Los
mexicanos somos un pueblo de leyes con anhelos de igualdad social, de justicia, de democracia
que se quedan en meros deseos o intentos. Desde la independencia (1821), la
historia de México es la historia de caudillos que no han desaparecido hasta la
fecha y, que con la mínima excusa se lanzan a desconocer la legalidad para
tratar de alzarse con el gobierno.
Terminada
la dictadura de Porfirio Díaz, el resultado fue la anarquía; los jefes
militares se mataban por el poder; esto no podía seguir indefinidamente así,
los caudillos revolucionarios concibieron un gobierno de un solo partido de
Estado. Probaron con el Partido Nacional Revolucionario (PNR, 1929-1938), con
el Partido de la Revolución Mexicana (PRM, 1938-1946), hasta que cuajó el
Partido Revolucionario Institucional (1496-), y a la “Paz porfiriana”, le sucedió
la “Paz priista”. Durante el auge del régimen priista hubo pocos cambios o disidencias;
esto no significa que no las hubiera con resultados graves que tendrían sus
efectos muchos años después pero el régimen pudo controlar esto por el momento.
Durante
el tiempo más brillante del Presidencialismo mexicano el Estado moderno se
mantuvo fuerte hacia el interior y relativamente fuerte hacia el exterior y,
era válido hablar de soberanía nacional. Este periodo se puede dividir en dos etapas;
la primera inicia en 1929 y dura hasta 1984. A partir del mismo año de 1984 se
inician las privatizaciones en México y con ello empieza el declive del
Presidencialismo que forma parte de la segunda era que termina en el año 2000
con la perdida de la presidencia de la república que si bien lo hacen a favor
de sus símiles en ideología y prácticas, el Partido Acción Nacional.
Este
segundo periodo (1984-2000), tiene por objetivo volver enteco al Estado
mexicano al punto de que, el presidente de la republica pierde su poderío político
y su poder sobre el control de la economía. Con esto quedaba anulado el
representante del Estado mexicano. El surgimiento de diversos partidos va a
tomar las posiciones perdidas por el órgano ejecutivo en lo político y as
trasnacionales se pondrán por encima del gobierno en lo económico con efectos
en lo político.
El
tercer periodo (2000-actualidad), se va a caracterizar por la nula capacidad
del Estado para poder seguir brindando los bienes y servicios públicos mínimos
para el pueblo mexicano. El punto culminante, la estocada final la recibe el
Estado mexicano y el propio presidente de propia mano con las llamadas “Reformas
estructurales”, que no son otra cosa que reformas privatizadoras envueltas de corrupción
y el corazón lleno de putrefacción.
Los
gobiernos en turno, tanto priistas como panistas en concordancia con sus
partidos satélites se fueron encargando de matar el Estado moderno mexicano,
ese Estado llamado de bienestar que si bien no cumplió son sus metas en
plenitud si al menos tenía una práctica nacionalista de defender determinados
derechos (Educación, trabajo, vivienda, seguridad pública, el campo etc.), que permitían
la explotación indiscriminada y la casi total ausencia de buen gobierno.
Lo
que estaba latente y se desató fue la anarquía gradual desde el año 2000 hasta
la fecha. Al no contar el Estado mexicano con un gobierno autónomo sino sujeto
a las trasnacionales y con las instituciones muy débiles la consecuencia fue la
pérdida del gobierno y el surgimiento del arte musical narco que fue el
preludio de la vida de este estilo, no tardaron en surgir grupos de autodefensas
ante la falta de gobierno, grupos armados de todo tipo surgieron los
gobernadores se tornaron reyezuelos autónomos que contribuyeron a la
delincuencia y ellos mismos fueron y son delincuentes. El propio presidente de
la republica encabezó la corrupción que se desató en todos los niveles y en
toda la sociedad. El infierno de Dante
en la Tierra. No son casual tantos delitos, masacres, desaparecidos, muertos
con toda impunidad.
Esto
ha culminado por dar un fruto, una unión impensada entre una buena parte del
Partido Acción Nacional de corte totalmente conservador y el Partido de la Revolución
Democrática de línea liberal, ambos en lo formal, con el apoyo de un
delincuente declarado judicialmente Dante Delgado y su partido Movimiento
ciudadano. Estos dos partidos, PAN y PRD, se han convertido en la práctica en los
carroñeros del Estado mexicano. Los priistas y panistas al desmantelar el
Estado mexicano no tuvieron la prudencia de crear un nuevo Estado, el híper moderno,
por una razón fundamental no les conviene transitar hacia la ciudadanización plena
del gobierno, prefieren administrar la anarquía.
El
mal gobierno es el sello del priismo y el panismo pero se fue agravando y únicamente
para efectos de fechas pongo el año dos mil como el punto de agravamiento hasta
llegar a la anarquía y es altamente significativo que esa anarquía provenga del
gobierno y trate de ser aprovechada por “El Frente Ciudadano”, pues trata de terminar con este gobierno y
tomar las riendas del mismo sin proponer ningún buen remedio y el remedio
central: construir el nuevo Estado mexicano con sus órganos fuertes y autónomos,
instituciones funcionales y eficaces en un marco legal que resista todos los
embates del caudillismo y de la delincuencia, tanto oficial como común.
Es
evidente que, la administración de la anarquía les traería pingues ganancias a
los integrantes de este Frente Ciudadano que tiene todo menos ser ciudadano. Las
candidaturas ya están repartidas, tanto en lo federal como en lo estatal y
municipal, es decir, el asalto a lo público para la rapiña está bien planeado
por esta fuerza política; falta lo que las otras fuerza políticas tengan que
decir en la práctica. No pretenden un buen gobierno sino enriquecerse.
Las
historias de los integrantes de este Frente son como una novela de Televisa,
altamente mediocre pero atractiva para muchos el “Niño Maravilla” del PAN con
sus características de supremacía blanca aliado con repugnancia oculta a los pobres
símbolos mexicanos de la azafata y el “Niño sin amor”, que a base de esfuerzo
han logrado el sueño de alcanzar el éxito. Claro esto en el discurso porque en
la realidad son, junto con Dante Delgado, carroñeros de lo público con ansias
perrunas de siempre más.
Este
Frente Ciudadano ha hecho a un lado sus ideologías para pactar la consecución del
poder público, libre de toda moralidad, de todo bien común, de toda
transparencia, de todo respeto por el pueblo, de todo respeto por sus
militantes. Se fragua una traición al pueblo sin límites pues en lugar de la democracia
y la construcción de un nuevo orden a través de un nuevo Estado buscan la Administración
de la Anarquía con sus mortales y desastrosos efectos.
El
pueblo debe decir no a estos nuevos anarquistas de derecha, proponer y lograr la construcción de un nuevo
Estado democrático que ponga a cada órgano, institución, partido político,
trasnacionales en su lugar con los ciudadanos en el centro de la actividad política.
Terminar con esta anarquía es trabajo
del pueblo, en caso contrario, seguirá inmerso en la anarquía que a todos
golpea pero con especial a los más débiles, es decir, al pueblo y, en especial
a los que están en la pobreza extrema.