domingo, 17 de enero de 2021

EL TOTALITARISMO COMO FORMA DE VIDA

 

EL TOTALITARISMO COMO FORMA DE VIDA

 

Vivimos en una época de mucha información, pero de la mediocridad del internet. El saber profundo hasta hora se ha alcanzado con la disciplina, el sacrificio y la dedicación de leer, de volver a leer, pensar y, volver a pensar en el marco de la vida práctica. Y si es posible escribir para no olvidar.

 

Hemos iniciado una navegación bajo la estrella de la democracia y como toda aventura trágica, no es seguro llegar a buen puerto ni permanecer en el mismo mucho tiempo. El devenir se vuelve un fin en si mismo. Nunca parar demasiado. Las nuevas generaciones no lo saben ni de lejos. Hemos estado en la abundancia, en la tierra prometida, pero hemos vivido en desiertos; entre lobos y fieras. Parecería que esto es una exageración, no lo es.

 

Nos gobernaba un monstruo, el peor de todos los monstruos inimaginables. Un partido único de Estado, el Partido Revolucionario Institucional. Su método favorito era el Totalitarismo tanto en la vida publica como en la privada. El partido lo era todo. El control era casi total. La libertad y la justicia meras mascaras que ocultaban al mas terrible de los males. Se impuso un lenguaje hecho para las cortes imperiales y por lo tanto falso. Había hasta cierto punto una amabilidad institucional que ocultaba la brutalidad mas cuando era necesario salían a relucir los garrotes y las bayonetas. Todo bajo control por décadas.

 

Si en lo político el totalitarismo era la camisa de fuerza, el método efectivo de control. En la impartición de justicia era la inmovilidad proveniente de ese totalitarismo. Para conservar el régimen político las leyes eran anacrónicas justo hechas para vivir en una quietud sin esperanza. La aplicación de las leyes tenía su eje central en la confesión. Que era una pre-sentencia a la voz de “A confesión de parte se relevan las demás pruebas”. Y, las confesiones en materia penal se obtenían bajo todas las formas inimaginables de tortura. Era un verdadero reino de terror que se paliaba con dinero; es decir, con corrupción. En materia civil se seguía la misma formula sobre la confesión.

 

Una mirada a los últimos 50 años en que se gobernó bajo el régimen totalitarista cansa la vista pues es como ver una misma carretera, un mismo paisaje en el que se niega la vida pensante. No es de extrañar que no se hayan escrito obras jurídicas de relevancia ni tratados sobre el Estado o sobre política distintos a lo ya establecido y aprobado por los gobernantes. La justicia era un Talos, un autómata al servicio del presidente y los gobernadores. Quizá del año 2000 para acá las ruedas de las leyes y su aplicación hayan iniciado un lento avance que no alcanza para remediar los males.

 

En lo social había señores a la manera de los feudos. El primer señor lo era el presidente de la república. Tenia toda una corte compuesta de su primer circulo y de gobernadores. Estaban también los grandes líderes sindicales de los obreros y los caciques de las organizaciones campesinas. Era un entramado que no permitía la disidencia ni hablar mal del régimen. Todo ello, enmarcado en una parafernalia emanada de la revolución mexicana. Todo se hacia abajo los tiempos oficiales y los tiempos religiosos que se concedían con tal de mantener la paz. El Estado mexicano funcionaba como un reloj y su único relojero era el señor presidente. Patria, patria y nacionalismo. Que tiempos idos.

 

Lo religioso estaba de la mano con lo político. La misión de la Santa Madre Iglesia era mantener ciego al pueblo con los cuentos de la vida eterna o del infierno y funcionaba a las mil maravillas. Cómo sería esa nulificación de la conciencia que todavía hay quien añora todo eso y clama se ponga en práctica nuevamente. Dos poderes sumados para la buena causa del control social.

 

En el arte musical, El Santo Oficio, lo constituía Televisa con su programa “Siempre en Domingo”, un adoctrinamiento cultural sin par. Horas y horas de sana diversión cada domingo. Justo lo que papá necesitaba después de una semana de arduo trabajo en el campo, las oficinas o las fábricas. Un programa familiar que continuaba la obra enajenante que hacían los sacerdotes en las iglesias. El programa era dirigido por un sujeto impresentable pero útil a la causa.

 

Lo que muchos escritores ilusos escribían como mero tanteo de una posibilidad de la realidad; aquí, se vivía todos los días. Claro, se echaba el polvo del engaño a propios y extraños. Máxime que se tenía la doctrina Estrada como cortina de hierro para evitar las criticas de fuera. Que no se sepa lo que pasa en México. Todo estaba tan oculto y simulado que, no se podía definir lo que era el Estado mexicano. Ahora han caído las vendas, pero en aquellos tiempos había otra Santa Inquisición, Gobernación. El Secretario de Gobernación velaba por que se supiera lo que convenía al gobierno, cuando se quisiera y por quien se designara. 24 horas, un noticiario hecho a la medida del régimen. No sentir vergüenza por todo esto es no tener conciencia.

 

La libertad, la justicia, la democracia, la transparencia del Estado siempre está en peligro. Los políticos siempre ven el poder como el único bien al que pueden aspirar y si para ello, es necesario crear un infierno en la tierra, lo harán como si eso fuera lo mas normal del mundo. Y quizá así sea. Lo único que se puede hacer es luchar todos los días por esos principios políticos y de la vida. Una sociedad altamente politizada en conciencia es la única garantía de equilibrio siempre en peligro.

 

Un día el monstruo totalitarista estaba allí y al día siguiente al parecer había volado hasta el confín del mundo, amenazando con regresar. La gente salió a las calles a festejar. En la cara de muchos reinaba la estupefacción. No podía ser. Se les hacia irreal como si esto fuera un acto de prestidigitación y pronto reaparecería para su tranquilidad. Paso un día, dos y los subsiguientes y únicamente los ecos de la tumba se escuchaban. Pareció como si la pesadilla se hubiera desvanecido en el aire. Y quizá realmente lo hizo.


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