
Para
Hegel existe una “astucia” que hace que los seres humanos de todas las clases
sociales trabajen, sin saberlo, para la Historia y su Estado es lo principal en
la vida pública, quedando los ciudadanos en segundo plano; para Saint Simón,
deben ser los banqueros, los industriales los que nos deben dirigir ya que el
pueblo es estúpido y no entiende de esta cosas; para Nietzsche, el Estado
representa el escenario donde el genio se eleva sobre la masa y justifica su
existencia por su grandeza. Si tales pensadores vivieran verían que la realidad
en su radicalidad los refuta. En el Estado mexicano no gobierna la racionalidad
a lo Hegel, ni los banqueros e industriales generando las mayores oportunidades
ni los mejores beneficios, ni existe el genio o genios que justifiquen su
existencia para mandar sobre el pueblo. Simplemente existe una fatalidad ciega
que se ha anidado en el Estado y sus políticos, gobernantes, funcionarios públicos
y el pueblo mismo están cegados e imposibilitados para trazar y lograr fines
propios. La ambición desmedida ha entrado a todas las casas, ha hecho sus
trabajo y está al acecho para intervenir en caso de que la conciencia quiera
despertar.
Un sistema político abortado por una revolución escamoteada al pueblo mexicano, en donde un solo partido representaba el todo no puede menos que ser un adefesio político. Ese sistema de partido único aglutino a lo más bajo y ruin del pueblo mexicano hasta envilecer toda la vida pública. La política se volvió un negocio jugoso. Allí están los casos de maestros y otros rufianes que se hicieron inmensamente ricos. El P.R.I. se tornó una franquicia muy lucrativa. El ejemplo cundió y el surgimiento de nuevos partidos trajo consigo una nueva camada de vividores disfrazados de políticos.
El
discurso político ha cambiado en la medida en que se le trata y eventualmente
se le arrebata el poder a los priistas. Ahora se trata de denostar a los
priistas como si sus detractores fueran impolutos. Todos los políticos de todos
los partidos dicen fundamentalmente una cosa: trabajar por y para el pueblo
para sacarlo de su atraso en todos los ámbitos. El resultado es siempre el
contrario. Cada sexenio ingresan a la pobreza millones de mexicanos. Los
responsables como Calderón se van a refugiar a los cubiles que es ofrecen los
estadounidenses otros como Fox abiertamente se está loco y cuando no, finge
serlo para declarar cualquier cosa vana. El actual presidente de la Republica
de plano tiene claras deficiencias para conocer la realidad al igual que los
dos panistas. Los primeros, afectados por su fanatismo religioso, el segundo por
su evidente ignorancia y un intelecto que solo se recrea en lo sensual, nunca
en las ideas. Esos son los ejemplos más visibles. Sin embargo, el político tipo
en México es el ignorante, improvisado que acicateado por sus propias limitaciones
y su excesiva ambición se lanza a la loca aventura de alcanzar el poder y ya
instalado en el mismo, hacer un tesoro material y dejar como legado una estela
de corrupción.
Se
puede observar que la gran mayoría de políticos a nivel municipal no tienen los
estudios mínimos para comprender y desarrollar a cabalidad los puestos políticos
que logran como trofeos a su camino sembrado de traiciones, compra de votos y
toda clase de pillerías. Si el político tiene estudios universitarios, este ha
entrado por haber fracasado en su profesión y entonces sabe que si quiere que la
revolución le haga justicia necesita entrar al reparto de lo público. Al fin y
al cabo solo hace falta ser como el maguey que todo se le escurre, es decir,
una desvergüenza sin límites. En México se ha logrado denigrar la política a
grados insólitos. Si bien la política es la ciencia de la toma del poder público
se le ha dado un cariz que nos ilustra de manera clara e irrefutable las
condiciones actuales de la misma. “La política, se dice en México, es el arte de tragar mierda sin hacer gestos”.
En eso se ha trastocado la política sin discusión alguna. Contra este
lamentable estado de cosas tiene que luchar la ciudadanía consciente y de acción
para tratar de imponer un estado de Derecho que mitigue los excesos de los políticos
y sus familiares. Hoy mismo tenemos los emblemáticos caso de la familias Salinas,
Montiel, Moreira, Sota y la lista sigue. No hay día en que los políticos no de
la nota con sus discursos degradantes, con sus acciones abusivas, con sus actos
ilícitos, con sus desmanes y excesos y por sobre todo con enriquecimientos ilícitos
perdonados por un sistema caduco. La ley para el pueblo, la amistad entre los políticos.
¡Qué tiempos, que costumbres!.
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