domingo, 12 de agosto de 2018

STEPHEN HAWKING Y EL IMPERIO LA RAZÓN




La importancia de Stephen Hawking , en la ciencia y la vida no se ha logrado aún sopesar sin pasiones. Unos lo apoyan, siguiendo sus descubrimientos y, los creacionistas y teólogos lo tratan de refutar con fanatismo. Es muy significativo que hoy día se pueda seguir viviendo en y con el fanatismo extremo más propio de la Edad Media o de la ignorancia ramplona.

Hawking, es la cúspide de toda la historia iniciando desde Aristóteles que trató de explicar a través de la razón los fenómenos físicos si bien con la ingenuidad propia de su tiempo: a esto le llamamos realismo ingenuo pues se cree que los fenómenos físicos son exactamente como se perciben. Harían falta veinte siglos para que René Descartes junto con una gama de filósofos y científicos derribarán el aristotelismo como base de la filosofía y de la ciencia. Entre los científicos se encontraba ni más ni menos que el gran Galileo Galilei.

Para el siglo XVI, la realidad era todavía cerrada pues se creía que únicamente existía el cosmos finito y sus límites lo eran las estrellas fijas. Existía un orden metafísico basado en la teología cristiana. Para Johannes Kleper el orden solo se podía hallar en un espacio cerrado pero no en uno informe o uniforme como el de Giordano Bruno que se oponía al modelo cósmico de Nicolás Copérnico. Para Kepler el cosmos era la expresión del Dios católico, el Sol representa al Dios padre, la bóveda estelar al Hijo y espacio intermedio el Espíritu Santo. Todo lo que se opusiera a este modelo se tenía por fuerza que enfrentar con la Iglesia católica y su tribunal, la Santa Inquisición (Vaya nombre tan pomposo y eufemístico para designar fanáticos). Con todo, la razón había sido liberada y ya no había forma de detener el avance de la filosofía y de la ciencia. Se terminaba toda una larga época.

Galileo Galilei iba a ser el científico que iba a enfrentar al Santo Oficio con resultados poco determinantes para ambas partes pues si bien el tribunal inquisitorio lo condenó a prisión domiciliaria con la prohibición de no seguir manteniendo su idea de no ser la Tierra el centro del cosmos. Si este mundo no era el centro de la actividad divina se perdía todo orden, se atenta por lo tanto, contra Dios. El modelo no podía cambiar. Claro, Galilei tenía entre sus manos la ciencia y la tecnología y esta última, a través del telescopio que le hizo ver, aunque no con toda claridad, los astros y características que antes no se habían podido apreciar; esto lo hizo cambiar de idea cósmica. Por otro lado, sus obra “El diálogo sobre dos nuevas ciencias”, ya había salido de Italia y esto daría pauta que otros científicos avanzaran en dirección contraria a la idea del “Diseño divino del cosmos”.

El cosmos seguía teniendo un diseño divino pero gradualmente se mecanizaba y se podía explicarse a través de la ciencia empírica guiada por la razón ya no únicamente por la verdad revelada de Dios. Pasarían varios años antes de que se diera el avance decisivo para madurar la mecanización de la realidad a través de la física. Para ello nos debemos situar idealmente en el siglo XVII.

Isaac Newton publica en 1686 su obra capital “Los Principios Matemáticos de la Filosofía Natural”. Esto era la continuación de los estudios de muchos científicos pero principalmente de Kepler. Ahora la realidad se podía predecir por los seres humanos por medio de cálculos matemáticos y ya no era necesaria la idea de Dios para entender la realidad, aunque todavía la teología estaba arraigada en los científicos.

Albert Einstein iba a dar un empuje a la física nunca antes vista y derrocando la Física clásica de Newton. Esto fue tan revolucionario que en su tiempo unos cuantos podían jactarse de entender esta teoría, “La teoría de la relatividad especial”, en donde postula su sencilla pero grandiosa formula: E=MC2 que significa que la energía era lo mismo que la masa por la velocidad de la luz al cuadrado; en otras palabras la energía no se crea ni se destruye solo se transforma. Base de la mecánica cuántica. Se puede ver como la razón científica se va abriendo paso hacia la cima de la vida. Claro no para todos. Sin embargo, aun para Einstein el cosmos tenía un cierto orden divino pues creía que, “Dios no juega a los dados”; es decir, existe un orden que no puede ser cambiado.

Y, llegamos al final, por el momento, pues con la llegada de Hawking y su pensamiento científico se abren accesos a la realidad de maneras inesperadas. Si se ve toda su obra de manera integral se puede ver el avance y nivel de la razón científica que ya francamente desecha la necesidad de Dios alguno para que el cosmos sea explicado con la mayor exactitud posible. Claro hasta ahora no se ha logrado crear la “Teoría del Todo Unificado”, para tener otro avance fundamental en la explicación de la realidad ampliada.

Esto nos lleva a ver que Hawking, nos obliga, si lo seguimos, a ser razonables y desechar la superchería, los dogmas teológicos en grados que pocos tienen acceso pero que cimbran todo el edificio teológico occidental y mucho me temo que mundial. De la explicación natural e ingenua hemos pasado al diseño divino a un mundo frio, medible, predecible y sin misterio. Con ello, se presenta un vacío interior en los seres humanos pero ese problema se tendrá que encarar con todas sus consecuencias. El terror que esto trae es enorme pues si Dios no existe o por lo menos no es necesario ¿hacia dónde va la humanidad?. El problema no es menor sino vital; no es coincidencia que se haya pasado de tener la vida como centro de la actividad con la economía a su servicio a transmutar todo y, ahora estar la vida sujeta a la economía, al pragmatismo hueco, a la vida vacía que trae el afán de brillar exteriormente pero con un infierno vacío por dentro.

La razón ha llegado lejos, muy lejos y con ello, nos ha traído una crisis humanitaria, un tema central, primordial que deberá encarase con toda rigidez o caer aún más en la deshumanización. La vida cosificada o un nuevo humanismo que rescate lo mejor de la vida.



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