LA POLÍTICA Y EL CIUDADANO CERO
Los
tiempos de cambios se entienden poco y por muy pocos; si a esto le agregamos la
intensa lucha por el poder donde cada bando pinta la realidad con la broca de
su ideología, la confusión aumenta al grado de no entenderse la realidad.
Claro, para aquellos, quienes saben esto les bastará con desmontar de los
hechos las ideologías y vera la realidad como es. Sin embargo, no pasa a la mayoría,
entonces es menester de tratar, a lo menos, de quitar todas las ideologías y
tratar de encontrar la verdad.
La
gran mayoría de políticos son afectos al poder público y, a las alabanzas, no
soportan las críticas. Hay formas de gobiernos que impiden la libertad a los
seres humanos. En una verdadera democracia existe la libre expresión a través del
periodismo, la comedia y principalmente al de los ciudadanos. Si no se encuentra
la libertad de expresión en un Estado nacional, allí no hay democracia o por lo
menos esta limitada o en franco peligro. En lo publico es mejor los excesos que
se cometen por periodistas, analistas, comunicadores y por ellos ciudadanos que,
su limitación o censura.
Imaginemos
la cuna de la democracia, Atenas, en donde se reunían los ciudadanos en el foro
a decidir la política interior y exterior de la Ciudad-Estado. Cada ciudadano
tenia su voto y participaba activamente. En este escenario de libertad y democracia
nacieron los escritores de la comedia griega, nacida de los rituales del campo,
fertilidad e insultos. Esto derivó en la crítica a la naturaleza humana y a los
gobernantes, quienes soportaban las agudas puestas en escena de las obras como Aristófanes,
Menandro o Cratinus con el coraje correspondiente.
Ahora
imaginemos la época en que toda Grecia estaba bajo el poder de Alejandro Magno.
La libertad, la democracia habían desaparecido. Los ciudadanos no se podían ya
reunir y votar la política interior y exterior pues estas las decidía el gran conquistador
griego. Lo mismo pasó durante la época romana del imperio. Los césares decidían
todo, incluso en eso de convertirse en dioses vivientes y después de su muerte.
Después
de la caída de Roma, se vive bajo la teología, los dogmas y las ordenes del
Dios cristiano. La razón se convierte en un pecado, pensar es peligros cuando
se iba contra lo divino, la teología o los dogmas religiosos. No pocos ardieron
en las hogueras por atreverse a pensar y, a manifestar su parecer propio.
Lo
mismo pasó en lo que ahora es México, bajo el imperio de los mexicanos antiguos,
bajo el dominio de los reyes de lo que ahora es España. Después de la
independencia, la lucha se desató entre liberales y conservadores e inmediatamente
salieron a relucir las ideologías en un ambiente de expresión exacerbado. Poco duró
el gusto. La dictadura de Porfirio Diaz borró casi por completo la libertad de expresión
y la democracia.
El
Presidencialismo priista con su totalitarismo también limitó la libertad de expresión
y ni se diga la democracia. La lucha de las llamadas izquierdas, luchadores
sociales de todo tipo, políticos desde 1988 fueron minando gradualmente ese
totalitarismo hasta lograr que la democracia fuera germinando hasta lograr el 1
de julio de 2018 imponerse la voluntad popular.
Esta
incipiente democracia debe cuidarse y son los ciudadanos, quienes deben
cuidarla, ampliarla y arraigarla en todo el pueblo. La libertad de expresión como
la democracia siempre están en peligro en todo momento los que gobiernan
quieren convertir a los ciudadanos en pasivos. Los políticos en todo momento
dicen luchar por el pueblo quieren al ciudadano cero. Es ciudadano tipo,
desentendido de la política, de lo público que, no obstante, no participar le
es muy provechoso a los gobernantes y políticos porque tienen menos exigencias
de trabajo, de resultados, de respeto a los derechos humanos, de rendición de
cuentas y de todas sus responsabilidades. Tan luego los ciudadanos votan, ya son
prescindibles, estorbosos, molestos y hasta peligrosos.
Las
épocas durante las cuales gobierna un solo hombre o partido son perfectas para
marchitar la democracia y la libertad de expresión. Por eso se debe limitar el
poder público en favor del único y verdadero soberano, el pueblo. No son los gobernantes
sobre los que descansa la democracia sino sobre los ciudadanos activos. A los gobernantes
son les importa la democracia, a los ciudadanos es quien debe importarles. No idealicemos
el poder soberano del pueblo pues en la práctica hay muchos obstáculos para
hacer efectivo ese poder soberano; con todo, no se debe dar marcha atrás en la construcción
de la democracia que permita la libertad de expresión, reduzca a los ciudadanos
ceros y permita que todo el potencial del pueblo mexicano se haga realidad.
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