Las
fuerzas que se desatan para lograr un cambio a menudo son insospechadas; tal es
el caso de la caída del Presidencialismo mexicano. Se tiene la tendencia a pensar
y, a aceptar que los cambios sociales, políticos y económicos como si no tuvieran
ligas, influencias entre sí. Esto se debe a la parcialización del estudio de la
realidad, se desmiembra por necesidad y con ello se logra cegar a los propios
profesionistas pues saben una parcialidad del saber pero ignoran el resto en su
fundamento. Esto permite la ignorancia o la docta ignorancia y con ello, la manipulación
de masas.
Las
privatizaciones en el Estado mexicano fueron ordenadas por los Estados Unidos
de Norteamérica y el Fondo Monetario Internacional entre otros para permitir el
desarrollo del Neoliberalismo, hasta los años 80s del siglo pasado, limitado
por el equilibrio de fuerzas que había en el mundo entre los Estados Unidos de Norteamérica
y la Unión de Repúblicas Socialistas; sin embargo, con la caída del Muro de Berlín
(1989) y la caída de la URSS (1990-1991), ya no hubo limites suficientes para
la implantación total del libre mercado.
En
México se aceleraron las privatizaciones y paradójicamente mientras más privatizaban
en la misma medida el presidente en turno iba perdiendo facultades de facto y
de derecho. Esto se dio en un lapso más o menos de 36 años. Esto tuvo su
necesidad debido a que no se quiso que el descontento social se desbordara y
diera al traste con lo planeado. Finalmente la máxima privatización se logró
con el costo para los priistas y panistas de destruir el régimen político en su
totalidad con la correspondiente expedición del acta de defunción el 1 de julio
de 2018.
El
pueblo piensa que ha sido el único actor que puso fin al régimen político priista;
sin embargo, esto es falso y mucho me temo que ni siquiera ha sido el actor
principal. El empuje que hacen los Estados neoliberales para expandir su
actividades comerciales fue y es crucial. Ni se diga la actuación del Fondo
Monetario Internacional. Al respecto se debe ponderar la declaración de Christine
Lagarde, directora gerente de este organismo internacional: El gobierno del presidente Enrique Peña
Nieto “está decidido a poner en práctica una amplia serie de reformas, que
van de la educación a la salud y la privatización de varios sectores de la
economía”[1].
Esta declaración al punto parece un simple reconocimiento pero en realidad
es la confirmación de que se están siguiendo las órdenes en el rubro económico.
Claro,
los priistas y panistas no sospechaban siquiera que la aceleración del libre
mercado iba a tener sus efectos políticos. La idea era privatizar todo lo público.
La alegría con la que se expresa Lagarde muestra que por fin se había encontrado
al gobierno adecuado para terminar con los resabios del Estado de bienestar: “Seguimos cuidadosamente lo que pasa en
México, particularmente desde la elección del nuevo gobierno, y personalmente
estoy muy impresionada por la forma en que el presidente ha logrado apoyo en
torno a un programa amplio de reformas, afirmó Lagarde en una conferencia de
prensa en el marco de la reunión de primavera del FMI y el Banco Mundial[2]”.
En
el mismo comunicado Lagarde reconoce que la implementación del libre mercado
fue pactada, es decir, había un plan que se siguió al pie de la letra,
incluyendo el fraude electoral para lograr este fin: “El gobierno de Peña Nieto gestionó de manera destacada la transición
con la administración anterior, del panista Felipe Calderón, y ha logrado
reunir en torno suyo a otros partidos políticos con la misma visión para
mejorar la situación de México”[3].
Ahora
bien este plan para imponer el Neoliberalismo es un plan global que reconoce la
directora gerente del Fondo Monetario Internacional pues in importar la geografía
la mayoría de los Estados se les impone la misma receta: “Sin importar si se habla desde los países de África o de los de Europa
del este, de los de la eurozona, Japón, Estados Unidos o las naciones con
economías emergentes, cada autoridad está dispuesta a desarrollar políticas
para el empleo y de responder a las demandas de la población, en especial de
los jóvenes”[4].
Es
evidente que, la ejecución del plan pertenece al FMI para imponer la economía de
mercado en todos los Estados nacionales sin importar el grado de desarrollo
pero con más ahínco en aquellos que son “mercado emergentes”, es decir, que todavía
no privatizan todo lo público o que, no han logrado el éxito económico requerido
por dicho organismo. También queda claro que el plan es global y que no importa
de qué ideología sean los políticos siempre y cuando impongan el libre mercado.
No
se puede ser tan inocentes al analizar los hechos sociales, políticos, económicos
pues todos estos están unidos de manera indefectible y ni se digan los hechos y
actos del FMI que tienen sus efectos decisivos en la vida pública y privada del
pueblo mexicano y por supuesto en la vigencia del régimen priista que recibió sin
querer pero inevitablemente un golpe decisivo para su fin mientras
implementaban las privatizaciones.
Si
se cree que la soberanía del pueblo en general (más o menos 30 millones de
votantes), son los que determinaron la caída del Presidencialismo se estar en
un error. Quizá, esto sea parte del plan y que se esté dando cuerda al pueblo
para que, el mismo se ahorque, es decir para que quede satisfecho de los hechos
y actos sin que siquiera sospeche que está siendo manipulado.
El
libre mercado está ya en plena marcha y la dificultad para derogar o abrogar
las reformas privatizadoras es difícil aunque no imposible pero con el blindaje
puesto se habrá que pensarlo dos veces o tres. Logrado el objetivo privatizador
que importa que caiga el régimen y, al fin de cuentas esta quizá sea una nueva
etapa del plan con necesidad de un nuevo régimen y un nuevo Estado. Un poco de
droga en forma de euforia por la caída de los corruptos quizá sea el premio
necesario.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario