Es
evidente que en una democracia uno de los órganos no puede tener poder sobre
los restantes, tal y como ocurrió con el Presidencialismo mexicano que se acaba
de terminar. El presidente en turno sobrepujaba en poder a los dos restantes
con lo cual la democracia quedaba inservible, impracticable.
En
el caso de Andrés Manuel López Obrador, tiene mayoría en ambas cámaras con lo
cual parece que el Estado mexicano retorna al Presidencialismo; no hay tal, las
pasadas elecciones del 1 de julio de 2018, fueron necesarias y, en las cuales
el pueblo mexicano manifestó claramente para transitar hacia la democracia
plena con todos sus peligros que conlleva.
El
poder que tiene en estos momentos López Obrador es de manera extraordinaria;
tal y como lo hacían los romanos que, ante un hechos que pusiera a la república
en grande peligro nombraban un dictador (que tenía un significado muy diferente
como hoy conocemos), que tenía el encargo de deshacer el peligro y, en ese
mismo momento sin declaración jurídica ni política cesaba en las facultades
extraordinarias que había recibido. Sin ser lo mismo pero por sus similitudes
el poder que tiene Andrés Manuel, debe tener este poder extraordinario que no
se limita a la mayoría en ambas cámaras sino el apoyo del pueblo.
Sin
el poder necesario, el presidente electo actual cuando este en funciones no podrá
desmantelar por completo el viejo régimen y se corre el riesgo de que, los
priistas vuelvan por sus fueros en la siguiente o dos siguientes sexenios como ocurrió
con Vicente Fox que al final se erigió en defensor de los propios priistas. Por
ello, tan luego se conjure el peligro priista que consiste en ser los creadores
de la dictadura de un partido único de Estado francamente totalitarista y sus
beneficiarios en detrimento del pueblo, deben cesar el poder extraordinario del
presidente. Se debe construir un nuevo régimen político como base del nuevo
Estado mexicano.
36
años de privatizaciones en medio de la inédita corrupción gubernamental han traído
al pueblo de México la verdad, únicamente las trasnacionales y los gobernantes
en turno se han beneficiado en detrimento del pueblo que ha visto mermados sus
ingresos, su riqueza, su calidad de vida, su salud, sus posesiones, derechos
con la súper explotación de los recursos minerales, de flora y fauna, acuíferos, de
mano de obra; en suma, las contrarreformas impuestas por el PRI y el PAN han traído
la dependencia en todos los ámbitos de la vida nacional, hasta poner casi
impracticable la voluntad popular.
Las
elecciones de este i de julio de 2018, fueron la respuesta a tantas mentiras y
traiciones de los priistas, de los panistas, perredistas y todos aquellos políticos
que se han beneficiado de las privatizaciones llenas de corrupción. El no a
este régimen en proceso de extinción plena fue el rechazo a estas prácticas
corruptas. Pero para que no se vuelva a
la corrupción oficial como practica ordinaria se debe desmontar este régimen y
hay malas nuevas, ni siquiera se ha empezado en esta tarea pues hacen falta
algunos meses para ello.
El
peligro no ha pasado pues aunque mermados priistas, panistas y perredistas están
agazapados en espera de la mínima oportunidad para volver lanzarse a saquear lo
público y volver a imponer el régimen que estamos abandonando. Por ello,
Obrador debe tener ese poder extraordinario para poder transitar hacia un nuevo
régimen y evitar el regreso del viejo. De la misma manera el pueblo debe
mantenerse vigilante pues en caso contrario corre el riesgo de perder lo
ganado.
No
se crea en los halagos de los enemigos de López Obrador y del pueblo, están agazapados
en espera de un descuido para volver con su loca trompetería y discursos de
odio y división. Son maestros en el arte de la simulación y todo el régimen priista
fue la simulación de la democracia. El pueblo de México debe seguir madurando políticamente
y no volver a la pasividad pues corre el riesgo de volver a ser engañado,
mentido y sometido a intereses ajenos a su voluntad general.
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