Todo
verdadero cambio significa abandonar y destruir lo esencial, lo más importante
del que se reemplaza sin ningún miramiento, en virtud de impedir el desarrollo
de lo nuevo. Hay diversos cambios: políticos, económicos, sociales,
tecnológicos etc., que pueden ir a la par o no. ¿En México está ocurriendo un
cambio?.
En
Roma el cambio de la República al Imperio fue gradual con diversos intentos sin
que se lograra de un solo golpe pero cuando el cambio se hizo inevitable se
llevó a lo más granado, lo más representativo de la República en la época de
transición. Murió Pompeyo, Antonio, Bruto y casi todos los conspiradores de la
muerte de Julio Cesar, el propio Cesar y el mejor orador de su época Cicerón.
Ni
siquiera el sepulturero de la República, Julio Cesar sobrevivió a la
transición, época de constantes batallas, guerras intestinas y toda clase de
conspiraciones, traiciones y asesinatos sin límites. Solo Octavio fue capaz de
poner orden en un nuevo sistema Imperial con el mayor de disimulo. A Cesar le preguntaban
constantemente si era rey (símbolo detestable y suficiente para matarlo), a lo
que respondía que no, el, era Cesar, decía; a Cesar Augusto, su sucesor, le
preguntaban si era rey y respondía que él, era “El primero entre sus iguales”.
Sin embargo, ya Julio Cesar había concentrado el poder en su persona y la
República era una palabra hueca, desde la perspectiva de la mayoría y del
propio Marco Tulio Cicerón. Esto nos lleva a colegir que, ser iniciadores de un
movimiento no asegura el goce de los frutos pero, heredar el movimiento permite
el goce de la cosecha. En el primer caso quizá se alcance la gloria pero se
niega el honor, en el segundo se tiene el honor pero se niega la gloria.
En
México, después de la conquista era menester cambiar el sistema político y
cambio, solo quedaron los vestigios prehispánicos que no se oponían al nuevo
orden o no representaban un obstáculo significativo a la Colonia. Del anterior
régimen político del Imperio Azteca no quedó ningún solo hombre representativo
de su época; a Cuauhtémoc Cortes lo asesino por representar una era que debía
ser aniquilada. Si bien es cierto que muchos de los caciques mexicanos
siguieron gobernando pero ya no lo hacían bajo el régimen anterior aunque
tuvieran la forma, ahora gobernaban para el sistema colonial incipiente.
La
revolución mexicana de 1910 también borró de un plumazo violento y más o menos
prolongado, barrió con la mayoría de los revolucionarios y personajes de mayor
importancia: Madero, Pino Suarez, Zapata, Villa, Felipe Ángeles por nombrar
solo algunos. El sistema personal de gobernar de Díaz, la dictadura, fue
sustituida por una dictadura de partido en el gobierno que duró hasta el dos
mil pero que se niega a morir. Los doce años de gobierno panista no
hicieron mella en el sistema de gobierno de un solo partido solo lo diversifico y pasó a la dictadura de partidos. Este sistema de partidos sigue la misma
línea que el anterior: beneficiar solo a los políticos y, a los grandes
capitalistas. No hay un cambio significativo.
Las
grandes empresas no vinieron a cambiar el sistema político sino a profundizar
y, a expandir su radio de acción hacia todas las áreas económicas. El sistema
económico a logrado inyectar a los mexicanos un dinamismo hacia la
productividad en pos del consumismo, modificando la moral, la familia y las
tradiciones sociales que se le oponían, dejando solo una cascara que da cierta apariencia de legalidad, de justicia y democracia.
Los
ciudadanos que buscaban y buscan la democracia creyeron encontrarla con la
salida del Partido Revolucionario Institucional y la llegada del Partido Acción
Nacional. El resultado no podía ser más engañoso. Los verdaderos gobernantes de la nación
mexicana a través de los órganos del Estado mexicano, los empresarios
neoliberales, tomaron el control tras la fachada y dejaron el teatro político
como espectáculo para el pueblo. Solo eso, espectáculo porque a diferencia del
Imperio romano, no hay pan (comida para el pueblo) sino solo migajas, dado a
que el objetivo de las trasnacionales es, que todo tenga un costo.
Es
evidente que no se avanza hacia la democracia sino hacia la implantación del
Neoliberalismo en toda su amplitud y profundidad. Subsiste el sistema
religioso, el sistema social, el sistema educativo y el sistema político porque
no se le oponen al sistema económico y en lo que se le oponen o se modifica
totalmente o se deja solo la apariencia. Los revolucionarios de ayer miran a
los descontentos de hoy sin imbuirles el mínimo soplo de ánimo por la libertad.
En
conclusión, no se está ante una época de crisis económica de las grandes
empresas sino del pueblo y la crisis política mexicana no es obstáculo para los
fines del Hiper capitalismo sino su camuflaje para gobernar. A los grandes
ricos no les interesa ni conviene un Estado mexicano fuerte sino un gobierno a
modo y eso son los partidos, medios para que las grandes empresas gobiernen al
pueblo mexicano. Todas las leyes, desde la Constitución General, hasta las
leyes secundarias federales o estatales sirven para la implementación del Híper
capitalismo. El pueblo siente ese cambio violento en sus leyes y al protestar
siente y padece la violencia institucionalizada, legitimada y legalizada en
grados aceptables para dar la apariencia de democracia. Esto no es privativo del
estado mexicano por doquier que se implanta el Neoliberalismo se pueden ver los
mismos métodos y los mismos resultados.
Más
de treinta años de privatizaciones en México alcanzan su punto culminante en la
profundización del Neoliberalismo en todas las áreas estratégicas, no
estratégicas de la economía y fatalmente en la médula misma de la vida que se
ve ahora supeditada a lo meramente material. Se ha pasado de colgar la vida, de
consagrarla a la ilusión metafísica (Dios) creada por la mente humana a la grosera
y ruin creación del nuevo objetivo divino: la súper productividad y el híper
consumismo inconsciente, insuflados desde el exterior de los seres humanos,
desde y por las grandes trasnacionales.
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