CONSTITUCIÓN DE 1917
No hay motivo porque festejar la promulgación de
la Constitución General de 1917, porque su espíritu o su teleología ya
simplemente no existen. En su inicio y pocos años después, los gobernantes cumplieron
a medias lo que se plasmó en la Carta Magna. Se expropiaron a medias las
tierras con lo que quedó trunco este fin; se dieron derechos y sindicatos a los
obreros pero se les atoo a través de la Confederación de Trabajadores de México
y todos los demás sindicatos corporativistas; se expropiaron las industrias
petrolera y de luz, se erigieron casas y se dio seguro social pero todo en
detrimento de la libertad y la democracia porque se sujetó al pueblo a una
dictadura de partido único de Estado que representaba el todo.
Todo
el periodo del Priato hasta el año 2000 el sistema político tuvo como primer
objetivo someter al pueblo mexicano por cualquier medio aun los más atroces. Nunca
le faltaron a los gobernantes motivos para no democratizar el poder ni motivos
para matar, desaparecer, para convertir al individuo en una cosa comerciable
que era sujeto de convertirse en objeto de todo tipo de vejaciones y fuente de
sangre para conservar el poder. Esto no es un secreto sino una verdad bien
sabida.
Somos
los seres humanos los que cometen las acciones buenas o malas; somos los seres
humanos los que hacemos buen uso o mal uso del poder político; somos los seres
humanos los que cometemos delitos, crímenes y monstruosidades. En consecuencia, no debemos una Constitución
como si ella fuera la cuna de los bines y de los males; somos, repito los seres
humanos los responsables de todo lo bueno y lo malo. Los gobernantes responsables
y aun no culpables, se escudan en la Norma Fundamental para seguir ostentando
el poder impunemente a pesar de todas las atrocidades que han cometido y siguen
cometiendo.
Una
Constitución General que permite la corrupción y la impunidad para con los gobernantes,
políticos y sus correlatos en la iniciativa privada no puede ser buena pero no
es a ella a la que hay que culpar sino a seres humanos concretos y los nombres
son bien conocidos. Seguir con el festejo oficial es estar bien ciegos y bien
manipulados; esta Constitución ya no responde a los intereses del pueblo
mexicano ni de lejos. Solo los muy ingenuos siguen pensando y actuando conforme
a los lineamientos de la clase política de manera acrítica y pasiva.
A
partir de los años 80s, los priistas decidieron gustosamente recibir órdenes de
los estadounidenses e iniciaron la privatización de los bienes y servicios públicos
desde las leyes secundarias; sabían que hacerlo desde la Constitución sería una
grave apuesta (el patriotismo aun no iniciaba su agonía). Con la llegada fraudulenta
de Carlos Salinas se aceleró la privatización, se firmó el Tratado de Libre Comercio
con los Estados Unidos y Canadá, el resultado, la devastación del campo, el
abaratamiento de la mano de obra y hordas de mexicanos obligados a dejar sus
tierras y demás bienes para iniciar un éxodo indigno hacia el norte.
Se
dijo que en menos de lo que canta un gallo, estaríamos en el llamado Primer
Mundo y solo conseguimos dejar la alimentación artesanal sana para adoptar un
modo de alimentación dañina que ha enfermado a la nación mexicana y la a
sujetado a la voluntad de los Estados Unidos. Nos enganchamos al tren de la economía
de los estadunidenses que ahora nos desprecian pero también nos dan la
libertad. Claro hay negativa a la libertad porque nos hemos acostumbrados a la
comodidad injuriosa en la que nos mantienen. A los gobernantes, carentes de
ideas y valor propios, les asusta que se estén serruchando las cadenas para
volver a tener libertad; no saben qué hacer, prefieren la saborear amargamente
las ofensas mientras sonríen.
El
surgimiento de una pluralidad de partidos políticos no supuso la democratización
del poder sino la simulación mientras se preparaban para volverse ricos a la
manera de los prisitas al punto de no poderse diferencias los partidos más que
en sus colores y logotipos porque en fondo todos son corruptos. Se firmó el
Pacto por México y esa fue la base para dar muerte al Estado moderno mexicano que
tenía como fin el bien común y se inició a tontas y locas el Estado híper
moderno sin otro objetivo que privatizar los bienes y servicios nacionales al
mejor postor de la corrupción de la iniciativa privada con la impunidad
garantizada desde la presidencia de la república. Pomposamente Peña Nieto las
llama reformas estructurales.
Con
las reformas estructurales (privatización de los bienes y servicios públicos en
el marco de la corrupción), se le terminaron de quitar los derechos a los
obreros, campesinos y todo tipo de trabajadores que corresponden a los sectores
Obrero, Campesino y Popular que el Partido Revolucionario Institucional creo
para someter al pueblo; es decir, ya no necesita tener la careta de unidad de
estos tres sectores con su ideología. De ahora en adelante todo será puro pragmatismo;
un capitalismo salvaje.
Ahora
bien, se festeja la Constitución y su sistema capitalista y la pregunta salta a
la vista ¿en qué parte de la Constitución de 1917 se dice que el Estado
mexicano será capitalista?. Claro en ningún lado. Quizá se sobre entienda pero
lo que si dice es que se protegerá a los trabajadores, a los campesinos, al
pueblo con la creación de todas las instituciones necesarias y con sus más y
sus menos se iba desarrollando estas ideas en la práctica. En efecto, la constitución
se hizo pensando en los sectores del pueblo más vulnerables pero se terminó
beneficiando a los burgueses con lo que muchos se convirtieron en
multimillonarios y por si fuera poco, creamos al hombre más rico del mundo por
temporadas.
La
Constitución General tal y como está ahora beneficia a las trasnacionales, que
son las fachadas tras las cuales están los verdaderamente ricos materialmente.
Esta Carta Magna ya no contiene derechos para el pueblo sino para los ricos que
han logrado doblar a este mal gobierno y este se dejó doblar mansamente
sabiendo que sería bien pagado. No son casuales los casos de corrupción del
actual gobierno en sus tres niveles. Hay que ver la danza de millones y
millones de dólares que están en juego cada vez que algún bien o servicio se
privatiza. Se han unido empresarios y políticos para someter a su capricho lo público
sin ninguna responsabilidad. Los gobernantes y políticos se muestran como los más
hambrientos entres los hambrientos son capaces de llegar a cualquier indignidad
con tal de participar en la rapiña de lo público porque para ellos la política es
“El arte de tragar estiércol sin hacer gestos de asco” y mucho me temo que la mayoría
lo hace con salvaje gusto.
Se
ha iniciado el Estado híper moderno y el pueblo tiene que participar en defensa
de sus intereses, primero humanos, después políticos, de garantías individuales,
económicos, sociales, de educación, de salud y todos aquellos que le sean menester.
Si es el pueblo el que genera la riqueza no se justifica que se le tenga como
simple rebaño para trasquilarlo, para ordeñarlo a placer.
Es hora de limitar a
los partidos políticos del dinero público porque con ello no democratizan el poder ni
hacen ningún bien sino que se venden al mejor postor y venden lo público en
detrimento del pueblo. No hay que celebrar esta Constitución sino repudiar a
los gobernantes y políticos y cambiar la Carta Fundamental en sentido
humanista. Nos piden amablemente y eso es lo indignante, que adoremos y besemos las cadenas que estos gobernantes insensatos nos ofrecen pero mas insensatos seriamos en aceptarlo.