sábado, 23 de marzo de 2019

REFORMAS EDUCATIVAS Y EL SABER




Una reforma educativa que sea en verdad buena, debe tener como fin el saber. Si la educación se inicia a los tres años, siguen seis de educación primaria, tres más de secundaria, dos más de bachillerato o preparatoria y cuatro o cinco de Universidad da dieciocho o diecinueve años de educación y que a la hora de querer practicar la profesión una persona; por ejemplo, en leyes, no sepa siquiera escribir doscientas palabras, es un fracaso total del sistema educativo que incluye a las autoridades y, a la familia.

Es penoso ver jóvenes profesionistas que, van muy ufanos a la práctica real de la profesión que se quiera y simple y sencillamente estén tan mal educados en lo académico. Otro ejemplo, en filosofía es casi imposible ganarle un dialogo de las historias de la materia a un licenciado, pero es incapaz de crear ideas, teorías sobre su realidad y se limita a repetir lo mal aprendido. De obras publicadas, ni se diga, pocos muy pocos publican y los que lo hacen, generalmente, son comentarios sobre algún pesador; obras originales, no. Eso sin importar si se es licenciado, maestro o doctor.

El pueblo mexicano no podrá salir de su postración porque no hay profesionistas que, propongan modelos políticos, modelos económicos, sociales, artísticos y de los rubros fundamentales. En lo político se deja a los políticos que hagan su voluntad, pero con todas las limitaciones ya conocidas. Los políticos necesitan que otros piensen para que se empapen del conocimiento. Véase la historia y se verá inmediatamente que los políticos son lerdos, incapaces de inventar un modelo de régimen, de Estado y cuando lo hacen por si mismos, lo hacen mal.

Que decir, de un modelo económico, en general, se le impone al Estado mexicano el que conviene a los extranjeros, pero no al pueblo mexicano. Aunque sean educados en México los economistas mexicanos son adictos a adoptar modelos económicos creados en el extranjero, son incapaces de crear uno que se ajuste a la realidad mexicana. Y, esto es así en todos los rubros.

No basta con que los alumnos cursen diferentes etapas educativas sino se evalúa en serio su capacidad de entender la realidad, de interpretarla cabalmente y dar las soluciones posibles y viables. De cada cien abogados un sirve, los demás son estadística. Se les enseñan las apariencias, pero no el saber. Es ridículo que hagan fiestas llenas de fotografías en donde parecen con ribete y togas sin importar lo fundamental, la ciencia. Las Universidades son verdaderas fábricas de desempleados con una docta ignorancia. Da grima ver cómo avanzan cojeando con poca s esperanzas de sacarlos de su adolescencia.

Un buen profesionista, tarda unos diez años de buena y disciplinada practica para llegar a ser un caso afortunado de pericia. ¿Qué despacho, consultorio o empresa estará dispuesta a gastar o invertir en una multitud de bisoños profesionistas sin que tengan retribución?. El sistema educativo mexicano es un fracaso, no importa lo que digan los rectores o la Secretaria de Educación Publica.  Basta con ir a la realidad para que todos queden refutados.

No es raro ver a jueces, magistrados o Ministros lerdos hasta la médula. De común se cree que estos funcionarios que imparten justicia son lumbreras, pero basta con tratar de dialogar con ellos para darse cuenta que se está ante una clase cerrada, llena de nepotismo, pero lo más grave, de ignorantes creídos. Si se supiera cómo funciona el órgano judicial, en general, se estaría ante una conmoción general.

El sistema educativo mexicano está igual de corrompido que los demás rubros y lo fundamental ausente del conocimiento teórico y practico. Todo es simular. Reformas educativas van y vienen y en todas lo que menos importa es el verdadero saber. Lo que importa son las prestaciones gremiales, los números de la Secretaria de Educación Pública y de la educación privada, el orgullo de los padres y de los hijos por haber sorteado obstáculos imaginarios durante un maratón de dieciocho años y con la creencia falsa de estar cumpliendo con un deber. Pongo de muestra a los políticos. Sirven para espectáculo público como políticos son muy buenos bravucones, payasos y zánganos del pueblo.

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