Se
ha querido decir que Andrés Manuel López Obrador es inferior en calidad académica
que José Antonio Meade y Ricardo Anaya; es decir, suponen pero ignoran que, la
materia principal de los políticos no es la sabiduría; claro, tampoco los
queremos lerdos al tipo Enrique Peña Nieto, sino el don de mando. La política es
por excelencia la consecución del poder y su mantenimiento; en nuestro caso, debería
ser en el marco de la democracia.
Ahora
bien, el planteamiento de que gobiernen los sabios es muy antigua y, el más
esforzado en hacer esto realidad lo fue Platón, quien dice que gobierne el rey
filosofo o el filósofo, es decir, el que más sabe; sin embargo, habría que
confrontar el concepto y de hecho considera Platón como sabio y la idea de lo
que estos expertos de la mercadotecnia consideran “sabio”. A mi parecer hay una
enorme diferencia entre lo que Platón considera saber y lo que hoy se considera
saber. Para el primero es la episteme, la ciencia en contraposición de la doxa
(el saber vulgar”; hoy se considera que un currículo lleno de títulos y grados académicos
es símbolo de saber y, en esto radica la enorme diferencia; ya de antes se sabe
que hay personas con títulos y una enorme ignorancia.
En
efecto, el tener títulos y grados académicos no asegura tener el saber en la filosofía,
la ciencia o la política. Esto se clarifica al analizar los discursos de Meade
y Anaya, no se les ha oído decir una nueva Teoría sobre el Estado mexicano,
siendo que el Estado de bienestar se agotó, únicamente quieren un cambio de
personas en el gobierno. ¿De qué les
sirven tantos títulos y grados que ostentan sin tienen una docta ignorancia?.
En este rubro no son superiores a López Obrador.
Si
en rubro del saber no son mejores que Andrés Manuel, en el de mando se muestran
inferiores y, este es el punto central pues el don de mando es la materia de
los políticos. Quien tenga esta virtud tendrá la ventaja en el ejercicio de
gobierno. Para que un gobernante sea obedecido no basta con la legalidad y
menos si esta se tuerce a grados indecibles sino la legitimidad que es la convicción
de los gobernados de que, quien gobierna es el indicado. En la realidad se ve
que López Obrador, a pesar de sus fallas humanas, les lleva ventaja no únicamente
a sus dos principales contrincantes sino al resto.
Ricardo
Anaya en sus mítines, reuniones o asambleas; únicamente reúne a los despistados y a uno que
otro extremista de derecha pero no al pueblo en masa; con Meade las
circunstancias son otras porque tiene, en principio, la aparatosa maquinaria
del Partido Revolucionario Institucional, que a pesar de todo sigue funcionando
por suerte de tener en los tres nieles de gobierno la corrupción oficial e institucional
como combustible y motor principal de su funcionamiento pero de manera alguna
la virtud de mando en su virtual candidato.
Finalmente,
si el gobierno de López Obrador, sería el adecuado para responder a este nuevo
orden factual y lograr proponer un nuevo modelo de Estado, eso está más allá de
esta breve reflexión y depende de diverso factores, entre los que se encuentra
la plena ciudadanización de la política y la organización de los ciudadanos en
diversos órganos justo para ello.
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