Al
parecer a muchos empresarios dedicados a acumular indefinidamente ignoran que
los mexicanismos del cambio ya echados andar no van a detenerse por su solo
deseo. No hay quien tenga el control completo y definitivo de toda la
maquinaria del cambio; son tantos los actores internos y extranjeros que es
imposible parar detener sus acciones para que siga el mismo régimen político y económico.
Los
regímenes políticos, sociales y económicos dan de si todo lo que humanamente
pueden y en determinado tiempo y lugar se agotan y se abandonan por obvias
razones. Este cambio económico y político se ha venido gestando desde hace más
de 40 años con poca resistencia social efectiva y los empresarios son parte
activa de este cambio que no han entendido. Los empresarios viven materialmente
en el presente pero mentalmente en el pasado.
De
común se asocia la riqueza material con el saber y no hay asociación más
engañosa que esa. Cuando se conoce a la clase alta inmediatamente se cae en la
cuenta que, a la acumulación ostentosa de dinero no le va aparejada la sabiduría
y la prudencia sino la ignorancia romántica de la realidad.
No
ha sido únicamente la lucha política de la izquierdas la que ha derrumbado al régimen;
los que aparentemente defienden a capa y espada el régimen son actores activos
en su destrucción. Los gobiernos priistas y panistas han sido destructores del
sistema político y de la flaqueza del Estado, de su decadencia. Fueron los gobiernos
panistas quienes dejaron de observar los ritos del régimen y se dedicaron a
querer fundir el Estado laico con el Estado teológico. Fue el gobierno de
Enrique Peña Nieto el que implementó las reformas privatizadoras que dejaron el
Presidencialismo sin dos de sus facultades monopólicas, el poder económico el
poder político junto con los demás actores políticos y económicos.
Los
empresarios han entrado al poder político de lleno y con sus acciones económicas
han logrado desmontar al Estado mexicano moderno y lo han puesto en crisis. A mayor
poder político de los empresarios es menor el poder político de los políticos tradicionales.
Pero esto o lo ignoran los empresarios o no lo quieren aceptar públicamente. No
hay forma de detener el cambio que por lo demás se ha extendido a los estados
del norte y a la mayoría de los mexicanos sin importar a la clase social a la
que pertenezcan. No es únicamente los mexicanos conscientes de la clase media o
los más pobres los que se han percatado de la necesidad del cambio de régimen político
sino muchas personas de las clases más pudientes las que participan no solo con
su simpatía sino activamente en este movimiento.
El
Distrito Federal, con el pretexto irracional de ser asiento de los órganos Ejecutivo,
Legislativo y Judicial había permanecido bajo el poder indebido el presidente
en turno a través de un regente. En la medida que los habitantes del Distrito Federal
fueron ganando sus status de ciudadanos se fueron liberando de las cadenas del
presidente en turno hasta lograr que se pusiera en vigencia su Constitución y
se convirtiera de pleno hecho y de derecho una entidad más con el nombre de
Ciudad de México.
Es
de adivinar el enorme potencial que representan los ciudadanos plenos de la
Ciudad de México en lo político pues es el centro neurálgico de la política mexicana
y corazón de la nación mexicana. Su importancia en el cambio será decisiva y
por lo que se ve están dispuestos a cambiar a toda costa. Sería muy bueno que los
ciudadanos de la Ciudad de México estrenaran su recién ganada ciudadanía plena
haciendo patente hacia qué rumbo quieren que se inicie la construcción del
nuevo régimen político. Creo que lo harán.
Si
estos elementos del cambio no los pueden entender los señores empresarios,
siendo ellos participes debe decirse que es una vergüenza que lo ignoren.
Quieren a toda costa seguir con el antiguo régimen priista o con el derivado
que han heredado los panistas. Los empresarios se han convertido en parte de la
corrupción y por increíble que parezca son verdaderos zánganos del atraso.
Cuando a Carlos Slim le pregunto una reportera cuánto dinero había invertido su
grupo en la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, fue
sorprendente que confesara que ni un solo peso; todo era de los trabajadores
que tienen aforre y que él, controla. Esto debería ser un escándalo mundial
pero no lo fue ni lo será por desgracia. El hombre que ha llegado a ser el más
rico del mundo viviendo a costa de simples trabajadores asalariados que vivirán
sus últimos días en la miseria por culpa de Slim el especulador y administrativo
financiero de los más pobres.
El
pueblo mexicano es tan productivo que ha forjado las fortunas de los mexicanos más
ricos y todavía se quejan los muy ingratos. Quieren todo sin aportar más que
miseria al conjunto de la sociedad, llevándose las ganancias del león, dejando
los despojos para que los trabajadores puedan vivir día a día en medio de una
intensa lucha y con un trabajo intenso con salarios de miseria.
Mucho
harían los empresarios con dejar de estar de provocadores, de agitadores
profesionales y aceptar que el cambio no hay forma de detenerlo. Deberían
contribuir en la construcción del nuevo régimen político y deberían volverse
humanistas ´pues saben que las enormes fortunas que tienen pueden ser legales
en un régimen que no tiene como fin la justicia sino la protección de la acumulación
ilimitado de las riquezas materiales; por ello, sus actuaciones son inmorales,
sin ética e inhumanas. Son muy buenos para amasar el dinero, son calculadoras
humanas pero todo lo demás lo ignoran. No todo claro pero si la mayoría. Se
sienten pertenecientes a la Cofradía de Vicente Fox, que sin atisbo del menor escrúpulo
grita a los cuatro vientos que es dueño de México. Ya lo dijo Joaquín Sabina “hay
pobres exquisitos y ricos miserables” y al parecer disfrutan torcidamente ser
miserables.
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