De
común Ricardo Anaya se presenta públicamente como una persona muy preparada
académicamente, con la facilidad de hablar inglés y francés, con la habilidad
de uso de las palabras; en suma, lo llaman “El Joven Maravilla”. A Ricardo
Anaya le gusta el mote y que la gente crea lo que se dice positivamente de él.
Sin embargo, una cosa es el grado formal y otra muy distinta es el saber. Sería
muy bueno que ambos rubros casaran si no perfectamente a lo menos de la mejor
forma para mostrar a sus poseedores toda la potencialidad ya convertida en
actos.
Dice
Anaya que Andrés Manuel López Obrador tiene ideas viejas y él, ideas nuevas.
Las ideas no son viejas o nuevas sino producto de la reflexión buena o mal de
la realidad y se les considera buenas o males según su utilidad. Más aun, los
más grandes pensadores han recurrido a las ideas anteriores a ellos para crear
otras ideas más pulidas y otras formas de ver la realidad
Platón
es un claro ejemplo de la capacidad sintetizadora, el genio filosófico que uso
las ideas de los presocráticos y de Sócrates, su maestro, para crear y recrear
ideas que no se habían siquiera sospechado. Su trabajo es impresionante aunque
inviable en diverso rubros pero esto no le quita un ápice a su trabajo que hace
a muchos quebrarse la cabeza al punto de la locura. Su ideas siguen siendo
maravillosas, siguen siendo perennes y hasta hermosas. ¿Pueden considerarse
viejas?. Pocos las entienden y menos se ponen en práctica las viables. Los
seres humanos están torcidos.
Que
podemos decir de Nicolás Maquiavelo; con solo leer sus obras, inmediatamente se
transporta el lector avezado a la Roma antigua con toda su sabiduría de donde
abreva su obra “Del Principado”. Obra breve pero fundamental porque rompe con
la postura de Aristóteles; Ética por un lado y Política por otro. El gran
Aristóteles, que hizo toda una recopilación de la mejor filosofía anterior a el
para después hacer su propia obra, es otra muestra del pensamiento que se basa
en ideas “viejas”, según nuestro “Joven Maravilla”.
Finalmente,
el preclaro Charles Louis de Secondant señor de la Brede y barón de
Montesquieu, que nos hizo el favor de legarnos el modelo teórico del actual
Estado donde vivimos, a pesar de tener sus flaquezas en su pensamiento graves
no puede menos que sentirse pesadumbre al leer su vasta obra, al ver el bagaje
de conocimiento que tenía y al cual se enfrenta uno con todas las de perder. Su
conocimiento de la Roma es el océano donde navega para formar su riquísima
obra.
“El
Joven Maravilla” ¿conocerá las obras de estos pensadores formidables para poder
formarse una idea clara de lo que hace falta en las circunstancias actuales del
Estado mexicano?. Es imprescindible que se conozcan las ideas viejas de estos
formidables filósofos; todos de primera línea, para atravesar la crisis del
Estado moderno mexicano. No se puede ser como las arañas que sacan de si todo
para construir sus telas o como las hormigas que amontonan lo que recolectan
sino que se debe tener la suprema habilidad de las abejas que recolectan y procesan
lo recolectado para dar su dulce miel. Tal y como lo hace saber y ver Francis
Bacon en su obra Novum Organum en su epígrafe XCV.
Quizá
al “Joven Maravilla”, le parezcan estos pensadores viejos y achacosos. Es de
insistir que sin sus ideas este mundo sería un desastre mayúsculo, ya lo es
pero es salvable aunque sea en vías de mientras. Es de temer que la mayoría de
políticos ahora no sepan cómo salir de este feo embrollo en que nos a metido la
decadencia del Presidencialismo priista.
Las
principales ideas son viejas si se quiere pero son fundamentales para entender
el qué, el cómo de esa época para saber qué y cómo salir de este desastre y saber qué se quiere y como
se debe construir el nuevo régimen político y por ende el nuevo modelo de
Estado mexicano. Necesitamos un traje a la medida y este no puede ser hecho y
no debe permitirse que se imponga por extraños con intenciones perversas ni por
mexicanos vendidos a los peores postores. En ello va la vida.
“El
Joven Maravilla”, parece no ser tan joven ni tan maravilloso. Tiene dos
panfletos publicados; uno sobre los grafitis y otro sobre sus aspiraciones
personales de gobernar, ambas obras pasarán sin pena ni gloria. ¿Quién en su
sano juicio cambiaría la miel por la hiel?.
Los
viejos sofistas sentirían una profunda vergüenza si tuvieran entre sus filas a
Ricardo Anaya. A los sofistas griegos se les ha acusado de todo pero son
admirables en su pensamiento porque hacen pensar, se quiera o no para
comprenderlos o para combatirlos tal y como lo hizo Sócrates. Un Protágoras o
un Gorgias son rivales formidables en la filosofía han hecho trizas a muchos
cerebros bien constituidos.
Ricardo
Anaya no es otra cosa que un saco viejo y vacío de ideas pero lleno de vanidad
sin sustento. No se le ha oído hablar del régimen Presidencial, sus elementos
constitutivos, su auge y caída; de la crisis, sus elementos y su posible
tránsito hacia un nuevo régimen político como base del Estado mexicano híper
moderno. No es un pensador de primera línea sino un sofista de quinta a octava
categoría. Su política no es más que chismerío a montones y eso hace más daño
que beneficio. Acartonado en una retórica hueca va por el mundo engañando a los
más incautos sobre política. Internamente quiere lo que todos los chatos y
huecos aspiran, un poco de poder, un poco de reconocimiento sin mérito alguno.
Es de mal gusto y decadente seguir a un sofistiquero que por ende, carece de
solución alguna al respecto de las circunstancias actuales. Este como otros
obstáculos deben evitarse para el buen devenir del pueblo mexicano. Hay buena
madera entre el pueblo mexicano pero hace falta buscarla y verla brillar. Hay
verdaderos jóvenes maravillosos que deberán hacer sentir buenamente orgullosos
a los mexicanos. Ahí están pero hace falta que se voltee a mirarlos y
animarlos, arroparlos, son nuestros.
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