércoles, 25 de abril de 2018

EL CAMBIO COMO FENÓMENO




Ya ha pasado mucho tiempo desde que, Heráclito nos advirtió que todo cambiaba desde el punto de vista filosófico.  Y, es muy interesante ser testigo y participe de cambio de una época a otra. Esto es muy difícil percibirlo en una vida incluso en diversas generaciones.

Imaginen cuantas generaciones nacieron y vivieron en el mismo régimen priista desde 1929 hasta el año dos mil. 71 generaciones justas. No había un pensamiento distinto al oficial y menos formas de vida diferentes a la impuesta al régimen. Bien se podía ver que todo era árido debido a la forma uniforme que imponía el priismo.

Ahora bien, dentro del sistema político priista se gestaba el cambio aunque no se percibía. El cambio que está en marcha en estos precisos momentos es diferente es un fenómeno, en su sentido filosófico y esto, nos lleva a Immanuel Kant, quien pone el fenómeno en contraposición al noúmeno que es como es la realidad independientemente de nuestra experiencia mientras que el fenómeno es como percibimos la realidad a través de nuestros sentidos.

En efecto, no únicamente percibimos este tipo de cambio político, de todo un estado que ha degenerado y que obliga a que la velocidad del cambio se acelere de tal forma que sea percibido por todos aquellos que tengan la intención de percibir.

El régimen priista se acabó, lo terminaron los ciudadanos, los partidos de oposición, la apertura del Estado mexicano al libre comercio, el acceso al internet y el propio gobierno con su corrupción y la privatización de lo público. Esto puede sonar paradójico el gobierno haya participado activamente al cambio de régimen pero así es.

Muchos atribuyen este cambio principalmente al hartazgo; si bien el hartazgo, es una consecuencia de la imparable corrupción del gobierno no es la principal causa sino un efecto. La corrupción en grados indignantes ya estaba suelta desde los años 80 del siglo pasado y se ha extendido hasta nuestros días y durante este tiempo no se resquebrajo el sistema; esto ocurrió de manera gradual en la medida en que el Estado mexicano se fue haciendo débil y la corrupción se hacía más evidente y sintomática del régimen.

El Estado moderno mexicano en la era priista se diseñó para ser cerrado, sin críticas desde fuera y por supuesto desde adentro era totalitarista y usaba la violencia legítima y legal para mantener ese orden rígido pero también usaba la violencia fuera de la ley para desaparecer a los disidentes o para encarcelarlos. Hasta hace treinta años era “normal”, que las personas imputadas por algún delito fueran aprehendidas sin orden judicial. La práctica diaria era que los acusados eran culpables hasta que se demostrara lo contrario y campeaba la fabricación de delitos con ese sistema acusatorio inquisitorio.  

Hoy, no cambiado del todo esta concepción de vida y muchos añoran ese pasado oprobioso ya por ignorancia, por no saber lidiar con la libertad incipiente pues requiere obligaciones civiles, por no convenirle a sus intereses de toda índole o por ser parte de esa corrupción estatal. Bien, les tengo una mal anoticia, no se podrá volver a ese Estado pues no sirve a los intereses de los dueños de las grandes trasnacionales.

Es evidente que los dueños de las grandes trasnacionales debilitaron al Estado mexicano (Gobierno, población y territorio), hasta tenerlo a su disposición para poder imponer leyes a su favor desde la Constitución General y en las normas secundarias. Están nerviosos, preocupados porque los movimientos sociales no pueden controlarlos del todo y un cambio que no quieran los pune con los pelos de punta.

Es interesante ver y constatar como una buena parte del pueblo mexicano y de manera heterogénea ha tomado consciencia y es precisamente esa consciencia la que mueve a muchos para dirigir ese cambio del sistema político e dirección contraria a lo que desean; hacia el continuismo en las figuras de Ricardo Anaya o José Antonio Meade o, incluso en la versión más espantosa de Vicente Fox, Jaime Rodríguez Calderón, al autollamado “Bronco”. Esta participación del pueblo en el cambio troca todos los planes de los dueños de las grandes trasnacionales y sus cómplices en el gobierno. Se les va el negocio. Es por ello que Enrique Peña Nieto, en la desesperación a blindado sus reformas privatizadoras.

El tiempo avanza inexorable y el cambio político lo mismo el resultado es de pronóstico reservado. No basta con estar en primeras filas de este espectáculo sino de ser actor de reparto si se quiere pero ejercitar la acción política que cada quien crea conveniente. Ser persona[1] para que se oigan todas las voces.


[1] Persona era la máscara que usaban los actores griegos en las tragedias y significa zona a través de. Con el tiempo se llamó personas a los seres humanos. Se dice que todos somos actores en la vida y asumimos diversos personajes. En este sentido escribo la palabra persona.



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