¿POR QUÉ GANARÁ EL CAMBIO POLÍTICO?
Los
analistas nacionales, extranjeros, periodistas, comunicólogos y políticos de
viejo cuño están ciegos y obstinados con volver al pasado; no hay tal, el viejo
régimen político dio todo de sí; se agotó y quedó inservible. Imaginen lo disímbolas
que son las circunstancias políticas, sociales, científicas, tecnológicas, económicas
y artísticas entre el México de 1929 y el actual. Son totalmente diferentes;
son el inicio y el fin de toda una época en los rubros ya señalados. La vida
entre estos dos polos es tan opuesta en 180 grados. Incluso el México de 1984 con
el actual sigue el mismo patrón. En los años 80s, el Partido Revolucionario
Institucional, todavía vivía sus años dorados de control total en la política,
la comunicación de todos los medios periodísticos y de televisión, la economía era
controlada por el presidente en turno.
Pasamos
de un Estado cerrado, totalitario bajo un régimen Presidencial, con un único partido
de Estado a un Estado plurinominal en partidos, en pensamiento libre, con un
Presidencialismo decadente, con una apertura irremediable. Imaginen como fue
vivir bajo un régimen político que controlaba todos los medios de comunicación y
a partir de ahí, construir la verdad oficial que distaba 180 grados de la
verdad real. Hoy, sigue siendo confuso para los ciudadanos y población en
general saber la verdad real pero sin duda alguna las redes sociales han roto
esa construcción de la verdad oficial en muy bien medida.
Los
jóvenes y las mujeres no van a ceder en sus pretensiones de libertad, de
justicia, de igualdad aunque muchas veces no sepan encontrar los medios
adecuados para exigir estos derechos. A diferencia de los ciudadanos durante el
régimen Presidencial que eran totalmente pasivos; hoy, los ciudadanos han
iniciado a ser activos y más si pertenecen a la juventud y al género femenino. Los
viejos patrones conductuales en todos los ámbitos han caído en desuso y se han
puesto en vigor nuevos valores; que no necesariamente tengan humanismo pero
tampoco es un desastre como se quiere ver.
Estas
nuevas generaciones ya no aceptaron la tradición política y decidieron cortar
con el pasado de tajo y no darán marcha a tras hasta no terminar con la vieja política
y crear una propia; buena o mala, eso ya se verá. Por lo pronto, los
conservadores pueden ya despedirse para siempre del Presidencialismo, del
partido único de Estado, de la cerrazón estatal, de la pasividad ciudadana.
Claro, la población en todo momento está en riesgo de ser engañada, de ser
controlada por mitos, de ser encaminada a su propio sacrificio en aras de
intereses contrarios a los suyos.
Ahora
bien, el pueblo mexicano durante cientos de años se ha ido formando y
transformando pero casi siempre ha estado bajo el poder personal de sus
gobernantes y bajo el poder del partido único de Estado; es decir, no tiene la
experiencia democrática sino de oídas y de una magra practica el uno de julio
de dos mil dieciocho. Pero a pesar de todos estos peligros una buena parte del
pueblo mexicano conoce por sí, por medio de la historia mexicana o de oídas las
entrañas del viejo régimen político. En efecto, el descrédito en el que ha caído
el PRI, es tal que, francamente no se ve como pueda, no ya volver a tener años
dorados sino siquiera seguir existiendo. Perdida la fe en un régimen político,
en una época no hay forma de volverla a ganar. Sin fe no hay futuro bueno para
el PRI.
Ya
venía un movimiento político desde los años 60s del siglo pasado y a pesar, de dársele
el crédito debido terminó por imponerse al punto de ponerle fin al
Presidencialismo. Claro, esto sin olvidarse de los factores externos, internos,
materiales, psicológicos y de todo tipo. Las nuevas generaciones sienten la íntima
necesidad de construir nuevas instituciones, un nuevo régimen político, económico,
social, artístico; es decir, de vida que lo sientan suya y no ajena o prestada. Ante el ofrecimiento de la oposición; el pasado y formas nuevas, ganaran estas últimas pues el mexicano actual no puede ni quiere vivir en las ruinas del pasado. Sin tener en cuenta esto no se podrá construir un buen futuro.