Un
verdadero hombre creado por y para el Estado, lo fue Leónidas. Cuando Leónidas nació
y en el entorno que creció, las leyes de Esparta, estaban en plena vigencia y
con una fuerza admirable, se acataban sin mucho dudar. En eso residía el éxito de
la Ciudad-Estado y el rey era el primero en acatarlas. La gerontocracia
gobernaba sin piedad alguna.
Las
madres espartanas tenían un amor muy sui generis. “Con el escudo o sobre el escudo”,
les decían a sus hijos al despedirlos cuando iban a la guerra; es decir, o volvían
victorioso o muertos sobre el escudo, pero no deshonrados. Tal forma de amor
materna es muy poco frecuente verla. Así eran los espartanos.
Hasta
en el amor eran dados a mirar por el Estado. Cuando Gorgo, la mujer de Leónidas,
le pidió su parecer sobre que debería hacer con su vida pues, era seguro que no
regresaría, le contestó que buscara un buen hombre, se casara y tuviera hijos. Es
de admirar que, no sintiera celos, que le pidiera le guardara luto o siguiera
soltera. No, tan hondo sentían los espartanos su deber con la Ciudad-Estado
que, el mismo rey Leónidas (Tenían siempre dos gobernando), creyó prudente que
su mujer tuviera más hijos, no para ella, sino para el Estado.
Mujeres
tales, hombres tales, son raros de encontrar en la historia y mucho más en la
vida actual. Claro, quizá ya no se deba consagrar la vida al Estado sino a la
vida misma con esa pasión inducida, libre de moralina; lejos de la decadente moral
cristiana. Se tenía que decir y se dijo.
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