domingo, 19 de febrero de 2017

CONQUISTA PERDIDA



Antaño la felicidad estaba fija por los valores y costumbres de las diversas sociedades. Para tener una vida estable bastaba con conseguir una pareja y todo marchaba a las mil maravillas o eso parecía a lo menos. La liberación, es decir, la rebelión de las mujeres dio al traste, pulverizó la familia tradicional. La mujer exigió de todas las formas posibles su libertad, sus derechos pues libertad sin derechos no lo es; y la felicidad se nos esfumó a los hombres. La cosa se ha puesto difícil y ambos géneros padecemos estas circunstancias. Ahora parece que la felicidad huidiza o por lo menos la estabilidad familiar depende de una buena jugada de ruleta rusa en que se ha convertido la constante búsqueda del otro o la otra o como románticamente se dice: la media naranja.

Que lejos estamos de la mítica unión que se desprende de la Biblia, en donde Adán y Eva eran el modelo de familia que tanto cacarean los teólogos. Quizá ese modelo sea ideal pero la mujer no tenía libertad, era falso, artificial y dictado por sujetos francamente deleznables y tejedores como arañas. Sin un ápice de confianza. Ambos géneros nos hemos separado con harta desconfianza y no es para menos; ver la realidad tan torcida ha llevado a las mujeres a desconfiar de los hombres conquistadores y ya sabemos a qué nos llevan las conquistas por la fuerza: a la fundada desconfianza y al contraataque. Bien mujeres y hombres tenemos un problema, a lo manos hay que reconocerlo.

Me parece que los hombres debemos aceptar con toda modestia que la hemos echado a perder sin más. La lucha sorda o abierta seguirá y es preferible que las mujeres sigan conquistando sus derechos. Ahora cometen las mismas barbaridades que los hombres y debemos padecerlas con franca reflexión y acción para tratar de salir de esta crisis.


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