La
madurez de una democracia determinada en un Estado nacional bien se puede medir
o tasar por medio de la rapidez o lentitud con la que corrige la corrupción en
el ámbito público. Sin este requisito la democracia no puede florecer y pronto
se verá el Estado en su debilidad y presa de los más ambiciosos y corruptos,
tanto del sector público como del privado pues para que haya corrupción hace
falta de estos dos sectores. Al Estado le compete combatir de manera directa la
corrupción pública y de manera indirecta a la corrupción de los proveedores
privados de bienes y servicios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario