DANZANDO EN ABISMOS
El
pueblo de México, en sus diferentes estadios ha danzado sobre abismos. En la época
precolombina no había una identidad nacional. Había tantos pueblos sometidos
que prefirieron la ilusión de la libertad. 300 años de aprendizaje. 200 años de
independencia y los malos y perversos políticos han señoreado por encima de la
democracia. La política interna ha resultado tan mala y perversa como la
extranjera. Aspiraciones de democracia, de libertad, de legalidad, legitimidad
y justicia se han desvanecido en la noche de las dictaduras.
Aunque
no le guste al pueblo, ha tenido que danzar sobre los abismos de sangre, sobre
los abismos de pobreza, sobre los abismos de corrupción, sobre los abismos de
silencio y tantos otros. Aunque el pueblo no lo sepa, eso ha pasado durante
mucho, mucho tiempo. Conoce de oídas la libertad y la propia vida democrática. Ha
luchado durante mucho tiempo, pero la política siempre ha logrado imponerse por
los peores políticos. Verdaderos monstruos.
Recién,
hace escasos dos años, el pueblo de México logró lo que parecía imposible,
quitarse el yugo de un régimen totalitarista constituido por represores,
corruptos y cínicos. Por el momento se sabe el camino hacia el norte. Pero ha
llegado la pandemia de Covid-19 y sus variantes. Resistir con tan mala economía,
persistir ante el embate de la falta de trabajo e insistir en la lucha contra
todos los obstáculos.
Ahora
bien, ojalá y, el pueblo abra los ojos y, tome conciencia de estar danzando
entre abismos y no le dé ni miedo ni temor de estar por un momento suspendido
en las alturas. Debe mirar los abismos con la curiosidad de los niños. Sondear más
y más hasta desparramar y fundir su mirada en el vacío. ¿Qué descubrirá en esos
momentos?. Una luz rodeada de oscuridad. Y ¿Qué hará?. Encontrase consigo
mismo. Una espera de mucho tiempo. Y, que, de cosas, que de emociones y
verdades terroríficas. Deberá purgar su negro pasado en un vomito interminable.
Un pueblo hecho para las alturas no deberá
sentir el vértigo. Danzar en vuelo alto como lo hacen las águilas. Recorrer las
selvas mimetizados con su entorno como lo hacen los ocelotes de ojos de oro
fundido. Recordar sus raíces y seguir el latido de su corazón y danzar en los
abismos, sus abismos hasta el amanecer. Empezar un nuevo día con la energía de
la voluntad de poder que yace en su mente, en sus entrañas. Saludar el sol, es
tu hora. Morir brevemente o para siempre pero haber vivido plenamente,
plenamente.
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