Se
habla a diario sobre la Cuarta Transformación, pero es seguro que no se sepa lo
que esta sea, pues no es concreción del ser sino un deber ser que ira dando
paso a una construcción de la realidad política entre otros rubros. Y, esto no
puede ser de otra manera. Asegurar lo contrario es falsear la realidad. Ni
siquiera existe como un todo metodológico y bien estructurado. Tampoco puede
ser conceptual o ideal; esto seria un error al querer que la realidad cambiante
y dinámica se ajuste a los conceptos por naturaleza inmóviles.
Esta
Cuarta Transformación ha tomado por sorpresa a propios y extraños en virtud de que,
ninguno de los actores políticos d primera línea esperaban que el pueblo
mexicano se volcara como se volcó en las urnas por un cambio total de régimen.
Las tres anteriores Transformaciones tampoco tuvieron un plan preconcebido que
fuera la guía de cada movimiento triunfador. Esto ha sido el talón de Aquiles
de la política mexicana. Todo se va haciendo de acuerdo a los hechos inmediatos
y sin mucha pericia. Es evidente que una buena parte de los servidores públicos
de los tres órganos no están capacitados para ejercer sus facultades en uno de los
tres órganos del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
En
los órganos Ejecutivo y Legislativo esta lo más bisoño en el grueso del
Gabinete y en las dos cámaras, la de senadores y diputados que se repite en los
estados que gobierna actualmente el partido vencedor. Es imperioso que corrijan
este defecto pues el poder como sea que se quiera desgasta, pero aun mas cuando
gobiernan funcionarios inexpertos. Y, esto pasa en el actual gobierno en sus tres
niveles de gobierno. Ahora bien, no se deben elevar ayes de dolor ni decepción ni
de algarabía. La realidad es como es y no da concesiones gratuitas.
Ahora
bien, esta Cuarta Transformación debe tener dos facetas, una destructiva que
arrase con todo lo caduco sin ir a la médula, es decir, a los órganos fundamentales
que lo hacen funcionar. La otra cara debe ser la de construcción. No puede existir
la una sin la otra so pena de que todo quede mal construido se sea un canto pasajero.
El
Estado como es sabido es sinónimo de Derecho, tal y como lo concibe
acertadamente Hans Kelsen. En virtud de esto se evitan ambigüedades como el tan
traído y llevado “Estado de Derecho”, pleonasmo innecesario. Es evidente que,
el cambio de régimen debe ser principalmente en el ámbito legal a través de la desaparición
de todo lo inservible y la creación de nuevas instituciones, dependencia y
fideicomisos que tengan como sello distintivo ser democráticos. Si el anterior régimen
era pura simulación se impone el deber ser que transite hacia una practica lo
mas cercana a lo ideal. Así pues, no se trata de hacer tabla rasa y crear desde
cero, eso es imposible.
De
común se cree que, el ingreso de políticos antagonistas al nuevo gobierno es
darle al traste a esta Transformación; es cierto que la mayoría va sin ideas
claras de lo que hace falta para consolidar el nuevo régimen y que van acicateados
por la ambición económica y no pocos son fracasados en la iniciativa privada y
huyen hacia la seguridad del presupuesto; con todo, esa es una realidad desde
hace mucho tiempo, tanto como ha existido la política. El reto es sujetar todos
esos apetitos a una nueva ética pública. Que es difícil de imponer, pero no imposible.
No
se deben de fijar en las apariencias sino en los resultados concretos. Esta transformación
se ha venido gestando desde hace mucho tiempo, pero es suficiente que la fijemos
a partir de la unión de las distintas fuerzas que se denominaron de izquierda
junto con movimientos democráticos que dieron como resultado la postulación del
Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas como candidato a la presidencia de la república,
en el año de 1988. El viejo régimen tenia el monopolio de las instituciones
electorales y toda una estructura que impidió el triunfo del Ingeniero Cárdenas.
Lo mismo pasaría en la siguiente elección de 1994, cuando el Partido Acción
Nacional, en definitiva, renuncio a la democracia pactando con el Partido
Revolucionario Institucional, un nuevo fraude.
Las
siguientes elecciones presidenciales, de 2000, 2006 y 2012 seguirían los mismos
lineamientos de las anteriores. Pero a pesar de esto, en el exterior se
gestaban cambios radicales como la globalización de los pueblos y la mundialización
de la economía. Y, es precisamente con la privatización de lo publico como el régimen
va perdiendo su hegemonía, pierde la rectoría de la economía y el poder político
se diversifica.
No
menos importante es la psicología general del pueblo de México que gradualmente
fue cambiando; de una franca lealtad al régimen priista (Los panistas en buena
medida lo adoptaron por coincidencia), a una gradual y franca oposición al
mismo, hasta que no se resquebrajo totalmente en el 2018, para nunca levantarse.
Esta
Cuarta Transformación se puede explicar objetivamente en su devenir hasta el
presente y es posible predecir su rumbo en el futuro. Se puede ver cada periodo
que la componen, sus elementos no solo propios sino en los ajenos que tuvieron repercusión
en ella como lo son la corrupción, la impunidad, la falta de legalidad y de
legitimidad tanto en la vida ordinaria como en las elecciones a través de los
fraudes electorales. Es posible hacer una disección y ver el esqueleto, el sistema
nervioso, las venas y los órganos en sus distintas etapas y hacer un análisis real
y objetivo de su naturaleza y de su desarrollo.
Por
lo pronto, se puede llegar a la conclusión de que el viejo régimen esta acabado
y que el nuevo avanza balbuceante. Sin embargo, el actual tiene futuro, el
anterior, no. No es posible imponer un régimen caduco y contrahecho a la nueva
realidad como a ninguno se le ocurriría volverse a vestir con la ropa de hace
veinte años. El futuro no es tan incierto como se cree, pero tampoco ofrece el edén
sino trabajo sin descanso. Es cierta la observación que dice que, “El viejo
Partido Revolucionario Institucional gobierna y el nuevo Partido Revolucionario
Institucional (sus integrantes, claro), están siendo procesados y en el total
descrédito”. Ya lo dijo Antonio Machado: “Caminante no hay camino…”.