El
sistema presidencialista vio su hora de la muerte en el año 1994 y durante el
restante tiempo, es decir, durante 23 años hemos padecido su agonía y el
surgimiento hegemónico de las trasnacionales como verdaderas dominadoras del
Estado mexicano. Ha muerto el Estado moderno mexicano en donde se encumbró el
presidencialismo. El nuevo Estado híper moderno mexicano está en plena conformación.
Nació sin ningún plan, a la mexicana. Los ciudadanos mexicanos pasivos también empezaron
a ver su agonía con la muerte del Estado moderno mexicano pues, el nuevo Estado
ha dado la máxima libertad a los mexicanos. Se deja la pasividad para entrar a
un dinamismo nunca antes visto. Las condiciones están impuestas y no se ve que
dejen de estarlo. Sin embargo, por un lado el sistema político y por ende los políticos
no quieren dejar que los ciudadanos participen en política y lo mismo les pasa
a los ciudadanos, aun balbucean a la hora de que, tienen la oportunidad de
entrar a la política; es decir, a la hora de decidir el rumbo de lo público
pero también de sus vidas.
Hay
en el ambiente político una turbulencia mayor y una indecisión mayúscula; los
ciudadanos se preguntan si, en caso de que gane las elecciones Andrés Manuel López
Obrados, este hará los cambios requeridos para que le vaya bien a la nación mexicana.
Este es un error un residuo del pensamiento presidencialista que era la
voluntad personal del presidente que movía al Estado mexicano por sí solo. Esto
ya no es posible dado que el presidencialismo ha muerto. Es la horade los
ciudadanos; son ellos y no los políticos tradicionales quienes deben imprimir
su huella en el quehacer político. Esperar que una sola persona cambie la
realidad es una locura mayúscula.
La
hora de los ciudadanos ha llegado pero estos deben entender que son ellos y
ninguno más los que deben entrar a la política para incidir en el rumbo de lo público.
El paternalismo que hoy se sigue expresando es solo el resabio del pensamiento
conformista, de la larga pasividad en que estaba sometido el pueblo mexicano.
El destino está en manos de los ciudadanos; claro está con todos los peligros
que esto representa esta aventura inmersa en un mar plagado de intereses varios
y algunos en franca oposición e irreconciliables. Con todo, los ciudadanos
tienen la última palabra o el silencio del ciudadano cero.
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