La
primera revolución mexicana lo fue la independencia; la segunda, la de Reforma;
la tercera, la revolución de 1910 y hoy se intenta la cuarta. De las tres
primeras, la segunda es la más interesante por los personajes que intervienen
como actores decisivos en la consolidación del Estado mexicano de la mano de
Benito Juárez.
Justo
Sierra, Ignacio Comonfort, Ignacio Manuel Altamirano, Porfirio Díaz, Miguel
Lerdo de Tejada, Mariano arista, Manuel Doblado, Manuel María Zamacona, Juan
Nepomuceno Almonte, Santos Degollado, Sebastián Lerdo de Tejada, General Ramón
Corona, León Guzmán, Benito Juárez, José María Iglesias, Luis Gonzaya Osollo,
Francisco Zarco, Ignacio Ramírez, Miguel Miramón y Guillermo Prieto, son los
más sobresalientes de la llamada generación de 1842 y que hizo triunfar la
república. No hay una generación o grupo de mexicanos tan extraordinarios, tan
preparados y que por lo mismo fueron capaces de enfrentar tanto a conservadores
como a la intervención francesa con éxito.
En
1867 triunfan los liberales contra los conservadores y contra el gobierno
francés al fusilar a Maximiliano. Con lo cual triunfa el liberalismo que va a
dar paso a nuestro presente neoliberal, se quiera o no. Claro, Juárez y todo
este grupo de masones no hubieran querido que se torciera su legado hasta
llegar a la dependencia de México con otros Estados extranjeros como ha
ocurrido.
El
estudio de este periodo da una idea clara de los peligros y del gran trabajo de
este grupo que por demás estuvo a punto de perder y con ello perderse su
proyecto de nación. No se crea que esta etapa fue un conflicto interno. Por el
contrario, hubo intereses foráneos por cada lado, tanto de conservadores como
de los liberales. Los primeros fueron por ayuda a Francia con Napoleón III y
los segundos, recibieron la ayuda de los Estados Unidos de Norteamérica.
Los
franceses querían poner coto al expansionismo de los Estados Unidos y estos
querían que ningún Estado europeo interviniera en Latinoamérica. El plan de Napoleón
III no pudo lograse pues los Estados Unidos terminan sus guerra de secesión en
18565 y ya estaban listos para seguir con sus planes imperialistas pues ya
habían despojado de más de la mitad del territorio a México y se trataba de
cuidar sus intereses. Para bien o para mal la historia de México está
estrechamente ligada a nuestros vecinos del norte y viceversa pues el trauma
que les ha quedado por su despojo de tierras les lacera sin remedio. Que
relaciones tan difíciles pero no imposible de llevar a cabo en buenos términos.
Bien,
lo que trata de hacer Andrés Manuel López Obrador tiene sus antecedentes en
estos hechos y actos y se debe analizar si cuenta con el grupo político que
pueda hacer esta revolución política sin otras armas más que, la calidad
política. Ahora bien la pregunta es evidente. ¿Existe un grupo de políticos que
estén a la altura de la empresa que se trata de llevar a cabo?. A mi parecer
no, y esto puede comprobarse pues ninguno de los que rodean a Andrés Manuel
puede ser considerado como su par para, en su caso, seguir la tarea. Eso parece
ser que lo tiene claro López Obrador. Quien trata de no perder tiempo para
implementar su política.
Del
análisis de los funcionarios electos tanto gobernadores, senadores, diputados federales y de su gabinete no se
puede hallar verdaderos hombres o mujeres de Estado o intelectuales que puedan
clarificar el rumbo para construir el nuevo régimen político como base del
Estado en la híper modernidad. El nuevo régimen traerá como consecuencia,
nuevas relaciones jurídicas, sociales, económicas y políticas por supuesto. Esto
es el mayor problema que en la práctica se debe salvar. Sin embargo, quizá se
trate de la voluntad de una sola persona que haga todo el cambio político.
Es
evidente que no estamos ante una generación de gigantes sino de bisoños
legisladores que al parecer no tienen ni idea de lo que es un régimen y un
Estado en plena transformación hacia la híper modernidad. Por l tanto, todo
hace pensar que, en lugar de tener un equipo capaz de apuntalarlo en esta inmensa
tarea en similitud de Juárez, López Obrador, tendrá que hacer un símil con la admiración
del General Lázaro Cárdenas, esto, evidentemente, guardando toda proporción tempo/espacial
y de circunstancias.
A
Juárez, le correspondió salvar y consolidar el Estado liberal mexicano, a López
Obrador rescatarlo de la corrupción que
ya es decir mucho pero tiene un plan más ambicioso como lo es, el de lidiar con
el Neoliberalismo que, sinceramente se ve muy difícil sino es que imposible de
salir del mismo, máxime que le han dejado implementadas las privatizaciones y
bien apuntaladas con toda clase de seguridades a los inversionistas privados.
No
se crea que los afectados, adictos a vivir del erario, van a quedarse con los
brazos cruzados; muchos se opondrán veladamente, otros tantos públicamente pero
todos no están dispuestos a sacrificar los injustificados sueldos de lujo
mientras el pueblo generador de la riqueza padece la pobreza. Deberían saber
que contra la voluntad soberana no caben disensos de los particulares y menos
cuando se trata de remediar los excesos de las administraciones pasadas.
El
cambio es imposible de detener pero en cambio si se puede torcer de su fin
primordial, volver a la austeridad republicana y dejar la corrupción como forma
de vida. Es hora de que “vivir fuera del presupuesto no sea un error”, que es
necesario “Avanzar sin transar”, es decir, sin corrupción. Son necesarias una
nueva ética una nueva moral para el pueblo y leyes severas para combatir la corrupción
de manera directa, clara e irrenunciable en un nuevo marco constitucional que
observe la justicia y la equidad.
Muerto
el régimen priista y vuelto este un partido ordinario lo que sigue le
corresponde al pueblo mexicano, esta es su hora para saber si está a la altura
de las circunstancias. El panorama no es claro y el futurismo le corresponde a
los videntes pero a los filósofos les corresponden como al historiador los
hechos pasados. Hasta entonces la lechuza levantara el vuelo, cuando todo haya
pasado.
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