El
Presidencialismo tenía como base el totalitarismo controlado por los tres
grandes sectores el obrero, el campesino y el popular apuntalado por los
monopolios de la política, de la economía, del control social enmarcado por un
nacionalismo ritual. El culto a la personalidad del presidente es la
consecuencia.
Ahora
bien, todo lo anterior, lo han perdido, de manera gradual, los presidentes en
turno. En consecuencia, el Presidencialismo, esta muerto. Los ritos nacionales
ya, desde hace mucho, no tiene n razón de ser. ¿Qué razón de ser puede tener
festejar la Independencia o la Expropiación Petrolera?, ninguna; el Estado
mexicano ya es dependiente de diversos Estados nacionales, siendo Los Estados
Unidos de Norteamérica y Canadá los principales pero no los únicos. Con
relación a la Expropiación Petrolera, la misma ya está en manos privadas de
nacionales y extranjeros y el pueblo mexicano sujeto a los fines de la
iniciativa privada. La mayoría de los rubros que se festejan siguen la misma
suerte.
En
efecto, el actual gobierno con sus privatizaciones es el último peldaño de las
privatizaciones pero el, mismo ha quedado maltrecho, inservible. Si a esto se
le suma su corrupción e impunidad se tendrá el lamentable estado de lo que fue
el Presidencialismo. Ya el jefe del ejecutivo es más una figura decorativa en
comparación de los años dorados de este régimen. Antaño, el presidente en turno
designaba su sucesor pero desde el año 2000, este rito de continuidad se ha
roto y perdido para siempre. Podrá otro
tipo de gobierno pero este modelo esta caduco, abrogado.
Hoy,
el candidato oficial en la persona de José Antonio Meade Kuribreña, esta
decaído por las mismas razones, al no tener la unidad y la seguridad que
prodigaba el Presidencialismo, las fuerzas políticas y la sociedad han buscado
un cauce a través del cual transitar hacia otro modelo político y lo han
encontrado en la persona de Andrés Manuel López Obrador; él es, a quien los
políticos de diversas expresiones políticas se acercan para sumarse a este
proyecto inacabado de la política. Es el nuevo líder que encabeza el movimiento
de transición en la medida en que no logre cuajar su proyecto.
Este
nuevo liderazgo espanta a muchos. Lo nuevo siempre despierta la desconfianza;
ahora bien, nuevo relativamente. ¿Es peligroso?, parece que no, México no es
proclive a una dictadura de izquierda como otros Estados nacionales
latinoamericanos. Esto es más producto de la ideología barata que generan y
esparcen los inminentes derrotados. La desesperación es brutal y los
desesperados hacen locuras o cosas insólitas. No se puede rehacer un Estado de
la noche a la mañana, así como este no terminó de esa manera. Los cambios
sociales y políticos en estas condiciones son de mediano y largo plazo; esto a
menos que se haga lo contrario y se quiera un desastre.
En
este contexto, ¿qué significa “peligro”?, sino una perogrullada pues la condición
de la vida es el peligro. En cada caso no se debe de hablar propiamente de un “peligro”,
de manera particular pues, es tan claro que hasta ahora el peligro y en
particular la práctica de gobierno ha sido únicamente para el pueblo llano sin
que las elites hayan probado siquiera un peligro mayor al normal. Vean ustedes
quienes hacen los señalamientos del “peligro”, y se verá claramente que son azuzadores
más del gobierno o de la derecha que viven de manera palaciega. Simplemente su aseveración
no tiene sustento. El peligro esta incluso en los lugares que parecen más
seguros y de eso hay una cantidad incontable de ejemplos.
En
el caso de Meade, al inicio quiso distanciarse del actual gobierno en la medida
de lo posible y presentarse como eficiente, honrado, conocedor y transparente;
sin embargo, esto no les funcionó y tuvieron que recular y volver a la senda
trazada. El candidato del PRI, está obligado por la necesidad ineludible de
seguir la línea del gobierno de Enrique Peña Nieto. Las privatizaciones continuarán
si llega al gobierno en detrimento del pueblo más pobre. Por lo pronto ha
mentido y los electores lo saben.
Pero
si el Presidencialismo se terminó, el Partido Revolucionario Institucional y su
candidato no tienen que ofrecer que no haya ya ofrecido Peña Nieto y no pueden
practicar más que las privatizaciones con toda la corrupción e impunidad imperante.
Por si en algún momento, hubo personas que creyeron en la diferencia, esta no
solo no llegó sino que, Meade, tuvo que abandonar su presentación de “ciudadano”
y permitir que lo despersonalizaran y lo
envolvieran en los ropajes y ritos priistas. En consecuencia, Meade, es una continuación
de Peña Nieto, en todo momento ha sido este último quien ha barajado y manejado
los hilos de su candidatura.
Meade
es el candidato y en su caso, será el presidente del continuismo del desastre,
del fracaso porque hereda un Presidencialismo vacío, enjuto, vacío de contenido
y la única propuesta es seguir como siguen los dogmáticos las palabras de sus profetas
aunque los lleve a mas desastre. Seguir esta propuesta es el suicidio colectivo
y, la mayoría de los mexicanos saben que no se debe seguir este camino.
La
propuesta de Ricardo Anaya sigue la misma suerte que la de Meade con sus matices
porque sin duda alguna enarbola los mismos principios políticos, económicos y acentúa
los sociales; los panistas y solo ellos, están destinados a mandar y los demás a
servir. La base de la coalición es endeble y depende del éxito que la misma
pudiera tener y, en caso contrario se derrumbará sin remedio. No están los líderes
que mantengan junta esta coalición ni las condiciones están dadas.
El
Movimiento de Regeneración Nacional tiene sus problemas, sus errores y excesos
y tiene el enorme reto de sortear todos los obstáculos que se le presenten si
quiere consolidarse como el partido político hegemónico y tratar junto con la sociedad
de construir un nuevo régimen y en la mayor osadía un nuevo tipo de Estado.
Este tipo de empresas no solo no son fáciles sino inciertas y peligrosas por su
magnitud y los enemigos que los acechan desde dentro y desde fuera.
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