sábado, 25 de agosto de 2018

EL DESTINO DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL




Imaginen el escenario, las circunstancias después de la revolución. Se deberían cosechar los frutos de la lucha revolucionaria. Se había iniciado el fin de la dictadura de Porfirio Díaz y era menester pasar del caos y la ruina al orden y progreso, si es que eso era posible y hasta donde fuera posible. Ya no era posible la dictadura personal pero se iba a crear la dictadura de un partido único de Estado. Y, así nació el Partido Revolucionario Institucional, después de dos intentos preparatorios, el Partido Nacional Revolucionario y el Partido de la Revolución Mexicana. Se nota inmediatamente que la idea de explotar el contenido de la revolución está presente y, eso harán los priistas durante las siguientes décadas.

Las preguntas son ¿cuál será el destino del PRI?, ¿es posible que vuelva a gobernar el Estado mexicano?. Responder estas preguntas no es difícil si se sigue su historia, sus bases. La naturaleza de este partido es ser totalitario, no admite división, es una unidad artificial pero unidad al fin. Toda la sociedad está considerada como parte de este partido, el partido es el pueblo entero. El sector obrero aglutinaba, en general, a todos los obreros mexicanos; el sector agrario a todos los campesinos y el sector popular a el resto del pueblo. Para asegurar la unidad, el totalitarismo artificial había todo un mecanismo de líderes obreros, campesinos, caciques, que encabezaban sindicatos que aseguraban la lealtad hacia el partido oficial.

Si la unidad estaba en peligro mínimo estaba el sistema jurídico como protección al sistema político, si esto no bastaba la fuerza del Estado en toda una gama de formas ponía a los disidentes fuera de combate. La cárcel, el terror, la represión eran las formas de respuesta del gobierno. No había más que caminar de acuerdo al sistema totalitario. No se podía pensar diferente, actuar diferente y hasta la música era una especie de pecado suficiente para ser marginado. México era un estado cerrado. Si el sistema era una dictadura totalitarista, su antídoto lo será la diversidad, la libertad, la justicia, la democracia y el republicanismo.

El tiempo da el soporte a lo indicado en las últimas líneas y ya es historia la caída del PRI. Hoy, es la quinta fuerza política en la cámara de diputados al Congreso de la Unión. Los priistas están en zozobra y no acaban de asimilar su derrota. Es evidente que no quieren dejar que se termine ese partido pues la política ha sido el negocio más productivo en México. Con únicamente saber leer y escribir y unos cuantos requisitos se puede obtener casi cualquier puesto, incluso el de presidente sin ninguna responsabilidad y bien pensionados.

Ahora bien, el priismo tenía su fundamento en sostener la presidencia de la republica a través del gobernante en turno, quien tenía el poder en los tres ámbitos más importantes, el político, el judicial y el económico. Tenía el poder de designara los senadores y diputados al Congreso de la Unión, a todo su gabinete, a todos los gobernadores, diputados locales, al regente del entonces Distrito Federal, presidentes municipales más importantes y todos le debían el puesto.

En lo judicial, designaba a los Ministros de la Suprema Corte de la Nación, quienes le eran leales en sus decisiones jurídicas. No había y aun hoy no hay independencia de este órgano para impartir justicia y, si esto pasaba con el máximo tribunal de control constitucional, en los estados la cosa no iba de otra manera, aun hoy, los órganos de justicia son un apéndice de los gobernantes en turno.

En la economía, el presidente de la república, era el gran administrador de todas y cada una de las empresas públicas y tenía la rectoría de la economía; los monopolios eran del Estado. Pero esto se acabó. Ninguna de estas facultades está ya en el presidente en turno aunque parezca lo contrario con el nuevo presidente electo.

En efecto, el poder político está ya en diversos partidos que aunque disminuidos no pueden ser desaparecidos por decreto. El poder económico lo tienen ahora las grandes trasnacionales y los monopolios ya no son públicos sino privados. Y, la Suprema Corte da ya sus primeros pasos hacia la independencia de acción, de decisión.

El PRI al perder la presidencia de la república y casi todo el poder político termino por perder el acceso al dinero y los recursos materiales para poder comprar voluntades en el ámbito electoral. Sin esto este partido está acabado pues no sabe hacer política democrática. Los ríos de dinero que podían desviar, los programas que podían usar, se han terminado o casi.

Imaginen a los priistas haciendo verdadera política entre el pueblo que antes tenía sometido; no pueden esperar más que el rechazo general. No le sirven más los tres sectores, los sindicatos ya le son inútiles. Toda su estructura política en el gobierno será desmontada y no quedara más que el mal recuerdo del otrora partido único de Estado. La fiesta continua terminó. La corrupción se les terminó.

El Presidencialismo ha muerto y al PRI seguirá el mismo destino, esta era su base principal y si la misma no tiene buen futuro. El desprestigio y la perdida de vigencia del Presidencialismo son el tiro de gracia para el partido. A lo más que puede aspirar el PRI es ser un partido ordinario que jamás regresara al poder presidencial; por el contrario, su crisis se profundizara conforme se conforme un nuevo régimen político.

En el imaginario social el PRI ya no tiene cabida como no tiene cabida el Presidencialismo y su unidad artificial, su totalitarismo represor, el uso de la fuerza del Estado para mantener el régimen político. La ideología camaleónica del PRI que tanto le fue útil ahora es una pesada carga. En la hora de las definiciones no se pueden ahora definir. Todo el régimen priista se ha resquebrajado, todo se ha perdido sin remedio. La transformación democrática es imposible es tanto como pedir que un carnívoro se torne herbívoro por completo. No hay ni las ideas, ni el tiempo ni los medios y mucho menos la firme intención.

La idea de la revolución ya no puede ser explotada por el PRI pues precisamente han hecho una contrarrevolución al privatizar todo lo público. Todos los ritos políticos son ya vacíos, el discurso oficial a enmudecido para no volverse a oír porque ya únicamente los románticos del pasado anhelan el canto de las sirenas. Bien se puede parafrasear a Marx y Engels: “Un fantasma recorre México: el fantasma del priismo. Todas las fuerzas de su viejo pasado y de sus acciones presentes se han unido en santa cruzada contra ese fantasma”.

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