En
México la híper individualización no ha venido como en otros lugares a través
de la ideología del derecho divino a conquistar, a la autorrealización y en
primera y última instancia a vivir sino a través de las leyes. Las viejas
tradiciones mexicanas están a prueba sin que el pueblo sospeche que se le está
induciendo una dinámica hasta ahora desconocida por interesarse por sí mismo, a
bastarse por sí mismo y abandonar el viejo sistema político paternalista de
asistencia pública.
El
Neoliberalismo no es, una teoría acabada ni tiene los elementos propicios para
que el ser humano en su híper individualidad se salve sino para que sea vuelto
un ciudadano consumidor. En la medida en que, el ciudadano se vuelva una pieza
dócil en el engranaje de la producción/consumo es bien visto; en el caso
contrario es un estorbo para el sistema. Hoy día se trabaja más pero se
consigue menos no solo en lo material sino en el desarrollo personal que
conlleva al sentimiento de frustración, de abandono y pesimismo. Desde hace
unos treinta años más o menos se ha visto puesto de moda la paradoja como un
signo de estos tiempos. La educación ya no es, el gran ejemplo a seguir se
consigue más el éxito material por medios no lícitos e inmorales que con el
conocimiento científico o de otra índole.
El
gobierno es el claro ejemplo de ignorancia y desmedida ambición por el poder
económico y político. Platón entre otros filósofos quería que gobernasen los
mejores. Los aztecas elegían a los más fuertes y capacitados para gobernar y
estos deberían dar muestras de ello; tenían que ir a la guerra para traer sus
propios esclavos para el sacrificio. No se puede concebir la grandeza azteca
sin la regia disciplina seguida de la disciplina al pueblo en todos los
ámbitos. Virtud y más virtud. Hoy día, gobiernan los peores en los tres con un
profundo desprecio por la virtud. Maquiavelo sabía muy bien que los que
gobiernan no solo no leen sino que muy a menudo carecen de virtud alguna, por
ello, pide que, en caso de ausencia de virtud alguna en el gobernante, por lo
menos simule tener alguna.
La República decía, dice Montesquieu le corresponde tener gobernantes virtuosos ya
que las mayorías mandan y se tiene que agradar a los gobernantes y dar cuenta a
todos de sus actos; por el contrario, al tirano no le importa agradar ni dar
cuentas de su proceder, para sostenerse tiene el mágico don de convencimiento
de la represión, de las armas. La moderación pertenece a la República y el lujo
desmedido a la Monarquía y a la Tiranía. En México la República tiene solo una
época verdaderamente gloriosa, la época de Benito Juárez; se consolida el
Estado mexicano y si se echa una mirada a los hombres que gobernaron junto con él,
se puede ver que nunca se han vuelto a ver reunidos tantos hombres y mujeres
virtuosos. Ni siquiera la revolución de 1910 logró reunir tanta sabiduría y patriotismo
o bien podría decirse soberanía. Juárez luchó contra la intervención extranjera
los revolucionarios del 1910 contra un dictador.
Ahora
bien, se ha terminado, al parecer, la República y solo queda el republicanismo
que pugna débilmente por una legalidad que no llega. El sueño del triunfo de
las mayorías y la toma de decisiones con base en la soberanía del pueblo ha
muerto y solo se puede pedir que el Neoliberalismo permita legalidad a secas.
Se terminaron los revolucionarios y quedan los descontentos con su impotencia.
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