“un
pueblo que pierde la fuerza
necesaria por sacudirse el yugo
acaba por venéralo”.
José
Vasconcelos
Un
mal recorre el territorio y sobre el pueblo mexicano: la falsa creencia de
superioridad rayando con la divinidad. Este mal ataca tanto a gobernantes,
políticos como a futbolistas. Falsamente
creen que están por encima del pueblo en calidad humana cuando la realidad es
lo contrario. ¿Cómo es que llegamos a esto?, hay diversas respuestas y la
mayoría son acertadas por tener el mismo origen: haber sido creados por un
sistema económico basado en la cultura de la simulación, de la falsedad. Los
gobernantes y políticos están acostumbrados a la fastuosidad a cargo del pueblo
sin rendir cuentas con una corrupción bien sabida públicamente y una impunidad
sin par. Este mal se ha colado a los futbolistas. El tipo futbolista ha llegado
a ser la diva rodeada de los medios de comunicación nacionales que los muestran
como de otra calidad humana, es decir, sobrehumana. Los grandes contratos por
jugar e ilusionar a los ilusos son estratosféricos y eso no sería de nuestra
incumbencia sino fuera porque el dinero para pagarles saliera de los fanáticos
que consumen irreflexivamente los malos productos futboleros en todos sus tipos
y géneros. Esto ha sido posible a través
de la Selección Nacional que, no es tal. ¿Quién diablos los selecciona, acaso
el pueblo?, no, una empresa llamada Televisa. La dueña de la misma. Lo único
que importa es el dinero, las ganancias que puedan reportar. Para ello se nos
presentan a los futbolistas como los grandes hombres que llevan el honor del
pueblo mexicano en los pies y si ganan gana México y si pierden es una ofensa
nacional y los más insensatos se lo creen y con ello insuflan poder a los
mediocres futbolistas. ¿Cuántas satisfacciones ha dado la Selección Nacional?. Pocas
y, en todo caso son bien pagados y, en primera y última instancia los triunfos
de la Selección Nacional no representan más que el sebo tras el negocio.
Mientras Televisa gana millones de dólares el pueblo saborea el orgullo, venga
el orgullo mancillado, reivindica al hombre y mujer futboleros y al otro día la
vuelta a la realidad. El orgullo no da de comer, no hace más culto a un pueblo
por el contrario lo aliena, no salva vida alguna, ni sana a enfermo alguno; al
otro día se ve claro que el orgullo futbolero es la más falsa de las ideas con
las que se pone a un pueblo al servicio de una televisora. No obstante eso, se
debe aguantar a sus lacayos como Miguel Herrera o los hermanos Dos Santos con
las más groseras declaraciones como si un grupo de ignorantes encumbrados
falsamente pudieran ser más que un pueblo.
Es
altamente probable que Miguel Herrera este sirviendo como distractor de los
problemas nacionales del gobierno federal en pleno contubernio. Es sospechoso
que, se haya vuelto un espectáculo de la soberbia y arrastre a parte de sus
jugadores al escenario lastimoso de las agresiones verbales y físicas. Como antecedentes
de tener por delante el dinero antes que el pueblo y prestarse a los juegos
sucios de los gobernantes y políticos lo sucedido en Chiapas con Manuel Velasco
y el Partido Verde; la falta de sanción por parte de la autoridad electoral le
dio la confianza para volverse un infractor de las leyes.
Si
las autoridades no quieren o no pueden sancionar las conductas ilícitas y de escándalo
de Miguel Herrera, debe ser el pueblo quien limite su extravagante soberbia. No
se nos debe olvidar de seguir vigilando y denunciando al mal gobierno que
tenemos. Que no se nos pierda la fuerza para sacudirnos el yugo pesado que nos
han impuesto los gobernantes y políticos.