No
sirve un ápice en lo positivo ser nostálgico pero eso no significa que no se
pueda usar el pasado como referencia. En la Edad Media la economía estaba al
servicio de la vida; claro que no digo que en este periodo fuera el Edén sino
que la humanidad en su parte occidental tenían un rumbo humanista con todos los
errores y limitaciones.
En
México hasta principios de los años 80s del siglo pasado en provincia la alimentación
era básicamente artesanal. Las familias en el centro del territorio mexicano tenían
sus animales que proveían de lo básico. Gallinas, puercos, vacas entre otros
animales eran parte del sustento familiar; lo que no se podía hacer en casa lo hacían
personas dedicadas a producir quesos, a la ordeña de vacas, la venta de carne
casi todo de hecho de forma artesanal.
Era
común que las familias tuvieran parcelas privadas o de ejido para la producción de maíz, frijol, haba, todo tipo de
frutas, flores, y otros productos agrarios. Bastaba salir de la casa para encontrar
una pequeña parcela que servía para lo más básico, calabaza y flor de calabaza,
perejil, epazote otras yerbas muy apreciadas y muy efectivas para lo cotidiano.
La
agricultura tenía una larga tradición se hacía con abono orgánico y de forma
rudimentaria si se quiere pero de una manera sana. La alimentación era
excelente, nutritiva. Había pocas personas con sobre peso. Había pocas enfermedades.
Un doctor durante el día y por la noche se iba a dormir a su lugar de origen.
En
Tepeaca, Puebla, había un tianguis prehispánico donde la gente de la región acudía
a comprar, a vender o, a realizar el trueque de mercancías. Era un verdadero
placer a la vista y al paladar la gran variedad de productos artesanales que no
requerían de refrigeración para mantenerse hasta su consumo.
La
vida era apegada la tierra. Los hombres eran desde pequeños iniciados en el
conocimiento del campo. Se conocían las yerbas malas, las medicinales y todo lo
que era menester para vivir y sobrevivir en un ambiente campestre. Así que
cuando crecían, generalmente eran personas sanas, fuertes pero inocentes aunque
su relación con la naturaleza era interactiva con respeto, con amor aunque
arezca ahora extraño. El mundo era cerrado. Los embutidos y productos industriales
eran pocos, no había menester de los mismos.
A
partir de los años 80s del siglo pasado el Partido Revolucionario Institucional
inicio la privatización de lo público y con ello se inició la invasión de los
productos industriales. La forma de vida se fue transformando así como la alimentación
con la llegada de bebidas azucaradas, embutidos y la fast food. Entonces seguir
viviendo en un mundo cerrado se consideró como anticuado. Se fue adoctrinando a
la nación mexicana para vivir en el Neoliberalismo de forma gradual hasta que
se consiguió la total conversión en el 2015 con las reformas estructurales de
Enrique Peña Nieto.
Se
pasó de vivir con la tierra a vivir de la tierra; el fin es ya producir en
mayores cantidades a cualquier precio. Hoy día se utilizan todo tipo de químicos
y aguas residuales para la producción de frutas y legumbres. Se consumen
productos de baja calidad aunque se vean muy atractivos, nos estamos
envenenando. No es casual que una parte se haya vuelto vegana.
Los
animales para consumo humano corren la misma suerte, se crían y maduran con químicos.
El resultado de toda esta industrialización de la vida es una serie de
enfermedades y la primera a la vista es la obesidad. Hoy, el mexicano es una
caricatura de lo que era hace 50 años. La mayoría de mexicanos únicamente conocen
la naturaleza a través de videos, de imágenes, de oídas e imaginativas. Es
lamentable que ahora se tenga que enseñar a conocer la naturaleza cuando antes
se vivía con la misma en la sustentabilidad. Esto no es pura nostalgia sino un
reclamo porque se pudo entrar a la apertura sin dejar el conocimiento de la
vida misma.
Hoy,
hay una buena aparte del régimen priista que siguen sosteniendo al mismo sin
ninguna idea de las consecuencias de los efectos y lo que esto significa. La imposición
del Neoliberalismo como nueva religión de vida trajo como consecuencia que la
vida se cosificara y con esto se le pusiera un valor menor a muchas cosas
materiales. El fin hoy, es el dinero por sobre la vida. Por ello, no importa la
vida como ente donde deben tener sentido las cosas, los valores y los objetos
ideales. La vida está ya al servicio de la economía.
Los
que defienden este régimen político priista ignoran que, su vida ha sido
degradada y empeñada a servir esclavizadamente al sistema económico Neoliberal.
Su vida en si no vale un cacahuete. La ilusión de pertenecer a un partido político
como el Revolucionario Institucional, es eso una ilusión que en la realidad no
les servirá para salvarse de esta degradación de la vida. Los militantes
priistas han sido enviados como carne de cañón a combatir una guerra perdida,
una causa sin sentido.
Este
momento no se volverá a repetir durante mucho tiempo y es en este momento en
que el pueblo puede incidir en la creación de un nuevo régimen para tratar de
corregir en lo posible de la realidad la degradación, la decadencia de la vida.
Se puede dignificar la vida siempre y cuando se tome consciencia y se actúe en
consecuencia en corregir la imposición irracional del Neoliberalismo hacia un humanismo
general y no parcial. El trabajo es mucho en medio de esta colosal confusión y
no se crea que el pueblo llano esta errado de manera exclusiva; los intelectuales
y la clase burguesa corren la misma suerte. Tampoco importa cuando dinero se
tenga se está esclavizado a este sistema únicamente como engranaje de mayor
importancia de un sistema económico.
Los
cambios están dados y no hay forma de sostener este régimen político. Es hora
de poner manos a la obra hacia una nueva concepción y práctica de la vida con
un sello, en la medida de lo posible, libre y consciente de la peligrosidad fáctica
del Neoliberalismo. Neoliberalismo y decadencia de la vida van
indefectiblemente unidos.
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