Los
políticos en concreto han impuesto un régimen
político que funciona sin valores sino con antivalores. Todo lo que triunfa y
todos los que tienen éxito material en México, con sus excepciones, lo hacen a través de la corrupción, con la
seguridad de la impunidad y se hace jactancia con todo el cinismo posible.
Las
grandes fortunas en México, se han hecho rapiñando, despojando, expoliando,
corrompiendo la república (La cosa pública), es decir, lo que ha sido creado,
generado por muchas generaciones y millones de seres humanos para que unos
cuantos se hagan inmensamente rico (Ninguno se hace inmensamente rico con
trabajo individual y honrado), comprando
a precio de risa las empresas públicas. En este proceso los gobernantes,
legisladores y, en general, todos los gobernantes y políticos reclaman su
tajada que, si creemos lo que ellos mismos manifiestan, es entre el 20% y 30%
del precio total de las obras o ventas de lo público. No ha sido buena idea
privatizar lo público cuando no se tienen los recursos legales ni los órganos ni
la voluntad política de castigar los corruptos.
El
régimen priista que siguen alegremente los panistas, han vuelto al Estado mexicano
en una gran empresa que les deja pingues ganancias y piensan seguir en esta línea.
Para ello, han implantado una necesidad de la corrupción para que la
burocracia, la policía, los oficiales de vialidad, la policía federal y hasta
el más modesto servidor público, pida o
exija dinero por los servicios que le
son inherentes a su cardo.
La
corrupción está en todo el gobierno mexicano y se ha encarnado que bien se
puede afirmar que los que llegan al servicio público lo hacen con el fin
primario de hacerse de lo público con toda la corrupción e impunidad, a través de un pacto no escrito
sino como un antivalor entendido. En la práctica la justicia es una mera ilusión.
El presidente de la república en turno y hasta el presidente del municipio más
modesto están bien blindados legalmente contra
acción judicial.
El
pueblo también, es responsable y culpable de este lamentable estado que guarda
lo público con su pasividad y complicidad ya sea activa o también pasiva. Los
ciudadanos saben que todo lo que quieran del gobierno les va a costar y sin ningún
pudor entran a la corrupción. LA frase acuñada por el pueblo de que “El Partido
Revolucionario Institucional”, roba pero deja robar es el símbolo del régimen corrupto
y corruptor. Claro es una soberana estupidez que el pueblo se robe lo que es
suyo pues lo público es el producto del trabajo en conjunto del pueblo. Menuda
forma de quebrantar lo publico en detrimento de la generalidad.
Al
vivir con estos antivalores, corrupción, impunidad y cinismo, ha llevado al
pueblo a la más descarada decadencia y pobreza tanto en lo material como en lo
intelectual. El signo más notable de ello es que se carece de verdaderos
intelectuales. Son contados. Los que brillan son aquellos que hacen deportes
profesionales, es decir, lo físico está por encima de lo mental. Y, eso es una verdadera desgracia.
En
suma se han impuesto al pueblo los antivalores para poder hacer del Estado
mexicano una Sociedad Anónima de Capital Variable, en donde el perdedor siempre
es el pueblo por los diversos grados de corrupción que existe en la administración
en sus tres niveles de gobierno.
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