Imaginen
el escenario, las circunstancias después de la revolución. Se deberían cosechar
los frutos de la lucha revolucionaria. Se había iniciado el fin de la dictadura
de Porfirio Díaz y era menester pasar del caos y la ruina al orden y progreso,
si es que eso era posible y hasta donde fuera posible. Ya no era posible la
dictadura personal pero se iba a crear la dictadura de un partido único de
Estado. Y, así nació el Partido Revolucionario Institucional, después de dos
intentos preparatorios, el Partido Nacional Revolucionario y el Partido de la Revolución
Mexicana. Se nota inmediatamente que la idea de explotar el contenido de la revolución
está presente y, eso harán los priistas durante las siguientes décadas.
Las
preguntas son ¿cuál será el destino del PRI?, ¿es posible que vuelva a gobernar
el Estado mexicano?. Responder estas preguntas no es difícil si se sigue su
historia, sus bases. La naturaleza de este partido es ser totalitario, no
admite división, es una unidad artificial pero unidad al fin. Toda la sociedad está
considerada como parte de este partido, el partido es el pueblo entero. El
sector obrero aglutinaba, en general, a todos los obreros mexicanos; el sector
agrario a todos los campesinos y el sector popular a el resto del pueblo. Para
asegurar la unidad, el totalitarismo artificial había todo un mecanismo de líderes
obreros, campesinos, caciques, que encabezaban sindicatos que aseguraban la
lealtad hacia el partido oficial.
Si
la unidad estaba en peligro mínimo estaba el sistema jurídico como protección al
sistema político, si esto no bastaba la fuerza del Estado en toda una gama de
formas ponía a los disidentes fuera de combate. La cárcel, el terror, la represión
eran las formas de respuesta del gobierno. No había más que caminar de acuerdo
al sistema totalitario. No se podía pensar diferente, actuar diferente y hasta
la música era una especie de pecado suficiente para ser marginado. México era
un estado cerrado. Si el sistema era una dictadura totalitarista, su antídoto lo
será la diversidad, la libertad, la justicia, la democracia y el
republicanismo.
El
tiempo da el soporte a lo indicado en las últimas líneas y ya es historia la caída
del PRI. Hoy, es la quinta fuerza política en la cámara de diputados al
Congreso de la Unión. Los priistas están en zozobra y no acaban de asimilar su
derrota. Es evidente que no quieren dejar que se termine ese partido pues la política
ha sido el negocio más productivo en México. Con únicamente saber leer y
escribir y unos cuantos requisitos se puede obtener casi cualquier puesto,
incluso el de presidente sin ninguna responsabilidad y bien pensionados.
Ahora
bien, el priismo tenía su fundamento en sostener la presidencia de la republica
a través del gobernante en turno, quien tenía el poder en los tres ámbitos más
importantes, el político, el judicial y el económico. Tenía el poder de designara
los senadores y diputados al Congreso de la Unión, a todo su gabinete, a todos
los gobernadores, diputados locales, al regente del entonces Distrito Federal,
presidentes municipales más importantes y todos le debían el puesto.
En
lo judicial, designaba a los Ministros de la Suprema Corte de la Nación, quienes
le eran leales en sus decisiones jurídicas. No había y aun hoy no hay
independencia de este órgano para impartir justicia y, si esto pasaba con el máximo
tribunal de control constitucional, en los estados la cosa no iba de otra
manera, aun hoy, los órganos de justicia son un apéndice de los gobernantes en
turno.
En
la economía, el presidente de la república, era el gran administrador de todas
y cada una de las empresas públicas y tenía la rectoría de la economía; los
monopolios eran del Estado. Pero esto se acabó. Ninguna de estas facultades está
ya en el presidente en turno aunque parezca lo contrario con el nuevo
presidente electo.
En
efecto, el poder político está ya en diversos partidos que aunque disminuidos
no pueden ser desaparecidos por decreto. El poder económico lo tienen ahora las
grandes trasnacionales y los monopolios ya no son públicos sino privados. Y, la
Suprema Corte da ya sus primeros pasos hacia la independencia de acción, de decisión.
El
PRI al perder la presidencia de la república y casi todo el poder político termino
por perder el acceso al dinero y los recursos materiales para poder comprar
voluntades en el ámbito electoral. Sin esto este partido está acabado pues no
sabe hacer política democrática. Los ríos de dinero que podían desviar, los
programas que podían usar, se han terminado o casi.
Imaginen
a los priistas haciendo verdadera política entre el pueblo que antes tenía
sometido; no pueden esperar más que el rechazo general. No le sirven más los
tres sectores, los sindicatos ya le son inútiles. Toda su estructura política en
el gobierno será desmontada y no quedara más que el mal recuerdo del otrora
partido único de Estado. La fiesta continua terminó. La corrupción se les terminó.
El
Presidencialismo ha muerto y al PRI seguirá el mismo destino, esta era su base
principal y si la misma no tiene buen futuro. El desprestigio y la perdida de
vigencia del Presidencialismo son el tiro de gracia para el partido. A lo más
que puede aspirar el PRI es ser un partido ordinario que jamás regresara al
poder presidencial; por el contrario, su crisis se profundizara conforme se
conforme un nuevo régimen político.
En
el imaginario social el PRI ya no tiene cabida como no tiene cabida el
Presidencialismo y su unidad artificial, su totalitarismo represor, el uso de
la fuerza del Estado para mantener el régimen político. La ideología camaleónica
del PRI que tanto le fue útil ahora es una pesada carga. En la hora de las
definiciones no se pueden ahora definir. Todo el régimen priista se ha resquebrajado,
todo se ha perdido sin remedio. La transformación democrática es imposible es
tanto como pedir que un carnívoro se torne herbívoro por completo. No hay ni
las ideas, ni el tiempo ni los medios y mucho menos la firme intención.
La
idea de la revolución ya no puede ser explotada por el PRI pues precisamente
han hecho una contrarrevolución al privatizar todo lo público. Todos los ritos políticos
son ya vacíos, el discurso oficial a enmudecido para no volverse a oír porque
ya únicamente los románticos del pasado anhelan el canto de las sirenas. Bien
se puede parafrasear a Marx y Engels: “Un fantasma recorre México: el fantasma
del priismo. Todas las fuerzas de su viejo pasado y de sus acciones presentes
se han unido en santa cruzada contra ese fantasma”.
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