Si
hay seres problemáticos estos los son los seres humanos. Ahora bien, desde hace
un buen tiempo se ha dividido en áreas o reinos a los campos de estudio y saber;
y, a saber en el reino animal estamos incluidos los seres humanos que somos los
seres que tienen los peores comportamientos hasta llegar a la crueldad
inaudita. En efecto, los seres humanos somos animales que pueden usar la razón para
vivir mejor o peor, según se vea; con todo, la especie humana es la única que
puede alcanzar una conciencia más amplia sobre su existencia y lo existente.
Esta parte de la Filosofía se le ha nombrado como Ontología (El tratado del
ente) que es parte de la metafísica (Lo que está más allá de lo meramente físico).
Bien.
Ha
surgido un tema que se ha vuelto polémico por los dogmas y prejuicios de
diversas personas y, esto se debe a la formación desigual en educación académica,
familiar pero que tiene un fondo moral cristiano. El problema parece complejo y
lo es con relación a la diversidad de personas con educación diversa. El problema
centra es el ser humano y sus diversas formas de ser.
Los
seres humanos al vivir en diversos medios por todo el mundo por pura necesidad
somos diversos en la forma y en el fondo. A pesar de todo y de las diferencias
accidentales en todo momento nos podemos reconocer como humanos, buenos o
malos, según se vea el proceder de cada uno o de los diversos pueblos. Esta
diversidad humana no puede verse como un problema sino como una riqueza de
formas de ser sin que se pierda la unidad de la especie ni se pueda hacer una
escala de valores arbitraria o con base en prejuicios o dogmas sino con base en
la igualdad entre los seres humanos tan rasgada una y otra vez.
Para
los griegos, romanos y otros pueblos en diversos lugares y tiempos la
homosexualidad y otras formas de ser no han tenido mayor importancia. Los
hombres podían tener amantes del mismo sexo no veían en esto más allá de lo que
era, la realidad sin valorar como mala este tipo de prácticas. A menudo y como
regla valoramos desde nuestro tiempo y desde lo que llamamos “nuestros valores”,
que nunca son nuestros como construcciones propias sino ajenas. Casi nunca
tenemos consciencia de esto y no les conviene a quienes nos manipulan pues se
les acabaría el poder sobre nosotros y, en consecuencia, el negocio.
Desde
hace mucho tiempo se ha querido que los seres humanos tengan una única forma de
ser, de pensar y comportarse. El cristianismo reacciono contra los valores clásicos
de los griegos y romanos “satanizando” toda forma diferente a la que imponen a
millones de personas. Han creado el pecado como forma de dominar. Todo lo que
no se ajuste a lo que dice la Biblia es pecado.
El
modelo familiar cristiano es rígido: papá, mamá e hijos aunque el libro mismo
sea un compendio de absurdos, crímenes, injusticias, visiones catastróficas e inverosímiles
pero que sean impuesto a millones como forma de pensar, de vivir y como excusa
para batallar, insultar, descalificar y hasta matar a todo lo que no se ajuste
a este modelo. Claro, esto está dentro de uno de los tres grandes campos de los
cuerpos normativos. La moral cristiana. Arma de destrucción masiva de la razón
y plataforma para los males entendidos y discusiones entre los seres humanos
manipulados; llevados a la guerra sin más motivo que la irracionalidad.
La
moral cristiana debe normar el interior de las personas pero no la conducta exterior
que entra ya en el campo del Derecho o de las normas sociales; pero aquí interesa
el Derecho pues tiene la fuerza del Estado para hacer cumplir las leyes jurídicas
y porque se vive en un estado como el mexicano. Con todo, los teólogos (sacerdotes),
se niegan a dejar en santa paz a los seres humanos y de continuo y según sea
necesaria la intensidad les ordenan: “Odia lo diferente a lo diverso, al otro”,
bajo el pretexto de que esa es la palabra
de Dios. Mentiras, mentiras y más mentiras.
Para
el Estado los seres humanos deben y caen en el ámbito del Derecho como sujetos de
derechos y obligaciones sin importar sus preferencias sexuales, su color de
piel, estrato social, religión que profesen, forma de vestir y todos los
accidentes o formas de ser secundarias porque lo único que importa es que sean
personas sin adjetivos. No satisfechos los sacerdotes con ser secundarios no
hay momento en que descansen y dejen de lanzar a las personas religiosas contra
los seres humanos que quieren vivir de acuerdo a las leyes jurídicas y se hace
la lucha sin razón sino con el objetivo de mantener el negocio religioso. ¿Se
imaginan si la gente no creyera en las cosas fantásticas y absurdas de los
religiosos?. Se acabaría el negocio.
Ahora
bien, los concursos de belleza son otros tantos negocios en que se debería de
tomar únicamente las formas bellas fuera de los accidentes secundarios pues no
son concursos de reproducción, maternidad o sexualidad. Sin embargo, la mayoría
de las personas vierten su moralidad en los concursos de belleza sin poder
entender las diferencias existentes entre la belleza y su moralidad; es decir,
tienen un concepto de belleza mediatizado por la moral cristiana. Se vuelven
locos ante la diversidad de ser como si esto fuera nuevo o el Apocalipsis del
Libro de las Revelaciones. Esto no es más que pobreza mental y riqueza de
dogmas, prejuicios de todos los deseos de ser violentos.
La
ciencia, la filosofía deben estar libres de moral y esto no gusta a los
moralistas que inician sus cruzadas con inmediatez contra todo lo que amenace
su monopolio del ser. Aquí no aplican su curvilínea frase: “El que esté libre
de pecado que lance la primera piedra”, la evaden ciegos ante la verdad, se
debe tratar a los seres humanos como tales a pesar de la diversidad. Pero el
cebo del pecado los pone frenéticos y nunca aceptan lo racional. Cada uno debe
preguntarse ¿Qué nivel de humanidad tiene?; en consecuencia que grado de
tolerancia es capaz de tener ante la riqueza en la forma de ser. También se
debe de preguntarse ¿qué nivel de manipulación se tiene?; y si es posible salir
o disminuir la misma para bien de la sana convivencia.