La virtud democrática le corresponde al pueblo, si quiere ser participativo y participante de los beneficios de la soberanía (Sea cual sea esta su grado), esto significa que debe ser activo en que la democracia se imponga en todos los ámbitos del Estado. El ciudadano no debe pensar solo en su bienestar personal sino velar porque se cumpla primero la voluntad general e ir desenvolviendo dentro de esa voluntad general su voluntad personal, ambas acordes y con los objetivos de bienestar general y bienestar particular de manera correspondiente.
A los gobernantes debe corresponder la virtud republicana que no es otra cosa que, al vivir de lo público, ser moderados en los gastos personales, en ser modestos en los servicios que ocupan y evitar el lujo excesivo en sus vidas públicas y en la medida de lo posible en sus vidas privadas. Al administrar lo público se debe evitar la corrupción a toda costa; al administrar la justicia se debe hacer con el objetivo real de ser todos los ciudadanos “Iguales ante la ley” y al crearse normas jurídicas y ponerse en vigor estas deben ser generales, justas y tendientes al bienestar común general y, no crear privilegios. En fin esto es solo lo básico y general, hace falta más elementos en la construcción de un Estado sano.
Sin embargo, los ciudadanos no quieren ser demócratas sino el bienestar personal y con esa idea van a los partidos para ver qué beneficios personales obtienen sin cuidar la democracia. Los liderazgos son perniciosos y, por lo general se corrompen junto con sus seguidores, volviéndose facciosos, sin importarles que en el futuro cercano la desgracia general y particular que esto traerá. A toda costa se evita la democracia por los propios interesados.
Los gobernantes, por lo general, simulan el republicanismo, y se lanzan en pos de las formas monárquicas: lujo excesivo en todo y por todo sin impórtales que el pueblo viva en la extrema pobreza. Alejados de la realidad van sirviéndose de lo público y permitiendo a los poderosos económicamente la depredación de todos los recursos de todo tipo y de la mano de obra para el híper consumo. El Estado al servicio de las grandes trasnacionales.
Se han olvidado estas dos virtudes y por ende, la república y la democracia son caricaturas que mal sirven para el pueblo. En consecuencia el pueblo no debe pactar de manera permanente e incondicional su militancia partidista sino cuando los líderes se mantienen republicanos y ellos demócratas y en la acción política ambos principios se combinan en ambas partes. Es evidente que en una República democrática ambos principios deben ser observados tanto por gobernantes, líderes así como el pueblo.
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